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Iglesia

Álvaro Chordi, un obispo pamplonés en zapatillas

El pamplonés Álvaro Chordi Miranda, obispo auxiliar de Santiago de Chile desde septiembre, visitó esta semana Navarra y quiso celebrar misa en la parroquia de Cristo Rey, donde fue bautizado en 1967

Ampliar Monseñor Álvaro Chordi en la iglesia de Cristo Rey de Pamplona, donde fue bautizado en 1967.
Monseñor Álvaro Chordi en la iglesia de Cristo Rey de Pamplona, donde fue bautizado en 1967.Jesus Caso
Publicado el 26/03/2023 a las 06:00
Agua nieve en Pamplona. Un grado sobre cero en la única tarde desapacible de febrero. Álvaro Chordi Miranda (Pamplona, 1967), plumífero y zapatillas, entra en la parroquia Cristo Rey de la calle Amaya, donde fue bautizado. Llega unos pocos minutos tarde, de Sarriguren, donde se aloja con su tío salesiano. Se disculpa: “El autobús se demoró algo”. “¿Ha venido en villavesa?” “En bus ¿Cómo si no? En Chile me muevo en metro o en bicicleta ¿Por qué aquí no?”, dibuja sorpresa en su mirada. Es obispo auxiliar de Santiago de Chile desde septiembre pasado, “algo que nunca imaginó”. “El Papa ha nombrado obispo a un párroco de periferia”, describe él mismo. No piensa dejar la parroquia. “En el tema del pastoreo hay que ser personas normales y yo quiero estar en la brega”.
¿Cuál su vínculo con Navarra?
Mis padres son salmantinos. Cuando mi padre terminó sus estudios de Medicina, empezó a trabajar en la naciente Universidad de Navarra. A finales de la década de los 50. Siete de los seis hermanos nacimos en Pamplona: Belén, Andrés, Fernando, Miguel, Carlos y yo. La hermana pequeña, Ana, nació en Badajoz. Nací hace 55 años, en diciembre, nevando. Viví en Pamplona poco más de tres años. Mi padre es médico y sacó la cátedra en la Universidad de La Laguna, en Tenerife. Vivimos la mayor parte del tiempo en Iturralde y Suit y un año en Barañáin y estudiamos en El Redín. Fui bautizado en la parroquia de Cristo Rey. El mismo día en que fui ordenado presbítero por el también navarro D. Miguel Asurmendi, el 19 de junio de 1999, recé ante la pila bautismal de esta parroquia. Ahora obispo he deseado repetir este gesto que vincula el bautismo con el ministerio ordenado, en esta ocasión acompañado por mis padres, Andrés Chordi Corbo y María Ascensión Miranda Regojo, y mi tío Ángel Miranda, salesiano.
Pertenece al movimiento Adsis. ¿Participó en un campo de trabajo en el poblado de Santa Lucía?
A los 18 años conocí la comunidad Adsis en Salamanca. En verano de 1986 un grupo de jóvenes salmantinos participamos en el campo de trabajo en el poblado de Santa Lucía. Esta experiencia marcó mi vida y fue gravitante para optar vocacionalmente por una presencia fraterna y solidaria con los jóvenes y los pobres.
En Santiago de Chile es arzobispo Celestino Aós. Dos navarros al frente de una misma diócesis. ¿Nos puede aportar alguna pincelada de su labor conjunta?
Cierto. Mi arzobispo es de un pueblo cercano a Pamplona, Artaiz. Asumió una patata caliente. Valiente es poco. Ha traído paz y bien en una iglesia convulsionada. Es un hombre sereno La verdad es que apenas nos conocíamos. Yo me presenté para trabajar en una parroquia y como él es Capuchino, alguna vez nos encontramos en alguna celebración de su convento, que forma parte del territorio de mi parroquia, San Saturnino, en Santiago. Sirvo ahora en Yungay, barrio número uno en homicidios, en colores rojo, violeta, verde, negro. No muy creyente, pero hacemos una labor de inserción social y de aliviar el sufrimiento en la comunidad haitiana.
¿Qué radiografía hace de la Iglesia actual?
Me parece importante resaltar que la Iglesia la lleva el Espíritu. Él nos proporciona lo que necesitamos en cada época y lugar. Él nos dio en 2005 a Benedicto XVI y en 2013 al Papa Francisco. El actual Obispo de Roma está muy inspirado por el Espíritu Santo y conduce a la Iglesia a un camino de sinodalidad que nos lleva a escuchar juntos lo que el Espíritu pide a las Iglesias hoy. En un mundo pluralista y desvinculado como el actual, la Iglesia ha de estar más atenta a la cultura y a la sociedad de nuestro tiempo, ser espacio de acogida, diálogo y hospitalidad, de acompañamiento espiritual y reconciliación, capaz de transformar el caos de una multitud de voces en un clima moral de respeto mutuo, comunicación y valores compartidos. Se requiere de pensamientos teológico y de valor para experimentar y ensayar. Necesitamos más carisma que institución.
El papa Francisco llega de la Iglesia Latinoamericana a la que usted fue destinado
Llevo siete años en América Latina, a 11.000 km de donde partí, Vitoria-Gasteiz, mi diócesis de origen. En dicho continente Dios me ha humanizado y he aprendido a no controlarlo todo, a reconocer verdaderamente que Jesús vivió sin metas y sin pretensiones y nunca absolutizó las mediaciones, que hemos de dejar que emerja la vida desde la realidad de las personas y de los pueblos, que disponen de los recursos suficientes para crecer y desplegarse.
¿Su visita a Pamplona responde a algún motivo concreto?
Hay tres motivos que me animaron a visitar Pamplona con mis padres en este mes de vacaciones en mi país. La primera, orar ante la pila bautismal de la parroquia Cristo Rey donde fui introducido a la vida cristiana. La segunda, deseaba visitar a don Francisco, el arzobispo de Pamplona. Y la tercera, visitar a mi tío Ángel y su comunidad salesiana, en Sarriguren.
Le ha recibido el arzobispo Francisco Pérez ¿Conoce la situación de la Iglesia en Navarra? ¿Nos puede aportar su visión?
Esta mañana estuve con don Francisco acompañado de mis padres y de mi tío. Hemos disfrutado del encuentro, atento y cordial, tierno y cariñoso. He sentido el calor y la sabiduría de un hermano pastor que está entregándose hasta el final al servicio del pueblo de Dios encomendado. Me llevo de recuerdo su báculo de madera, procedente de África, que expresa su enorme cercanía a las misiones. Aunque nací en Pamplona, y mi parroquia en Santiago está dedicada a San Saturnino, patrón de Pamplona, apenas sigo la vida eclesial de Navarra. Sé que están organizando las Javieradas para el 4 y el 11 de marzo, una verdadera peregrinación hacia la cuna del patrono de las misiones, San Francisco Javier. Esto me recuerda que antes de partir a Chile en 2015, hice Ejercicios Espirituales en Javier, y allí encomendé al santo patrono de Navarra esa nueva etapa de mi vida como misionero en el país austral.
En la sacristía de Cristo Rey saluda al obispo el párroco, Santiago Cañardo. Este le cuenta que la feligresa Pilar Herranz le manda saludos: “Le hubiera gustado venir, pero es mayor y no puede. Se acuerda de su familia, vivieron en la misma casa en Iturralde y Suit”. “Ah, qué bueno, yo puedo ir a visitarla”, sonríe monseñor con acento chileno. Viste alzacuellos, él utiliza la palabra anglosajona cleriman, aunque reconoce que está más cómodo sin él. “Es una manera de identificarte, ahora que soy obispo, llevo siempre mi alianza, la unión entre el ministerio y el bautismo, y me gusta la cruz de madera de tilo”.

El  cruce de caminos con Artaiz

​Artaiz, lugar de 45 habitantes en el valle de Izagaondoa, ha sido una especie de faro en la vida de Álvaro Chordi. Allí nació Muskilda Braco, su formadora en los tiempos de catequesis en Adsis en Salamanca, a quien debe parte de su vocación. Y de allí es el cardenal Celestino Aós Braco, arzobispo de Santiago de Chile. “Es todo un misterio esta coincidencia y mañana quiero visitar el pueblo”. Lo conoció.

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