Deseos
¿Qué le piden los navarros al nuevo año?
“Salud” es lo que brota de los deseos para el año que asoma con los ecos recientes de la sacudida que en cuerpo, mente y alma provocó la pandemia. La recuperación de los encuentros con familiares y amigos es también un anhelo

Actualizado el 31/12/2022 a las 08:43
Los buenos propósitos como los deseos laten ahora en la conciencia ciudadana con algo más de mesura. El cambio de año, como el de inicio de curso cuando languidece el verano, aparece siempre como punto de inflexión entre el balance de lo conseguido o malogrado y la nómina de buenas intenciones, que es más habitual de lo que parece, aireada o callada.
En la plaza del Castillo, que es como una sala de estar donde se reposa la vida en soledad o buena compañía, un ramillete de expertos en avatares, desengaños y éxitos calmados con el esfuerzo diario coincide en un mismo sentir cuando es interpelado por su deseo para el año entrante. “Salud”, proclaman como un brindis al cielo. “Nadie es experto en la vida. Por mucho que uno sepa, sabe poco”. La reflexión en voz alta de José Luis Goicoechea Ibáñez se apoya en la máxima socrática del “Sólo sé que no sé nada”, que es como invocar a la humildad con la seguridad de pisar sobre tierra firme.

Arrecia el buen humor en las conversaciones de viejos amigos, que acostumbran a hacer de un banco de la plaza lugar habitual de encuentro en el que sopesar la rutina y hablar de lo divino y lo humano. “Nos reunimos todos los días en La Moncloa”, ríe uno de los veteranos componentes de la tertulia, con edades repartidas entre los 69 y 90 años. José Luis Goicoechea nació en Abárzuza en 1951, dos años antes que lo hicieran en el valle de Guesálaz José María Paternáin Garraza, Jaime Michitorena Soto y Jesús Bujanda López. Pedro José Goicoa Alzoz, José Andueza Goldáraz y Juan José López Díaz de Ulzurrun, del mismo grupo de charla, pertenecen a una categoría superior por el grado que concede la experiencia de asomarse a la vida desde los 88, 85 y 90 años, respectivamente.
La salud es también querer en la opinión y sentimiento de Nuria Hernández Fernández, de descanso unos días con su familia en un paréntesis de su cotidaneidad en Barcelona. De igual parecer son Javier Gorriti Alastuey e Iratxe Izaola González, empleados en Cinfa de 38 y 39 años de edad, respectivamente, a la vista de las circunstancias pasadas, que remiten a un tiempo de recogimiento. Su hija, Maialen, nació “en la pandemia”. La secuencia de privaciones para acotar la propagación del mal fue, en su caso como el de tantos padres ante una nueva vida, un ejercicio de conciencia para valorar los pequeños detalles del día a día. El año pasado, por estas fechas, las Navidades fueron celebradas en el núcleo familiar, en atención a las recomendaciones sanitarias que aconsejaban evitar encuentros con personas ajenas al área de convivencia. “Los abuelos son mayores de 70 años y la niña tenía entonces un año”, observan como principio de cautela aplicado. Ahora, tampoco engordará de forma copiosa su mesa con comensales. “La Nochevieja, en petit comité”, resume su pretensión.
"QUE TODO SIGA IGUAL"
La salud, como el trabajo y “que todo siga igual” conforman su carta de deseos, compartida a escasos metros de donde guardan cola pequeños para subir a lomos de las dromedarias y depositar su confianza escrita a los Magos de Oriente que pronto han de volver.
Al hablar de salud, Javier Gorriti repara no sólo en los dos años de la pandemia sino también en los problemas que tienen de cabeza a tantos padres con sus hijos aquejados de bronquitis y bronquiolitis. “Que esto no vaya a más”, confía.

La sensibilidad brota en madres de niños pequeños por las exigencias de su cuidado y por el tiempo arrebatado por el coronavirus a los encuentros que tejen las buenas amistades. “Pasar más tiempo con la familia y con los amigos. Disfrutar más de las pequeñas cosas de la vida”, es lo que pide Jaione Larragueta Virto y subraya su amiga Idoia Zalba Bidegáin. Las dos ven cumplidos sus deseos al coincidir en una mañana bendecida con el sol con María De la Rosa Segura, residente en Andorra y con pasado común. “Con la pandemia -asegura la primera de ellas- nos hemos distanciado un poco la gente en general”. El lamento torna en oportunidad ahora que las restricciones son flexibles. Su petición se manifiesta en la posibilidad de “retomar la vida de antes”.
La lección dada por la pandemia, en forma de aprendizaje de limitaciones imprevistas, ha comportado un ligero cambio en hábitos en la coincidencia en torno a la mesa en las noches que son buena y vieja. “Antes nos juntábamos más. Igual nos hemos acostumbrado con esto de la pandemia a guardar distancia, a estar más apartados”, aprecia Alazne Nieto Sedano, monitora de tiempo libre de Oñate (Guipúzcoa) de un grupo de adolescentes de Bergara, de visita en Pamplona días atrás. “¿Mi propósito para el nuevo año? Independizarme, viajar más y ser mejor persona”. La realidad, desnuda de imposibles pero colmada de intentos, se impone en la manera de pensar de Maialen Mendia Mendiburu. “Gestionar lo mejor posible lo que llegue” cada día es la máxima que guía su pensamiento y hacer. “En la vida -razona- llegan cosas y decir que me toque lo mejor es algo irreal a lo largo de todo un año. La salud nos fallará en algún momento. No somos máquinas. Los médicos no son magos”. Sabe, por su experiencia como fisioterapeuta, de las secuelas que ha dejado la pandemia en cuerpo, mente y alma. Un viaje desde Vitoria junto a su pareja, Iñigo López de Armentia Septién, que estudió Ingeniería Agrónoma en la UPNA, le permite oxigenarse de su rutina.

Como voluntaria en el puesto dedicado a airear las bondades del Comercio Justo en la feria de la plaza del Castillo, María Soria Ibarra diferencia deseos personales -“que tengamos salud y nos vaya como hasta ahora”- de aquellos que resume en un mensaje de paz para el mundo: “Que se acaben las guerras y que los políticos dialoguen demanera tranquila. Sin insultarse”. En calidad de voluntaria de la asociación Proclade, del colegio Claret Larraona, le acompañan en el serv icio de atención del puesto de venta sus hijos, Irati y Jon. “Es importante que ellos vean” la solidaridad.

La cuesta de enero se extiende hasta Semana Santa para parte del sector de la hostelería si el tiempo no acompaña, apunta Luis Martinicorena Amigó, del Casino Eslava. “Lo que le pido al nuevo año es que el tiempo se mantenga en 23 grados y que la gente se deje de ahorrar. El dinero tiene que estar en la calle. Si está en los bancos, sólo gana uno”. No olvida el duro mazazo que sufrió la hostelería con la pandemia. “Hizo quebrar a un montón de bares. Otros debemos dinero y tenemos que seguir adelante”. Como la vida misma.
