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Pamplona Negra 2022

Bruno Pérez Juncá, un tipo de forense que va hasta el alma

El informático forense habló de la reapertura del caso de Helena Jubany

Ampliar Bruno Pérez Juncà, informático forense, centró su discurso en el caso de Helena Jubany
Bruno Pérez Juncà, informático forense, centró su discurso en el caso de Helena JubanyJESUS CASO
Actualizado el 21/01/2022 a las 10:13
Al escuchar la palabra “forense” suelen llegar a la mente series de televisión estadounidenses estilo C.S.I. Las Vegas en las que criminólogos investigan crímenes. Anatómicos forenses abriendo cuerpos en forma de “Y” y descubriendo elementos determinantes que nadie se esperaba hallar ahí. Eso también pasa aquí, aunque los profesionales no disfruten de un nivel de vida tan elevado.
Ahora bien, si se habla de los forenses y se tiene en cuenta que vives en el siglo XXI, se descubrirá que existen los forenses informáticos. En vez de analizar los cuerpos, analizan los aparatos electrónicos que puedan dar evidencias de cómo han sido los delitos o los crímenes. Uno de ellos es Bruno Pérez Juncá y este jueves habló en Pamplona Negra ante una sala llena. Pérez centró su discurso en el caso de Helena Jubany, una joven de 27 años hallada muerta en Sabadell en 2001. El juez, después de estudiar el caso y descubrir varias notas extrañas, puso el punto de mira sobre varios sospechosos. A los pocos meses de comenzar, el juez archivo el caso provisionalmente.
“Después de un tiempo, la madre de Helena quiso recuperar un ordenador portátil que tenía su hija”, explicaba Pérez Juncá a los asistentes. Solo lo quería para trabajar, pero ella no sabía que lo que llevaba en su interior ese aparato raro -en 2001- iba a reabrir el caso veinte años después. “Antes de empezar a usarlo, unos compañeros informáticos del hermano de Helena clonaron el disco duro por si acaso. Y ese “si acaso” lo ha hecho realidad, en parte, el informático forense catalán. “El caso se reabre este año gracias a Crims, un programa catalán que generó un gran movimiento popular”, explicaba. A raíz de esto la familia recibió mucha de información personas que de una u otra manera conocían a Helena en su última época. “Hay un dato muy importante. Explican que Helena estaba pasando un momento de ansiedad porque por el chat la estaban acosando”, añadió.
2001, “el chat”. Suena lejos, pero Helena Jubany ya estaba interesada en este campo. “A pesar de la época, ella tenía ordenador. Estaba aprendiendo los fundamentos de Internet”, apuntaba Bruno Pérez. “En su momento, los investigadores hicieron lo que tenían que hacer. Encender el ordenador y ver qué hay, nada más”, justificaba la acción de los policías hace dos décadas.
PÉREZ RECIBE EL FICHERO
Llega el 27 de mayo de 2021 y este informático anatómico recibe el fichero del ordenador de Helena y comienza a investigar. “Lo primero que tienes que hacer con una imagen forense es montarla”, indicaba técnicamente. “Automáticamente elegimos el fichero que queremos coger y elijo una modalidad: escritura o lectura”, desarrollaba el proceso de montaje en la pantalla de su ordenador. Para entender, Bruno Pérez consiguió ver toda la información que contenía el fichero como si de un USB se tratara. Y no solo eso. Dio un paso más y proyectó en la pantalla el escritorio con todos los elementos idénticos a los que tenía Helena Jubany antes de su muerte.
El contenido de ese “USB” de la víctima estaba perfectamente organizado. “Vemos que Helena tenía un antivirus, sus programas, las descargas y... el mirc. Ese era el programa de chatear”, adelantaba ante un público atento. “Mucha gente no sabe que cuando chatea todo deja registro. En este caso se guardó en una carpeta llamada LOC”, añadió. Pulsó la carpeta. Ahí estaban todos los usuarios con los que había hablado. El último de todos se hacía llamar “Omicron”, un amigo de confianza. “Cómo son las cosas, justo en pandemia ha salido este caso a relucir de nuevo”, comentaba hablando del nombre del usuario.
“La policía miró qué había en el ordenador. Yo miré lo que se ve, qué no se ve y lo que no hay”, señalaba. “El forense sabe dónde están las cosas aunque no se vean”. Por ejemplo, la policía no vio los correos electrónicos porque se suponía que los programas estaban vacíos. Él los descubrió en una “zona de ficheros temporales” y los recuperó. “En estos correos hay información muy importante y se reabrió el caso”, anunciaba el forense.
“La información no se borra”, remarcaba. “Nosotros no vamos al cuerpo, vamos al alma”, reflexionaba. Este es el trabajo de los informáticos forenses, esos profesionales que sabrán decir la hora, el minuto y el segundo en el que te has muerto porque investigarán la actividad de tu smartwatch y verán el momento en el que tu corazón ha dejado de latir. Curioso pero cierto en una época en la que se aporta tanta información a la tecnología.
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