Pamplona Negra lleva a escena el ‘copycat’, el caso de “criminales imitadores e imitados”

“Los criminales son como los virus, siempre aparecen nuevas mutaciones”. Con esta frase, extraída de una escena de la película Copycat (de Jon Amiel, 1995) y protagonizada por la actriz Sigourney Weaver, la criminóloga y jurista especializada en psicopatía Paz Velasco de la Fuente arrancaba este miércoles la tercera jornada de El crimen a escena del Pamplona Negra, en el que desgranó, con una sala prácticamente completa, la figura de los copycat killers o ‘asesinos imitadores’. Precisamente, unos minutos antes, la directora del festival, Susana Rodríguez Lezaun, ya había advertido que “la imitación es una habilidad clave de la especie humana”. “Todos nosotros hemos tratado de imitar a otra persona utilizando la observación y el aprendizaje. Imitamos modas, imágenes, sonidos, personalidades y sobre todo conductas. Y en el crimen también hay ‘imitadores’ e ‘imitados”, había dicho. Velasco comenzó su exposición explicando que existen tres tipos de imitadores o copycat killers: el copycat puro y duro, por así decirlo, que es el menos habitual, porque tienen que coincidir varios elementos en los crímenes; el copycat de ficción, en el cual el asesino se identifica con un personaje literario o cinematográfico, que le exhime de su conciencia; y el copycat de motivación o asesino shutter, muy habitual en EE UU, en el que el crimen suele ser masivo y el escenario, centros comerciales, universidades o escuelas. Autora del blog Criminal-mente.es, Velasco relató que el primer criminólogo que habló de imitación fue el francés Gabriel Tarde (1843-1904), que acuñó la teoría de que “el crimen se aprende”. “Se aprende por moda, costumbre y tradición en los ambientes sociales que predisponen a la delicuencia, y gracias al método de ensayo prueba-error”, reflexionó Tarde, cuya teoría terminó de afianzarse con el canadiense Albert Bandura (1925-2021), que en el año 1977 desarrolló la idea del “aprendizaje vicario a través de la observación”. UN 'COPYCAT KILLER’ PURO “Y si el crimen se aprende, ¿qué define a un copycat killer puro?” se preguntó Velasco y expuso al público, antes de detallar los ocho elementos que unen al imitador y al imitado, poniendo como ejemplo a Heriberto Seda, copycat killer del asesino del Zodiaco. “En primer lugar, un periodo temporal mensurable entre los asesinatos”. En el caso expuesto, Heriberto Seda, que fue conocido luego como ‘el Zodiac de Nueva York’ tuvo la oportunidad -según remarcó Velasco-de aprender durante veinte años de su maestro, ya que sus víctimas fueron asesinadas entre 1990 y 1993, dos décadas después de las que había matado en San Francisco el asesino del Zodiaco original (1966-1970). “El copycat es siempre un imitador de un asesino en serie (múltiple y sistemático) y tiene claramente la intencionalidad de imitarle y hacérselo saber a la prensa y a los investigadores”, prosiguió Velasco durante su intervención en el festival Pamplona Negra, que señaló que, en ambos casos, hubo cartas enviadas a los medios de comunicación y a la policía avisando de que iban a cometer una serie de crímenes, para ver si eran capaces de atraparlos. Precisamente, el error cometido con una de estas cartas fue el culpable de que Heriberto Seda, al contrario que el asesino del Zodiaco original- que nunca fue identificado ni detenido-, fuera condenado a 232 años de prisión, porque contenía sus huellas dactilares. También el imitador y el imitado -prosiguió Velasco- comparten modus operandi (tipo de víctimas, utilización de armas de fuego, etc), así como “el afán de notoriedad que le otorgan sus crímenes”. “Sin embargo, hay tres aspectos -remarcó la investigadora- que nunca podrán replicarse: la motivación, que puede ser una satisfacción sexual o una demostración de poder; las conductas, como pueden ser la necrofilia o el sadismo, ya que para ello ambos tendrían que tener la misma personalidad; y la firma psicológica del asesino”. LAS NIÑAS DE SAN FERNANDO Y para ilustrar el fenómeno del copycat de ficción, Velasco trajo a colación uno de los pocos casos de asesinatos por imitación españoles que existen: el caso de Iria y Raquel, las dos adolescentes que en el año 2000 acordaron asesinar a su amiga Klara García en San Fernando (Cádiz) de 32 puñaladas. Según detalló la criminóloga, ambas chicas fantaseaban con la idea de cometer un crimen tras haber leído Reino de tinieblas (1992) de Dean Koontz, que luego fue llevado al cine con la película Asesinos del más allá. Sin embargo, el detonante que hizo que la fantasía se convirtiera en realidad fue conocer el protagonismo mediático que tres meses antes había tenido José Rabadán, el asesino de la catana. El menor, que mató a sus padres y a su hermana pequeña, recibió cartas de admiración en la carcel escritas por las dos jóvenes. “Raquel e Iria querían ser famosas y salir en los medios, como Rabadán, -concluyó Velasco-. Y como él, querían saber qué se sentía al matar a alguien, confesaron”. La intervención de Velasco suma un capítulo más a la sección El crimen a escena de este año, en la que se ha hablado de dos crímenes reales ocurridos en Burlada y Estella y dos agentes de la Guardia Civil han explicado en Pamplona Negra qué herramientas utilizan para investigar las circunstancias de la escena del crimen.

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