San Fermín
1998. Cuatro mansos huidos en el encierro y cinco agentes municipales al rescate
El encierro del 7 de julio de 1998 protagonizó aquellos Sanfermines, ya que la entrada de cuatro cabestros en la calle Tejería por la tardía apertura del portón abatible provocó un buen susto a los asistentes. Los encierros han cambiado mucho desde entonces en varios aspectos

Actualizado el 27/06/2018 a las 06:00
Primer encierro de los Sanfermines de 1998. Los corredores suben por Estafeta y detrás, cerca, lo hacen también los toros. Todo transcurre con normalidad, hasta que cuatro cabestros de cola deciden "huir" por la calle Tejería tras sortear uno de los portalones abatibles del vallado.
En Policía Municipal de Pamplona todavía se acuerdan de lo sucedido hace 20 años. “Fue la anécdota de aquel año, pero todo quedó en un susto”, cuentan fuentes del cuerpo municipal. Y tanto que fue un susto, sobre todo para los espectadores y miembros de la Cruz Roja que se encontraban cerca. El bar Casa Juanito, en la esquina de las calles Estafeta y Tejería, se convirtió en un refugio para muchas personas que, al ver la puerta abierta, no dudaron en entrar. Otros, quizá por ser más ágiles o por falta de alternativa, se colgaron de cañerías y ventanas. En toda esa vorágine no les dio tiempo a darse cuenta de que se trataba de cuatro cabestros y no de toros.
“La puerta del final de Estafeta se cerró por el posible retorno de los toros que acababan de pasar hacia la plaza. Los agentes tendrían que haberla abierto de nuevo para dejar paso a los cabestros”, comentan desde Policía Municipal. Pero no pudieron hacerlo por la afluencia de público, según un testimonio del cuerpo que se recoge en el Diario de Navarra de aquel 8 de julio de 1998: “El alto número de corredores que subían por Estafeta nos ha dificultado la operación”.
A pesar del susto, los agentes de Policía Municipal que se encontraban cerca actuaron rápidamente y les tocó ejercer el pastoreo, como pudieron, ayudándose de sus porras para reconducir a los cabestros al recorrido habitual del encierro.
LOS ENCIERROS DE HACE 20 AÑOS
Esto fue lo que ocurrió en 1998. Pero, ¿cómo hubiese ocurrido ahora el incidente, 20 años después? Todo ha cambiado mucho desde entonces, tanto el recorrido, como los corredores y los toros. Desde hace unos años, los encierros que se viven en Pamplona son muy diferentes, sobre todo por el elevado número de personas que se propone recorrer 840 metros delante (o cerca) de los toros.
Esto se puede apreciar de un vistazo, comparando las imágenes de aquella noticia del 8 de julio de 1998 con las de los últimos encierros. “Posiblemente en aquel momento correrían el encierro unas 1.500 personas, mientras que, por ejemplo, en 2017 se alcanzó una media de 2.200 corredores al día. Ha habido años en los que se han alcanzado los 4.200 en un solo día. Nos habituamos a la realidad que tenemos y adaptamos las medidas que sean necesarias para mantener la seguridad”, dicen desde Policía Municipal.
TODOS A SUS PUESTOS
Otra de las principales diferencias es la distinción de cargos en el encierro. Ahora el número de personas que velan por que todo transcurra con la mayor normalidad posible es mayor. Hay más servicios sanitarios, agentes de seguridad, responsables de limpieza, pastores, carpinteros… A su vez, las funciones que tiene cada uno se han delimitado mejor. “Sin embargo, hace 20 años, la comunicación era más fácil, más fluida entre los diferentes grupos profesionales. Éramos muchos menos y nos ayudábamos entre todos en lo que podíamos. Si a un agente le tocaba ayudar a los pastores a reconducir a unos cabestros, lo hacía. Nos conocíamos entre todos, siempre éramos los mismos y las relaciones eran mucho más cercanas”, explican fuentes de Policía Municipal. Aseguran que esa delimitación de funciones es lógica, ya que se pretende que ante mayores riesgos, la seguridad aumente en consonancia.
Sobre la valentía que demostraron aquellos agentes que no dudaron en reconducir a los cabestros, desde Policía Municipal también comentan que estaban más habituados a “convivir” con los animales, y sabían diferenciar un toro de un cabestro con facilidad. “Hace 20 años este cuerpo se encargaba de velar por la seguridad de los animales durante la noche en los corralillos de Santo Domingo. Pasaban tiempo cerca de los animales, incluso tenían que tranquilizarles con mangueras de agua si era necesario. La relación era diferente”, cuentan.
“LOS TOROS SON ATLETAS”
Otro rasgo que diferencia a los encierros de hace 20 años de los de ahora tiene que ver con su protagonista: el toro. Las ganaderías se esfuerzan año tras año por que sus toros puedan participar en los encierros de San Fermín. “Hoy en día los toros son atletas. Unos animales de 600 kilos son capaces de recorrer 840 metros sin apenas fatigarse. Es una barbaridad. En 1998 era muy habitual que los toros se parasen en varios puntos del recorrido, sobre todo al finalizar Estafeta. Por eso se tenía que compartimentar, para impedir que retornasen”. Actualmente los encierros son más rápidos, tanto por las características de los toros como por las medidas que se han tomado. “Por ejemplo, echar antideslizante en Mercaderes fue un gran avance, que favorece que la manada no se separe y que ningún toro se dé la vuelta”.
LOS PORTONES ABATIBLES
El sistema de cierre de los portones abatibles a lo largo del recorrido sigue existiendo, pero este está, lógicamente, actualizado. Desde lo ocurrido en 1998, recuerdan que muy pocas veces más se han tenido que cerrar las puertas. “El vallado ha ido también evolucionando con el paso del tiempo. De los errores se aprende, y los Sanfermines no permiten hacer ensayos previos. Las mejoras que se han producido han sido, por suerte y por desgracia, debidas a errores o inconvenientes que han ido surgiendo en los propios encierros”, aseguran desde Policía Municipal. Entre esas mejoras se encuentra también la del doble vallado.
Es muy difícil que hoy se volviera a repetir lo sucedido en los Sanfermines de 1998. La velocidad de la carrera y la poca probabilidad de que un toro o un cabestro se den la vuelta, hacen deducir esto. A pesar de que el riesgo, por diversos factores, sea mayor, el trabajo de todos los cuerpos y colectivos hace que las carreras sean también, año tras año, más seguras.