"¿Nos estamos cargando la familia?"
Hemos nacido de una familia, hemos vivido en familia, hemos hecho unos vínculos afectivos en la familia y con una madre de familia… Todo lo tamizaba, lo dirigía, lo controlaba la madre de familia. Ha sido así durante siglos, y así era de manera normalizada hasta la adolescencia, cuya tormenta cerebral y por ende emocional, tiraba por tierra ese padre tan sabio y esa madre tan protectora…, pasando a ser enemigos acérrimos -más hormonales que reales-, de esa unidad familiar. Pero pasaba la adolescencia y las aguas volvían a su cauce con ciertas heridas menores, que se llamaban madurez y con diferencias significativas pero no en lo básico: los mismos vínculos, orientaciones en momentos de zozobra y consejos volvían a ser el motor de una sociedad que habíamos constituido durante miles de años. Eran nuestras raíces, nuestros puntos de apoyo, nuestra identidad.
Nadie duda que en una estructura socio familiar ha habido y habrá de todo, bueno y menos bueno, incluso de amor con vínculos afectivos rotos, tóxicos, acosos, micromachismos y hasta muertes en el hogar, en el seno de las familias desestructuradas o no… ¡Amar y matar por amor! Claro que es terrible, para eso hay que legislar con criterio, plantear apoyos psicosociales, ayudas educativas dentro y fuera del hogar… Pero no debemos olvidar que, a pesar de tantos infortunios, de tantas emociones mal traducidas, con mucho egoísmo e intereses personalistas, la familia sigue siendo una gran célula que ha mantenido la sociedad en un estado de equilibrio, de una economía equilibrada, de un nivel medio social y de una prole cada vez más preparada y con mejor salud, incluso con la tan olvidada salud mental, gracias al cuidado de la familia, con unos hábitos aprendidos en ella -en la familia- durante nuestra infancia, adolescencia y juventud.
Entiendo que somos olvidadizos, derrotistas, pesimistas y por esa ley de la adaptación hedónica, que es genética, nos aburrimos de aquello que tantos beneficios nos ha reportado en el tiempo. Y, el cambio se va produciendo lentamente, sin darnos cuenta, sin madurez y sin reflexión suficiente de lo que estamos haciendo y buscando caminos que nos destruyen la verdadera familia que todos hemos vivido… Conservar aquello que nos ha hecho fuertes, aquello que nos ha enseñado a amar, vivir unidos, con unos vínculos fuertes que nos agarran a nuestros valores y que nos hacen más libres porque tenemos la capacidad de decidir y valorar lo que es bueno para nosotros y lo que nos aparta de nuestras fortalezas. Hoy predomina mucho más en las familias la tolerancia, la flexibilidad para adaptarnos a los cambios, adoptando conductas que nos ayuden a valorar las identidades particulares de cada integrante de la familia.
Pero, sin dejarnos guiar hacia una deriva destructiva que no tenemos experiencia futura y qué beneficios nos traerá a la larga… Se suceden a tal velocidad que no da tiempo para asimilarlo y más aún cuando la moral social-comunista plantea el pensamiento único y una ideología sin valores, sin consenso social suficiente y para amplios sectores denota una profunda decadencia moral con consecuencias sociales y económicas muy negativas, que tienen sabor a estar cargándonos la familia.
ETIQUETAS