"Cada vez tengo menos paciencia cuando un médico me trata como un culpable que estuviera consumiendo los recursos sanitarios poco menos que por capricho"
Ha habido manifestación por la salud pública y contra Ayuso, y aquí vienen los nuevos santos de la nación que son los médicos de Madrid, seres de luz a los que Isabel Díaz Ayuso azota con liberal virulencia por no sé qué inquina. En pandemia, hasta les abrió un hospital y los sanitarios que contrataban para ir a trabajar allí renunciaban porque tenían que coger el metro y no les venía bien. La pandemia fue una prueba para los médicos como la guerra lo es para los soldados. Yo que vivo rodeado de ellos vi aquellos ojos vacíos después de todo un día jugando a ser Dios y teniendo que decidir quién vivía y quién, no. Porque durante la pandemia, muchos médicos fueron el héroe que esperábamos que fueran y otros, no lo fueron porque a la hora de la verdad, no todos damos de sí lo mismo y eso es así, qué le vamos a hacer. Una doctora que yo me sé porque es la mía, volvía a casa por la noche con la esperanza hecha unos zorros y acunaba a sus hijos en la oscuridad de aquel mundo nuestro que se hacía pedazos como una magdalena en la leche. Y al día siguiente, volvía a empezar. Claro que en lo humano, entre unos y otros hay eso que se llama ‘horquilla’, así que un día escuché a una doctora de Madrid quejarse en la radio de que “el otro día una compañera había salido a las cinco de la tarde”, que en pandemia es como si el soldado se queja de que tuvo que andar todo el día con una mochila por un bosque en busca del enemigo. Los médicos están cansados. Yo también. Cada vez tengo menos paciencia cuando un médico me trata como un culpable que estuviera consumiendo los recursos sanitarios poco menos que por capricho. El otro día, a la niña mediana, después de un mes entero doliéndole la barriga, nos recomendaron que le enseñáramos a gestionar las emociones y le recetaron yoga para asumir no sé qué sentimientos que estaban conectados con el intestino y con una capacidad para actuar propia de un Goya. Luego una niña de Valencia se muere con una peritonitis y tres visitas a urgencias porque todo el mundo pensó que sería un virus, que los padres serían primerizos, que se lo estaban inventando.
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