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Carta al cabestro Cristiano Ronaldo

Avatar del Chapu Apaolaza Chapu Apaolaza21/06/2022
Querido Cristiano Ronaldo, veloz cabestro. Me he enterado de que este año no vendrás a los encierros de Pamplona y ya ando echándote de menos. Tus pezuñas como pimientos, tus cuernos de guindilla, el aullido grave e indolente de tu cencerro, hasta tu aire intelectualón como de leer a Joyce. Nos habíamos hecho amigos, tanto tiempo juntos. No sé cómo llegamos a esta intimidad nuestra tan extraña entre un hombre y un buey, será de tenerte tanto detrás como una sombra y de llevarte conmigo todas las mañanas. Me llené de ti, Cristiano, tanto me triangulaste las espaldas, tanto me olisqueaste las zapatillas y los riñones y los bolsillos, tanto me llenaste de babas que te llevé conmigo mucho tiempo y de tanto encontrarte abriendo manada en la Cuesta, por todas partes creía ver cabestros. Pepe Caballero Bonald escribió ‘Toda la noche oyeron pasar pájaros’ y nosotros todas las mañanas escuchamos pasar cabestros, un día tras otro, como una profecía. Si te digo la verdad, en la Cuesta si me echan cabestros, pues cabestros, que entre los muros ahí bajo la hornacina tampoco tiene uno el cuerpo para exquisiteces. Al fin y al cabo, nunca he sido demasiado exigente con el encierro: con aguantar la patata hasta el cohete y llegar de pie al Almuerzo de los Milagros, pues tenía bastante. A la vida hay que pedirle lo justo, Cristiano. Claro que fue un poco raro eso de que los protagonistas fuerais los mansos; ya sabes que los mozos no deberíamos tener nombre y que aquí el único rey es el toro. Fíjate si andaban haciendo crónicas en las teles de vuestras carreras y de si en la alineación del encierro de Cebada ibais a ser titulares tú o el otro al que llamaban Messi como si en los corrales de la plaza hubieran puesto una zona mixta y en Labrit la fan zone. Esto no es fútbol, qué quieres que te diga. Claro que lo hacías muy bien: menos heridos, menos sustos y menos toros sueltos, y que todo se fue un poco de madre, pero a los compañeros les entró con razón el vértigo de un encierro esterilizado donde reine la seguridad. El encierro es emoción porque se encuentran la vida y la muerte, Cristiano, y aquí hemos venido a jugar. Cuídate. Un viejo amigo.
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