"No podíamos dejar que todo esto se quemara. Perder los pueblos. Teníamos que poner nuestro granito de arena. En los montes no podemos trabajar con nuestra maquinaria para controlar el avance del fuego, pero sí en los campos, que estaban aún sin cosechar y eran auténticos polvorines. Y así lo hicimos, con esfuerzo y con la solidaridad de muchos compañeros”. Decenas de
agricultores navarros, de forma voluntaria y aportando su maquinaria, sin reparar en gastos, se han volcado durante los últimos días en labores de prevención, control y extinción de los
grandes incendios que han afectado a un amplio territorio que abarca desde el
valle de Etxauri a la comarca de Sangüesa, pasando por la
Valdorba y la Zona Media.
Pasado lo peor de la emergencia, y con el susto aún en el cuerpo por ver el fuego rondando sus hogares, algunos de estos agricultores reconocían ayer que “las autoridades no siempre pusieron fácil el trabajo”, un apoyo a los bomberos que resultó clave en algunos momentos del desarrollo de los
incendios, como en
Gallipienzo, cuando el lunes por la tarde todo parecía que acabaría en tragedia. Realizar
cortafuegos en torno a los pueblos, habilitar accesos a fincas, guiar a los equipos de extinción por caminos... han sido algunas de las labores desarrolladas por estos vecinos.
TRABAJO CON APOYOS
“Esto no querría volver a vivirlo. El lunes por la noche casi se nos quema el pueblo”. Rubén Mateo Solanas, de 31 años y vecino de Gallipienzo, además de alcalde del municipio, es uno de la veintena de agricultores que se volcaron en evitar el avance de este fuego. “Nos íbamos coordinando según se daba la situación, siempre en contacto con policía, guarderío, bomberos y Unidad Militar de Emergencias (UME)”, explicaba ayer. “Estábamos gente del pueblo, pero también llegados de Cáseda, San Isidro del Pinar, Ayesa, Eslava, Sada, Sangüesa... de toda la comarca”, refería, reconociendo que “el móvil no dejaba de sonar, con amigos y conocidos ofreciendo su maquinaria para colaborar”.
La labor principal fue “cosechar campos, retirando el grano y picando la paja”, para después “labrar los restos y envolver esa paja con la tierra”, evitando que esos cultivos ya dorados pudieran ser pasto de las llamas. “El peor momento fue el lunes al anochecer. Tuvimos que salir porque teníamos el fuego encima. Por suerte no saltó el cortafuegos que habíamos preparado”.
Quiso recalcar además que todo este trabajo debería ayudar a prestigiar la labor del agricultor y de los vecinos de las zonas rurales. “No se nos valora nada, todo es subir impuestos y costes. Echamos en falta más apoyo de la Administración”.
SIN REPARAR EN GASTOS
En el vecino pueblo de Eslava, donde las llamas del mismo incendio procedente de Ujué y San Martín de Unx rodearon el casco urbano por dos flancos, también se organizó un contingente de protección promovido por los agricultores locales. “Estuvimos trabajando con 2 cosechadoras, 4 tractores arando la tierra cosechada, 3 llevando grano y 2 cisternas con agua movidas por un tractor y un todoterreno. Además, vino gente de Sada, Aibar, etc., con 4 tractores más. La solidaridad ha sido brutal”, referían ayer Carlos Rodríguez Eguilaz, de 54 años, y Fran Samper Carrica, de 55, agricultores de Eslava.
Liberaron de trigales las fincas más próximas al pueblo, y se realizaron cortafuegos en torno a ellas de 5 metros de anchura. “Ahora, si llega el fuego, aquí no prende”, aseguraban. El pueblo se desalojó el domingo por la tarde, y fue cuando empezaron su labor. “La UME nos dio permiso, pero luego Policía Foral vino a decirnos que estaba prohibido cosechar, así que perdimos toda la mañana del lunes. Podíamos haber hecho más”, lamentaban.
También en este dispositivo participaron los vecinos Ignacio Barber Zulet, de 77 años y alcalde de Eslava, y Jesús Ángel Guillén Ayape, de 57 años. “Hemos vivido momentos de miedo y de impotencia total. Se ha visto cierta descoordinación entre las autoridades”, referían ayer, algo más tranquilos especialmente por los 15 litros de agua registrados tras una tormenta nocturna, “toda una bendición”.
Su labor, además de para elaborar cortafuegos en el perímetro del casco urbano, fue clave asimismo para salvar de las llamas el yacimiento romano de Santa Criz. “El martes, cuando parecía calmarse la cosa, de repente vimos humo salir de ese entorno. Fuimos los primeros en llegar, y atacamos ese rebrote con bateadores y cisternas de agua”.
Agradecían la “colaboración y muestras de apoyo de ayuntamientos y vecinos de la comarca, ofreciendo material y alojamiento”. “Aquí todo se ha hecho por propia voluntad, sin poner reparos, y con fondos propios, de forma altruista. Todo por el bien común, por salvar los pueblos”. La cooperativa La Sarda de Tafalla ha abierto una campaña para recabar fondos y apoyar la labor delos agricultores que han trabajado en labores de extinción.
Rubén Mateo, agricultor de Gallipienzo
“El móvil no dejaba de sonar, con amigos ofreciendo su maquinaria para colaborar”
Jesús Ángel Guillén, agricultor de Eslava
“Todo se ha hecho por propia voluntad, sin poner reparos, y con fondos propios, de forma altruista”
Avelino Ojer, agricultor de Lerga
“Me preocupaba la salud del pueblo, que el fuego no llegara a las casas, aquí está mi vida”
AL PIE DEL CAÑÓN
Avelino Ojer Valencia, agricultor jubilado de Lerga, quiso participar también de forma activa en la defensa de su pueblo. “No me conformaba con irme y esperar, quería estar al pie del cañón y apoyar”, afirmaba el miércoles, a sus 83 años. En este dispositivo local participaron “cinco agricultores, la mayoría veteranos”.
“Me preocupaba mucho la salud del pueblo, intentar que el fuego no llegara a las viviendas. Aquí está toda mi vida”, indicaba Avelino, quien años atrás se había tenido que enfrentar a “varios fuegos”. “Pero nunca vi uno tan grande. Esto era enorme, imposible acercarse”, sentenciaba.