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Obituarios

Mayalen García-Mina, la última de Eusebius

Mayalen García-Mina es la última hija de Eusebius, famoso crítico musical de ‘Diario de Navarra’ entre los años 1920 y 1940

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Mayalen García-MinaCEDIDA
  • Daniel Ramírez García-Mina
Publicado el 11/03/2022 a las 08:14
Había algo en la sonrisa de Mayalen García-Mina muy difícil de encontrar en las sonrisas convencionales. De una comisura a la otra, asomaba toda una revolución. Era un gesto libérrimo, el del humor sobrevivido a 96 años de contracorriente.
Por eso, la risa de Mayalen era la risa de lo posible. La prueba irrefutable de que la vida arroja felicidad suficiente para seguir adelante. Los más valientes, como Mayalen, consiguen agarrar esas estrellas fugaces en mitad de la oscuridad y se las tatúan en el rostro.
Qué risa la de aquel día en que, sentada en el José Luis, se le acercó una señora y le dijo: “Cuánto tiempo, qué alegría, a ver si comemos juntas la semana que viene”. Mayalen le dijo a todo que sí y, cuando se fue, musitó: “No sé quién es”.
Mayalen se nos apareció como el gran Eusebius a aquel director de Diario de Navarra, como una mujer de la corte alborotada y loca de Dionisos. En vez de los puntos cardinales, igual que él, siempre prefirió la flor olorosa del jardín.
Colgados de su espalda, viajamos a épocas duras, de guerra y metralla. Pero las vimos protegidos desde el presente, a través de esa mirada suya tan libre, tan divertida, tan eusebiana. Mayalen fue nuestra mejor embajadora en la Nave de Baco.
Qué familia la suya, qué casa aquella en las alturas de la Plaza del Castillo. Con un padre empeñado en traer a Pamplona a los mejores músicos de Europa. Con unos hermanos niños que, al borde del 36, tenían libertad para afiliarse al partido político que quisieran: nacionalistas, republicanos, falangistas, carlistas… ¡Bendita locura, Eusebius!
Ahora, probablemente, Mayalen esté a bordo de la Nave. A la derecha de su padre. Habrá probado de nuevo, de su mano, el anís. Y ya no le habrá sentado mal. Habrá notado ese ardor en la garganta, ese mareo, esas ganas de permanecer.
Porque las almas como la de Mayalen tienen que estar en alguna parte. Sería un crimen pensar que su carácter se ha evaporado. Todavía le escuchamos, desde ese lugar, golpear el gong que había en su casa. Pero ya no lo toca con cada uva de año nuevo, sino en cada momento importante, triste o feliz, de la vida de sus hijos, nietos y sobrinos.
¡Gong, Mayalen, gong! Ya notamos su aliento en el cogote. Un aliento socarrón, a ratos severo, siempre sincero. ¡Gong, Mayalen, gong! Qué suerte haberla conocido, haber querido con ella, haber extraído de este viaje las notas más bonitas de la partitura.
El día que murió su padre estaba en la playa. Volvió corriendo a casa. Ahora ha muerto Mayalen y, desde distintos lugares, desde nuestras playas, hemos venido con ella a casa. Que Mayalen no descanse, que no descanse nunca. Sabemos que está ahí. Gong, Mayalen, gong.
Daniel Ramírez García-Mina es periodista y escritor, autor de la biografía del padre de la fallecida. ‘Eusebius, capitán de la Nave de Baco’
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