Obituario
Araceli Recarte Amadoz, 15 años al servicio de los enfermos de cáncer en Navarra

- Luis Landa El Busto
La vida consiste en un breve recorrido por este mundo de un centenar de años, como máximo, para desembocar en el final de nuestros días. Cuando estamos saboreando el gusto por vivir, se trunca el disfrute de los sentidos y la muerte llama a la puerta. Es el destino de todo viviente.
Araceli Recarte Amadoz nació el 29 de mayo de 1944 en Amorebieta (Vizcaya). Su padre, Lucio de Marcilla, era encargado de la Compañía de Ferrocarriles Vascongados, que unía Bilbao con San Sebastián. Araceli, su madre, procedía de Murillo el Cuende (Murillete), donde pasaba los veranos en su juventud y allí ha sido enterrada. Araceli trabajó durante su vida laboral como ATS de Telefónica atendiendo a la plantilla tanto en el Casco Viejo como en San Juan. Sus convalecientes la consideraban como una mujer agradable, entregada, siempre dispuesta a curar y aliviar sus indisposiciones.
Contrajo matrimonio en la ermita de San Pelaio en Bakio (Vizcaya) el 30 de abril de 1970 con Rodolfo Álvarez, médico de la empresa Super Ser, Matesa y definitivamente en el Ayuntamiento de Pamplona. Araceli pertenecía a un grupo de amigas que se reunía todas las tardes.
Al jubilarse, se inscribió en la Asociación Española contra el Cáncer en Navarra (AECC). Dedicó 15 años en cuerpo y alma a los enfermos, visitando hospitales, clínicas, geriátricos y hogares a los más necesitados; les preparaba para aceptar con resignación el fatal resultado de la prueba ante el médico. En especial, Araceli daba apoyo físico y emocional para que alejaran la tristeza, la depresión, la ansiedad y el aislamiento. Ante todo, preparaba a los que se rebelaban y no aceptaban su enfermedad del cáncer. Araceli era sinónimo de altruista y cumplía las palabras de Neruda: “Si nadie nos salva de la muerte, al menos que el amor solidario nos salve de la vida”.
Sin embargo, la vida es una paradoja. Después de quince años sufriendo el cáncer en los cuerpos de los demás, tuvo la desgracia de padecerlo en sus carnes. Los consejos que tantas veces había recetado a decenas de personas, se tuvo que aplicar a sí misma. Araceli, como enferma, fue un modelo para sus compañeros de cáncer. Paciencia, entereza, tesón y espíritu religioso le sirvieron para encauzar los casi tres años de vida que le quedaban.
Tuvo el apoyo incondicional de la familia, que estuvieron en todo momento con ella. Rodolfo su esposo, sus hijos Lucía y Gabriel con sus parejas Fermín y Meghan fueron piezas clave para su consuelo. Sobre todo su nieta Nora de cuatro años le sirvió de aliciente e ilusión para mantenerse firme. Resaltar también la intensa colaboración de la Asociación contra el Cáncer y el grupo de amigas de toda la vida en Pamplona, que le apoyaron con su presencia.
Araceli falleció el 9 de febrero de 2022 a los 77 años. Al siguiente día, las decenas de personas que se acercaron al tanatorio y participaron en la misa funeral en la iglesia del Huerto fueron la demostración de la cantidad de amigos que dejaba. Araceli cumplía con el pensamiento de San Agustín: “Debes vaciar tu corazón lleno de amor, para que pueda ser llenado de aquello de lo que estás vacía”. Araceli “no está ausente, sino invisible. Tiene sus ojos llenos de gloria celestial y mira a nuestros ojos llenos de lágrimas. DEP.
El autor es amigo de la familia.
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