Dos agentes de Guardia Civil ponían una multa a un conductor, cuando su hijo comenzó a convulsionar
Nunca antes una multa pudo ser más oportuna. Todo ocurrió el pasado 30 de abril. Agentes de la Guardia Civil instalaron un control rutinario en el kilómetro 11 de la N-121-A, a la altura de Olave. Sobre las 16.00 de la tarde pararon un todoterreno Land Rover. En su interior viajaba un padre con su hijo, de dos años de edad.
Los agentes comprobaron que el padre había colocado mal el sistema de retención infantil, y por lo tanto, procedieron a realizar la correspondiente denuncia administrativa. Hasta aquí, todo es normal.
Justo cuando uno de los agentes se había situado a la altura de la ventanilla para explicarle cómo debía realizar el pago, el pequeño comenzó a tener espasmos. El padre no podía tener en ese momento mejor compañía: “Explicó que no era la primera vez que le ocurría, pero que era vital trasladarlo a un centro sanitario”. Dicho y hecho.
Mientras los dos agentes se subían a su vehículo, encendían las sirenas, y activaban las señales acústicas, se pusieron en contacto con el COS (Centro Operativo de Servicios), para preguntar por el centro más cercano.
En una carrera contrarreloj, abrieron paso al Land Rover. Llegaron al centro de salud San Fermín, donde el personal sanitario ya le estaba esperando.
Poco después, a las 16.49 los servicios médicos informaron de que el menor se había recuperado y que no corría peligro. Por precaución fue trasladado al Hospital Materno Infantil del Complejo Hospitalario.
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