Juan Peralta es un chaval de 32 años de
Figarol. Es
ciclista,
pistard de velocidad. Hasta junio, su vida deportiva siempre había consistido en intentar ser el más rápido del velódromo en pruebas como
velocidad, kilómetro y keirin. Dinamita en las piernas, precisión de cirujano en el manejo de la bici y cerebro de ajedrecista para leer la carrera. Con decenas de títulos de
campeón de España en su palmarés y presencia en los
Juegos de Londres y de Río, su timón había puesto
rumbo a París 2024. Pero el pasado
20 de junio la vida de Peralta se paró en seco.
“Llevaba casi tres meses en el que tenía cierta sensación de mareo e inestabilidad, con molestias en las cervicales. Pensé que podía ser algo derivado de la intensidad de los entrenamientos. Paré una semana, pero no se me pasaba. Acudí al médico, me hicieron una resonancia magnética cervical y otra cerebral, y me detectaron un tumor en el bulbo raquídeo”, comentaba ayer el ciclista navarro. “Cuando me dieron la noticia entré en shock. En tres días iba a irme a una Copa del Mundo en Colombia y ahora me enfrentaba a esto. Mi pensamiento no fue pensar voy a morirme, sino que mi situación dependía del equipo de cirugía y estaba preocupado en no poder quedar bien”.
Juan Peralta fue intervenido el 22 julio por el equipo de neurocirugía del Hospital Universitario de Navarra encabezado por la doctora Idoia Zazpe “a la que siempre estaré agradecido”. Entró en quirófano a las 8 de la mañana y salió pasadas las cuatro de la tarde. La intervención debía abordar y eliminar un tumor de un tamaño considerable, que se encontraba alojado e irrigado en un punto de difícil acceso en la unión bulbo medular de la fosa posterior cerebral. La intervención tenía dos riesgos. El neurológico, por la localización, profundidad y ramificación del propio tumor y sus consecuencias para funciones esenciales (movimiento, etc) y el sangrado del tumor.
Lo pasé muy mal con la incertidumbre de no saber si el tumor cerebral del que me operaron era benigno
Peralta permaneció dos días en la UCI, y una semana más ingresado. Transcurrieron 20 días hasta que los médicos le comunicaron qué tipo de tumor habían extirpado.
“Lo pasé muy mal con la incertidumbre de saber qué tumor tenía. Mi familia sufrió mucho en ese proceso. Después ya asumes y afrontas lo que hay”, explica el pistard. “20 días después de la operación me dijeron que el tumor era benigno, y ahí respiré muy aliviado. Aunque reconozco que el momento más emocionante fue al despertarme de la operación y ver que podía hablar, mover las manos y los pies con normalidad”.
APOYO DE PATROCINADORES
A partir de entonces Juan Peralta inició un largo periodo de recuperación. La dura cirugía para extirpar el tumor tuvo sus consecuencias. El pistard presenta cierta limitación de fuerza y movilidad en su brazo izquierdo por afectación del nervio espinal, además de ocasionales problemas de estabilidad. Durante tres días a la semana acude a neurorehabilitación a la Clínica Ubarmin, la evolución es positiva.
Los ciclistas de pista, como Juan Peralta, subsisten con la ayuda de sus patrocinadores privados y las becas deportivas. A pesar de los problemas físicos, los dos patrocinadores del pistard de Figarol le han seguido apoyando económicamente de forma incondicional: Bardenas Reales (con quien trabaja desde 2013) y Gurpea (está con él desde hace dos años) y la Fundación Miguel Induráin.
Una cosa así te cambia tu escala de valores. No pienso en si voy a volver a la bici o a competir, solo pienso en recuperarme
“Ellos han estado conmigo y me han apoyado en las buenas, y en las malas como está siendo todo este proceso, y lo agradezco”.
La rehabilitación ocupa buena parte de la ocupación del velocista de Figarol, que también se ha puesto a estudiar en estos meses. Quiere especializarse en entrenamientos de fuerza y en biomecánica “que son cosas que se me dan bien y de las que entiendo” y en perfeccionar su inglés. Peralta está pendiente del proceso de seguimiento de su caso, de los controles periódicos y en una rehabilitación que se puede prolongar durante un año. Eso sí, sus prioridades han cambiado. La bicicleta o el ser olímpico por tercera vez quedan en un muy segundo plano.
“En todo el proceso nunca he querido ir de víctima. Un caso así te reprograma tu escala de valores. Desde la operación valoro más las cosas que son importantes de verdad, y paso de las cosas que son chorradas”, explica el pistard de Figarol. “Vivo más lo que me hace disfrutar, me vuelco más en las cosas en las que sé que voy a estar a gusto. Ahora mismo lo deportivo no es prioritario. No pienso en si voy a volver a andar en bici o a competir en un velódromo. Ni me lo planteo, ahora solo pienso en recuperarme”.
Una recuperación en la que su constancia como ciclista va a ser su mejor aliada.