Mi temperatura interior era la misma que la de fuera: 38 grados
Me puse el termómetro y comprobé que mi temperatura interior era la misma que la de fuera: 38 grados, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Debía ser covid, lo que era una lata, pues estaba en pleno viaje y tenía varias cosas en agenda, y ahora debía volver a casa. Solo estuve un día en sanfermines, pero debí dar en la diana, me dije. Recordé aquel día de fiesta, atestado de la mañana a la noche, y recordé también que a partir de los 50 uno ya no tiene experiencias, sino que las rememora, lo que viene bien para sanfermín y tal vez explica que todo se repita. Desde el coche, de vuelta, el páramo numantino aparecía seco y amarillo, el aire era denso, caliginoso, como a punto de lanzar una llama. Cada vez los incendios, los árboles chamuscados, me duelen más. En un pueblo perdido dos ancianos sin camisa se protegían a la sombra de un torreón y miraban al suelo, como si fueran dos personajes de un viejo drama silencioso. Una vez acomodado en casa me sentí débil, melancólico y recordé los tiempos del confinamiento, los ratos que salíamos a comprar el pan como si fuera el recreo, la bici estática, los aplausos en la ventana, y sobre todo aquellos propósitos de que las cosas iban a cambiar después de la pandemia, que íbamos a ser distintos, más austeros y sensibles, menos entregados al consumo desaforado, que íbamos a volcarnos hacia el interior, que todo aquello suponía también una oportunidad y habíamos aprendido la lección. Nada de esto ha ocurrido, desde luego. Llegan en masa los turistas en este verano tórrido, como si quisieran recuperar el tiempo perdido y el mundo, como siempre, ha seguido un curso que nadie pensaba: la guerra, la inflación, el próximo invierno con el gas por las nubes, la amenaza de una nueva recesión. Demasiado para mí, que no podía con mi alma. Parar unos días no es para tanto, intentaba consolarme. Que se vayan al traste los planes de uno es una enseñanza del albur en que vivimos, me repetía. Si se trata de un nuevo confinamiento, me dije, aun breve, no lo puedo desaprovechar.