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"Las hemerotecas ofrecen muchos ejemplos de la relación tóxica que la Izquierda Abertzale ha mantenido con la idea de democracia"

Avatar del Iñaki Iriarte Iñaki Iriarte24/06/2022
El pasado pleno del Parlamento de Navarra resultó inusualmente tenso. En el debate en torno a una interpelación sobre participación democrática presentada por Bildu, el portavoz de Navarra Suma y presidente de UPN, Javier Esparza, puso de relieve la incongruencia de que nadie reprochase a Bildu que se presentara como un adalid de la participación democrática, cuando el sábado iba a manifestarse -vía Sare- en favor de los presos de ETA, es decir, de aquellos que mataban y amenazaban a quienes participaban democráticamente.
Fue un reproche duro e incómodo; pero, lamentablemente, ajustado a los hechos. Los parlamentarios de Bildu protestaron, no obstante, como si se les estuviera haciendo objeto de una infundada calumnia. La mejor forma de desmentir a Esparza habría sido anunciar que no asistirían a la manifestación de Sare. Lo cierto es que podrá dolerles -especialmente al pequeño sector de Bildu- que todavía milita en EA, pero las hemerotecas, la historia y la memoria, demuestran que Sortu (el 95% de Bildu) es simplemente la fórmula que la Izquierda Abertzale halló para cumplir con la Ley de Partidos, una vez que Batasuna -el nuevo nombre con el que se había refundado en 2001 Herri Batasuna- fue ilegalizada. Y durante los largos años de plomo ni Herri Batasuna ni Batasuna se avergonzaron de apoyar a ETA. Telesforo Monzón, gurú de Herri Batasuna, se refería, por ejemplo, a los terroristas presos como “los verdaderos representantes de nuestro pueblo” y a ETA como las “fuerzas armadas vascas”.
Dejemos, sin embargo, de lado -y ya es mucho dejar- el apoyo político, moral y hasta logístico a dicha organización terrorista. Incluso así el hecho de que Bildu diera en el Parlamento de Navarra lecciones de participación democrática representaba “el mundo al revés”. Porque, de nuevo, las hemerotecas ofrecen muchos ejemplos de la relación tóxica que la Izquierda Abertzale ha mantenido con la idea de democracia. Así, a menudo ha descalificado a la democracia liberal como una “democracia burguesa”. Los parlamentos, a su juicio, no representaban a nadie. La verdadera participación no era depositar el voto en las urnas, sino luchar y manifestarse en la calle. A este respecto, Herri Batasuna se refería en 1998 al “divorcio entre el discurso institucional y la opinión mayoritaria en la calle”. Por supuesto, esto de enfrentar las instituciones elegidas por los ciudadanos y la calle ha sido siempre el recurso fácil de quien no consigue la confianza de la mayoría de los votantes, pero es muy hábil agitando e incendiando las calles.
Respecto a los ayuntamientos, la Izquierda Abertzale utilizaba (y todavía utiliza) una curiosa estrategia. Allá donde era minoritaria, empleaba múltiples tentáculos para erosionar y rivalizar con las corporaciones municipales (incluso atacando físicamente a sus miembros). En cambio, allá donde estaban en mayoría, no solo ejercían un poder absoluto, sino que se aseguraban de que esta hegemonía no pudiera tener marcha atrás. En 1979 HB explicaba, con una mezcla de candidez y cinismo, esta estrategia del siguiente modo: “En los Ayuntamientos donde seamos minoría potenciaremos el contrapoder popular que pasa por la voz a las asociaciones de vecinos, grupos culturales, ikastolas y todo tipo de organismos populares; y donde somos mayoría ejerceremos el contrapoder popular”.
Precisamente, la actuación de dichos “organismos populares” ofrece la clave para comprender qué ha entendido históricamente la Izquierda Abertzale por “democracia participativa” y “participación democrática”: una vía para destruir la democracia representativa. Esta última, la única democracia viable en sociedades de cierta entidad, se basa, además de en la idea de representación política, en el sufragio universal y secreto, la privacidad y la libertad individual, la primacía del derecho, la división de poderes y el pluralismo social y político. La seudodemocracia seudorepresentativa de la Izquierda Abertzale, por el contrario, se basa en la manifestación de la unidad mística, la batasuna, del pueblo vasco, la actuación de sus peones (esos organismos “populares”, integrados invariablemente por los propios militantes abertzales) y las asambleas de pueblo y de barrio, donde todo el mundo se conoce, donde no hay privacidad, ni libertad, y donde, en consecuencia, el pluralismo político brilla por su ausencia.
Por todo ello, fue verdaderamente terrible que, con la excepción de Navarra Suma, las demás fuerzas políticas representadas en el Parlamento de Navarra acataran dócilmente que Bildu se presentase como una fuerza que reclama más y mejor democracia. Nunca lo han hecho. Y, a menos que emprendan la autocrítica profunda que ya tan solo nosotros les reclamamos, nunca lo harán.
Iñaki Iriarte López Profesor de la EHU/UPV y parlamentario foral de Navarra Suma
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