Los encuentros de 1972
El próximo octubre se celebrará por todo lo alto el 50 aniversario de los encuentros de 1972 que convirtieron a Pamplona, que parecía vivir todavía en los años 50, en una ciudad abierta al mundo y a las vanguardias artísticas. Era el tiempo final de la dictadura, un tiempo que en realidad fue muy fértil, lleno de esperanzas, donde todo parecía posible. El arte, los intelectuales, se veían todavía como algo influyente, como una guía que podían llevarnos a un mundo distinto. Todo era nuevo, ilusionante, mientras que hoy todo está gastado, nada nos sorprende, tenemos de todo, pero nada nos basta. Hemos perdido aquella inocencia. Apenas quedan testimonio de aquella semana que fue una sacudida, un terremoto, aunque la mayoría de los pamploneses no lo notó mucho. La gente paseó asombrada por aquellas burbujas de colores junto a la Ciudadela, se encontró con un recital poético en la calle, una performance de John Cage o un concierto de música iraní, pero todo tenía un aire ajeno, incomprensible, demasiado audaz, y lo cierto es que no dejaron casi huella, ni tuvieron continuidad. A la ETA, siempre brutal y reaccionaria, los encuentros no le gustaron nada, y fastidió lo que pudo, a pesar que fue un momento crucial para el arte vasco. Los encuentros del 72 tuvieron algo de rebeldía frente al poder, mientras que los del 50 aniversario se organizan por él. Es el signo de los tiempos. Entonces, por las calles se vieron unas figuras del Equipo Crónica que parecían vigilarnos tras sus grandes gafas y bigotes y que un día la gente atacó. Hoy la cultura no es ya un signo de rebeldía, sino algo subvencionado que hay que practicar, como el hacer ejercicio. Como todo lo que se predica para nuestro bien, se ve como una lata. Si no pasa por el propio deseo y experiencia, si no notamos que nos libera y nos hace más lúcidos y menos ilusos, vale de poco. Las figuras que se esperan para el 50 aniversario -de primera fila, parece- estarán muy lejos de lo que cuesta traer un cantante en San Fermín, lo que es un buen ejemplo del valor que le damos.