"Los analistas de la ONU opinan que nos enfrentamos a la peor catástrofe global de alimentos desde la segunda guerra mundial"
Mucha gente ya está experimentando un fenómeno económico que nunca ha visto antes en sus vidas, una tasa de inflación que bate los récords de las últimas décadas. El presidente Joe Biden dice que frenar la subida de precios en Estados Unidos es su “prioridad más importante”. El gobernador del Banco de España (BdE) habla de “mucha incertidumbre” mientras duplica su previsión de inflación media para el año 2022. Y para muchas personas que viven en países en vías de desarrollo, las consecuencias de la inflación serán devastadoras. Todos los economistas coinciden en que un alto nivel de inflación hace mucho daño a la economía. Uno de los retos principales para los banqueros centrales, y un santo grial para los políticos, es lograr la estabilidad de los precios. La inflación erosiona el poder adquisitivo de los ahorros, penaliza a las personas vulnerables con ingresos más bajos que no pueden permitirse pagar precios cada vez más altos ni siquiera para las necesidades básicas y distorsiona las señales de los precios en el mercado. Sin embargo, es mucho más difícil identificar exactamente por qué se produce la inflación o cómo se puede resolver el problema. Por desgracia, en la actualidad, hay una convergencia de dos tendencias al mismo tiempo para crear una tormenta perfecta para la economía.
Como van saliendo las economías de la pandemia de covid, los consumidores quieren gastar su dinero acumulado durante los tiempos de encierro. La demanda comenzó a dispararse a finales del año pasado, pero fue más fuerte que el aumento de la oferta y con resultados evidentes en varios mercados. Debido a los cierres de fábricas y a la ausencia de trabajadores, a la escasez de contenedores y a las restricciones al transporte marítimo, los precios han subido rápidamente en muchos sectores de la economía. En una frase muy querida por los economistas esta inflación es causada por “demasiado dinero persiguiendo muy pocos bienes”. Según la teoría clásica, y si la economía funcionara con fluidez, habría un aumento rápido de la oferta de bienes y servicios para satisfacer la demanda. Sin embargo, algunos mercados muy importantes no se conforman con la teoría y no están respondiendo al aumento de la demanda. Mientras la demanda ha aumentado en la economía global, la cadena de suministro de algunas materias primas como el gas, la gasolina y los insumos agrícolas se ha estrangulado. Como consecuencia, existe un desequilibrio entre demanda y oferta pero los analistas no tienen claro durante cuánto tiempo durará el estancamiento de la economía ni cómo se va a resolver.
A corto plazo, el repunte de los precios de estas materias primas ha sido una consecuencia directa de la guerra desatada por el presidente ruso, Vladímir Putin, en Ucrania. Como bien se sabe, Rusia está utilizando el suministro de energía, gas y petróleo para perjudicar a los aliados de Ucrania. Y lo que es peor, el presidente Putin también está utilizando los alimentos como arma. En los últimos años, Ucrania exportaba unos 70 millones de toneladas de cereales, alrededor del 10% del suministro mundial. Con los puertos del mar Negro ya controlados por el Ejército ruso, el grano es retenido como un rehén. Se prevé que la situación será aún más crítica en las próximas semanas: la nueva cosecha llegará, pero la antigua aún no ha sido transportada. No existen los almacenes para guardarla toda.
Este parón en el suministro repercutirá inevitablemente en un aumento de los precios y afectará a algunos de los países más pobres del mundo. Se calcula que unos 400 millones de personas dependen del grano y aceite de Ucrania. Por ejemplo, Egipto y Somalia importan más de la mitad del grano que necesitan de Ucrania o Rusia. Por lo tanto, además de los problemas causados por la covid, la guerra de Putin ha hecho subir los precios para algunas de las personas más pobres del planeta. Los analistas de la ONU opinan que nos enfrentamos a la peor catástrofe global de alimentos desde la segunda guerra mundial y la incertidumbre pesa sobre los pronósticos para el futuro. O como dicen los expertos del BdE, “no sabemos lo que va a pasar con el conflicto bélico de Ucrania, no podemos decir si va a durar dos meses, tres meses, cuatro meses o cuatro años. Sí podemos ver cómo los mercados están interpretando la duración del conflicto”.
El impacto de la inflación es siempre grave, pero no es igual para todos -en la jerga de los economistas los efectos son ‘asimétricos’- y algunos sufren las consecuencias más que otros. La intervención militar para ayudar Ucrania ha sido una decisión acertada, pero ahora se necesita una intervención económica también para evitar una crisis de precios que podría cobrar muchas vidas humanas.
David Mathieson. Periodista. Exasesor del gobierno británico
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