Los envases y envoltorios pasan a ser responsabilidad de las empresas industriales navarras que los colocan

De las palabras a los hechos. El dominante discurso en pro de la sostenibilidad ambiental se está poniendo a prueba con las consecuencias reales al aplicar esos principios, algo que resulta evidente con la nueva normativa para el control de los envases y residuos de envases en el mundo industrial. Aunque las empresas están habituadas desde hace muchos años ocuparse de la gestión de los residuos que se generan durante su actividad, esta rutina amenaza con complicarse endiabladamente debido al Real Decreto 1055/2022, según quedó en evidencia durante la jornada sobre el tema celebrada en la Asociación de Industria Navarra (AIN). “Es un momento de muchas dudas. Existen obligaciones muy próximas en el calendario y todavía hay muchas cosas que no sabemos”, apuntó la directora general de AIN, Ana Ursúa, ante los asistentes. La nueva legislación, creada por la trasposición de una directiva europea, obliga a las empresas a responsabilizarse de todos los materiales que empleen para envolver sus productos, lo que incluye palés de madera, piezas metálicas como bidones o latas, forros, contenedores o bolsas de plástico, cajas de cartón o cualquier otro elemento que se use. Por ejemplo, es el caso de la película protectora que usa Volkswagen Navarra para cubrir las partes más expuestas de las carrocerías de algunos de sus coches para su transporte. Hasta la fecha, era el destinatario de estos coches, ya sea la comercializadora o el concesionario, quien se ocupaba de gestionar estos residuos una vez despegados de la carrocería. Sin embargo, a partir de ahora será Volkswagen Navarra la que tenga que asegurarse que se depositan en el lugar adecuado y, en la medida de lo posible, se reciclan o reutilizan. Es una responsabilidad que también tendrán que cumplir las decenas de proveedores de la fábrica de Landaben que envíen las piezas y componentes, con el agravante de que, aquellos que sean de fuera de España, pueden lavarse las manos y dejar esa labor en manos de su cliente. Serán varios miles de empresa, según los datos aportados por el Gobierno de Navarra, las que deberán informar sobre los envases que hayan puesto en el mercado nacional. Esta obligación legal además por introducir en una primera fase, de mayo a julio de este año, los datos correspondientes a 2021. Y entre agosto y octubre, habrá que hacer lo propio con los envases de 2022. Se trata de un verdadero problemón que se suma a todas las complicaciones, pero que es la única forma de acelerar la transición hacia una economía verdaderamente circular y menos derrochadora. Por lo pronto, las empresas industriales, también las importadoras de este tipo de productos, ya tienen el deber de apuntarse en un registro de “envasadoras” que sirva de punto de partida para garantizar la trazabilidad de estos residuos. Además, deberán mantener una contabilidad del volumen y tipos de envoltorios utilizados cada año para su correspondiente seguimiento. Esta tarea puede realizarse mediante un Sistema Individual de Responsabilidad Ampliada del Productor (SIRAP) o encomendarse a un Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP). Tanto los SIRAP como los SCRAP tendrán que facturar estos trabajos con unas tarifas que serán menores en función de si los envases permiten un mayor porcentaje de reciclabilidad o, mejor aún, sean totalmente reutilizables. Por ello, también será necesario desarrollar también un Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR). En las largas cadenas de suministro puede llegar a ser difícil saber cuál de los eslabones tendrá que responsabilizarse de los residuos de los envases. En este caso, el cliente deberá cerciorarse que en la factura del proveedor aparece su número de registro como envasadora y que cuenta con un SIRAP o SCRAP. Teóricamente, los proveedores de fuera de España deberían nombrar un representante autorizado para su inscripción en el registro de envasadoras, pero, de no hacerlo, será el adquiriente el que finalmente se tenga que responsabilizar de la gestión del residuo a través de su SIRAP o SCRAP. El procedimiento también contempla el pago de bonificaciones si se diera el caso de duplicarse las cargas para un mismo envasador, aunque determinar estas situaciones puede suponer, a tenor de las dudas planteadas por las empresas, un gigantesco galimatías. Toda esta nueva normativa va encaminada a favorecer el reciclaje y la reutilización de envases en entornos industriales y penalizar los elementos de un solo uso. Para ello, se han puesto unos objetivos de circularidad que, de no alcanzarse, provocarán un “reforzamiento” de los estímulos para lograrlos. Irene Eslava, experta del departamento de Ingeniería y Sostenibilidad de AIN, recordó que para 2030 el 20% de los envases han de ser reciclables y reutilizables, porcentaje que llegará al 30% en 2035. Y para aquellos residuos de un solo uso se promoverá su “valorización”, por lo que también hay ambiciosas metas para la recogida separada, que alcanzará el 75% en 2027, el 85% en 2030 y el 95% en 2035. Según los datos del Gobierno de Navarra, en la Comunidad foral se produjeron 170.756 toneladas de residuos de envases durante 2021, de las que 88.031 provinieron de la industria y las otras 82.725 toneladas de los hogares. Del total, se pudieron reciclar 107.503 toneladas (63%), otras 12.644 toneladas tuvieron “otras valorizaciones” (7%) y 50.609 toneladas acabaron en los vertederos (30%). El 77% de todos los envases generados en la industria terminaron reciclándose, lo que supone 67.533 toneladas recuperadas. Por contra, sólo se recuperaron el 48,3% de los provenientes de hogares, lo que representa 39.970 toneladas, tal como destacó Raúl Salanueva, del Servicio de Economía Circular y Cambio Climático, durante la jornada celebrada en la Asociación de Industria Navarra (AIN). La normativa europea establece objetivos ambiciosos de reciclaje para los diferentes materiales tanto para 2025 y 2030, pero Navarra tiene mucho margen de mejora en algunos de ellos. A partir de los datos de residuos generados en 2019, Salanueva mostró que la Comunidad foral está en muy buena posición de partida en cuanto a la madera, que con un 82% de reciclaje supera con creces las metas del 25% para 2025 y 30% para 2030. Otro tanto puede decirse del vidrio, que con un 74% reciclado ha sobrepasado el 70% fijado para 2025 y roza el 75% de 2030. Un poco peor lo tienen los envoltorios de papel y cartón, de los que se recuperó el 72% en 2019 y que Europa quiere que se recicle el 75% para 2025 y el 85% para 2030. Sin embargo, las peores notas corresponden a los plásticos y los metales. De los primeros, solo se recicló el 27% en 2019, cuando para 2025 debería llegarse al 50% y para 2030 al 55%. De los envases hechos con hierro, se recuperó el 43% en 2019, material que debería reaprovecharse al 70% en 2025 y al 80% en 2030. Por último, únicamente se logró dar segunda vida al 32% del aluminio de los envases, porcentaje muy lejano del 50% establecido para dentro de dos años y del 60% de 2030.

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