Una campana ocupaba este sábado un lugar destacado en el altar habilitado en la explanada del castillo de
Javier para la misa del peregrino. Junto a ella, una cruz. Era un elemento nuevo. La bandearon poco antes de la eucaristía, a las 5 de la tarde, y al final.
Su sonido abrigó el encuentro de 5.000 personas, otras muchas aún caminaban a esa hora hacia Javier.
En una tarde soleada en que arreció el viento del norte, la novedad de la campana llamó la atención de los habituales en el castillo. El artajonés Miguel Bañales ha sido uno de los artífices y explicaba que, en realidad, la novedad llegará el próximo sábado, con el estreno de una campana dedicada a San Francisco Javier, que se acaba de fundir con este fin. Grabada una imagen del santo, tiene diferentes inscripciones, entre ellas el símbolo de los jesuitas. “Se terminó de fundir este mismo viernes, por problemas de transporte no ha podido llegar para esta semana, pero la próxima estará aquí, junto a la de hoy, que es de propiedad particular”, explicó.
Miguel Larrambebere, vicario general de la diócesis, ofició la eucaristía; concelebró una decena de sacerdotes, entre ellos Óscar Azcona, delegado de Misiones, quien recordó “la labor de los 10.000 misioneros, mujeres y hombres repartidos por todo el mundo”. Pero este año las Javieradas han puesto la mirada en la misión que Maite Oiartzun, navarra de Akotz, en el valle de Ultzama, lleva a cabo en Burundi. Misionera de Nuestra Señora de África, conocidas también como las hermanas blancas, atiende una maternidad y colabora en proyectos de agricultura.
En su homilía, Miguel Larramberere dijo que “en el monte Tabor es cuando te das cuenta que Dios está contigo”, reparaba en los buenos momentos. “La
Javierada es un pequeño monte Tabor, sencillo, de fuerza para que no te desanimes en el calvario. Acuérdate de que has estado en Tabor y de que aquello fue verdad”, apeló.
CRUCE DE GENERACIONES
La Javierada reflejó un año más el cruce generacional. Se encontraron en la eucaristía quienes suman años de peregrinaciones a Javier y los que se estrenan, como las amigas Myriam Martínez Fernández, Rocío Pamies Conesa, Carmen Martínez Ramón y Marta Vallejos. Las cuatro son de San Javier, municipio murciano de 25.000 habitantes. Tienen 14 años, estudian tercer curso de ESO y compartieron peregrinación con otro centenar de estudiantes de colegios de los Reparadores, Dehonianos, de Alba de Tormes, Venta de Baños, Madrid, Novelda y Puente la Reina. Caminaron desde Izco y concluyeron de este modo una serie de actividades en torno a Javier que habían iniciado el jueves. “Ha sido una experiencia muy bonita, estamos cansadas, pero creo que volveremos el año que viene”, concluía Myriam Martínez.
Francisco Javier Álvarez Lucea lleva volviendo 59 años, desde que con 16 caminó desde Larraga con la cruz que portaban entre seis jóvenes del pueblo. Con 75 sigue en ello, en las últimas ediciones en avituallamiento, lo mismo prepara paellas que hace de chófer, que prepara la infraestructura para seguir la tradición. “Y venimos a las dos Javieradas, aquí mismo estará mañana la cruz”, indicaba en la explanada, poco antes de empezar la misa.
900 TURISMOS Y 22 AUTOBUSES
La Policía Foral contabilizó ayer tarde 900 turismos y 22 autobuses en los aparcamientos situados en el entorno del castillo de Javier. Calculaban así unas 4.700 personas en “un diazo de Javieradas 2023 sin apenas incidencias”, apuntaban en su cuenta de Twitter. Tanto sus agentes como los de la Guardia Civil controlaron los accesos. También voluntarios de Protección Civil, no solo en Javier, sino a lo largo del camino. Todos ellos, igual que Cruz Roja y DYA y otros voluntarios, atenderán hoy domingo cualquier incidencia y reordenarán el tráfico para el vía crucis, desde Sangüesa y en la misa, a las 10 de la mañana.
Cruz Roja efectuó 317 atenciones