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Arte

La artista navarra Alicia Otaegui empaqueta su universo artístico en 12+1 maletas

Conocida por sus instalaciones y su poesía visual, Otaegui estrena un proyecto escénico el próximo 18 de marzo en el Civivox Condestable de Pamplona

Ampliar Alicia Otaegui prepara el proyecto escénico en su estudio. Sobre la maleta que hace de atril, el bombo que marcará cada sesión
Alicia Otaegui prepara el proyecto escénico en su estudio. Sobre la maleta que hace de atril, el bombo que marcará cada sesiónaritz sola zorrilla
Publicado el 22/02/2023 a las 16:26
El Museo Otaegui pronto va a ver la luz, aunque será oralmente. Este espacio singular no aparece en las guías turísticas, ni en las agendas de fin de semana, porque es un museo clandestino, camuflado dentro de una anodina bajera de Berriozar. Nada en el exterior permite adivinar su contenido, metros y metros de objetos y arte que definen la obra de Alicia Otaegui mejor que nadie.
La artista pamplonesa, que decidió por salud mental abolir el concepto de edad de su vida-“si alguien quiere saber la mía le digo que del 63, que saque las cuentas”- lleva unos veinte años creando allí su particular universo artístico. Otaegui emplea como materia prima objetos, y como el pintor que dispone de todos los colores en su paleta, ella almacena centenares de zapatos, vestidos, telas, ristras de chupetes, curiosidades, fotos, libros, e incluso una barricada blanda de cojines, nada más entrar, para recordarse a sí misma los obstáculos que ha tenido que superar.
Cuando trabajaba en su antiguo estudio del Casco Viejo de Pamplona y preparaba su mudanza a Berriozar pensó que no quería cargar con muchos objetos. Le rondó la idea loca de unir ambos lugares con una fila de sus cosas, una ruta Otaegui, que convertiría el propio traslado en obra artística. No lo hizo y se llevó al nuevo local un buen número de cosas. “Desde mi infancia he sido muy guardategui, siempre tenía cosas en las paredes, entradas de un concierto o cosas que me encontraba”, admite. Su primera obra artística, de hecho, la hizo con 11 años. Les dijo a sus amigas: “No tiréis los bañadores, guardádmelos que haré algo”, y enmarcó todas esas telas coloridas en un cuadro. Después ha hecho de todo, miniaturas como ese “autorretrato” formado por ocho hormigas de plástico de las una se sale de la fila, ha empleado los churros de polietileno con los que los niños aprenden a nadar, respaldos de tumbonas de playa, ruedas de bici que cubría con velas de barco, cubrió la fachada del Gayarre con prendas de ropa anudadas entre sí o el puente de las Oblatas con una cortina elaborada con botes de plástico. En Ochagavía creó nieve de verano con miles de bolsas de plástico blancas que el pueblo colectivamente tricotó creando un inmenso manto blanco.
Alicia Otaegui con algunas maletas en su estudio
Alicia Otaegui con algunas maletas en su estudioARITZ SOLA ZORRILLA
Otaegui es una artista autodidacta. Estudió interiorismo, pero se lanzó al ruedo sobre todo con la intención de hacer poesía visual. “En principio lo que me llamó la atención fue conocer a Joan Brossa, Chema Madoz y otros artistas, como Duchamp. Más tarde abrió otra línea de trabajo que tiene que ver más con la instalación, con su paso por el teatro y el mundo de la escenografía.
Ahora, da un giro y se pasa a las artes escénicas, con un espectáculo que estrenará el 18 de marzo en el Civivox Condestable de Pamplona (Gratis, con inscripción previa). No es teatro de objetos. Ni una performance, body art o un happening. “No represento nada, ni a nadie, sino que soy, y estoy ahí”, explica. La obra es una hora de Otaegui, una especie de visita guiada a su museo a través de 12 + 1 objetos, concretamente maletas. No es que sea supersticiosa, es que la última maleta tiene su explicación para no sumarse.
Acción durante, se titula, y el “durante” es importante, porque la obra solo existe y tiene sentido durante esa hora. “Nunca más se vuelve a repetir la misma pieza con los mismos contenidos”, explica. Otaegui se presentará con un globo terráqueo - bombo de bingo, y pedirá a alguna de las treinta personas que como máximo estarán allí que saque una bolita. Cada una se corresponde con una de las maletas que habrá en el escenario, y que esconde una historia que Otaegui narrará.
90% DE REALIDAD
El público conocerá de su voz proyectos muy diversos, algunos sonoros, otros visuales, conceptuales, literarios... en un show basado en el factor sorpresa. Es un 90% de realidad y el resto ficcionado: “Los principales ingredientes van a ser el misterio, la metáfora, la farsa, la ironía, la sorpresa, el azar... pero todos muy medidos y programados”.
La pandemia tuvo algo que ver en este cambio. Los proyectos expositivos empezaban a ser para ella un desgaste energético y económico, “el sistema no está preparado para que un artista hoy se pueda permitir hacer toda una producción para la exposición y se la paguen, no hay dinero”, lamenta. Se dijo a sí misma que tendría que aprovechar los recursos que tenía y miró entonces a ese tesoro que le rodeaba. Pensó en la maleta como contenedor de muchas cosas. “Las maletas cambian mucho depende del destino al que van dirigidas, me parecía muy bonito pensar en diferentes ejercicios, la maleta es un elemento narrativo fantástico”, confía.
El proyecto es además una metáfora de su situación que viven muchos artistas y aborda temas que le preocupan, como “la prisa y el atropello al que estamos sometidos y que alegremente aceptamos sin cuestionárnoslo”, el agua, la música, la literatura, las relaciones afectivas o la fobia tecnológica en la que se ve inmersa.
Habrá espacio para tres artistas coetáneos que le fascinan y que tendrán su representación en sus respectivas maletas: Malévich, que en su día fue denostado por su blanco sobre blanco; Ravel, que también quiso componer una obra maestra con lo mínimo, y Duchamp, padre de la poesía visual, que decidió que había producido bastante y se puso a hacer miniaturas de sus obras.
En Acción durante estarán representadas diferentes tipos de maletas, las habrá actuales, antiguas, baratas, con ruedas, de las que había que llevar a pulso... Las ha tenido que conseguir nuevas para este proyecto porque a pesar de que en el Museo Otaegui hay muchas, lo cierto es que todas están llenas de objetos. “Me iba a suponer un trastorno terrible vaciarlas”, confiesa.

EL PRECEDENTE DEL PAQUETITO
​Hay una experiencia previa que le hizo ver a Otaegui que la escena se le daba bien. En 2015 presentó en la Ciudadela la exposición Qué habrá... en torno a un pequeño paquete que había encontrado por azar con un “1965” escrito en el envoltorio. Otaegui pidió a la gente que escribiera qué podía contener. El último día de la muestra decenas de personas acudieron a la apertura del paquete. Sacó entre otras cosas una maquinilla de afeitar, seis sellos y un recorte de Le Figaro con la noticia de un niño de 15 años que se había escapado de Colonia para conocer la Torre Eiffel. Cinco meses después confesó que en realidad nunca abrió el paquete, lo había encontrado realmente, pero fabricó una réplica perfecta en la que metió algunos objetos imaginados por el público. “Ahí me di cuenta que estaba tranquila, seguía jugando, pero en otro formato”.

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