Son activos y muy trabajadores. Primero en los "Todo a 100" y en los restaurantes chinos. Ahora han dado el salto, han aprendido a cocinar txistorra y cazuelicas y se han convertido en propietarios de parte de los bares típicos de Pamplona.
I TSASO y Jon conforman un nuevo perfil de trabajadores chinos en Navarra. Este joven matrimonio de 25 y 24 años ha optado por abrirse paso en la hostelería local ante la saturación en la que se halla el emporio oriental de restaurantes y tiendas de Todo a 100. En la actualidad, se estima que los chinos han absorbido buen número de negocios tradicionales en Pamplona y comarca.
Pues bien, Itsaso y Jon trabajan desde hace un año tras la barra de uno de los bares míticos de Iturrama: El Labrador. Su antiguo dueño y una amiga española, cocinera de un hotel, les han dado un pequeño curso de cocina y unos consejos de hostelería, los suficientes, para emprender esta aventura en solitario. Se atreven con todo: comida china, cazuelicas, platos combinados, bocadillos y menú del día.
Nombres nuevos
A Itsaso le gusta su nombre. Significa mar en euskera y le recuerda a su tierra, densamente poblada en la costa sudoriental de China. "Un día, entró un cliente", explica, "y nos puso estos nombres. Nos gustaron". En realidad, Itsaso y Jon se llaman Wei fang y Gui Chen. Residen en Pamplona desde hace cinco años y viven muy integrados. Antes, residían en Bilbao. "Allí nos ganábamos la vida en un restaurante asiático. En Bilbao es impensable que unos chinos puedan manejarse en un bar local y cocinar productos de su tierra. Navarra es diferente en este aspecto". Los chinos han igualado, incluso, superado, muchos de los sabores tradicionales de la cocina Navarra. Así lo confirman algunos de los clientes que frecuentan cada día estos lugares. En la Bodega Gala, Xinwey Huang es el encargado. A sus 36 años, se mueve de un lado a otro de la barra pendiente de los asiduos al almuerzo. Prepara un café caliente y se lo sirve a Ricardo Muniain Echegoyen de 53 años, a su vez, descorcha una botella de vino, y trocea un triángulo de tortilla. De la pared, a la espalda de Muniain, cuelga un mapa de China y un calendario con una fotografía de la escultura del encierro. "Vengo a la Bodega Gala desde hace 26 años", afirma, dando un sorbo al café, "he conocido a sus tres dueños y todos sus platos y he comprobado que esta gente ha conseguido dar a las cazuelas el mismo toque , con un aliciente, son más amables. Nunca ponen una mala cara". Los orientales, en general, son personas introvertidas, pero cuando toman confianza son dicharacheros. Es el caso de Maite, dueña de la Taberna El Cuto en San Juan. Esta mujer cuando se arranca no tiene pausa. Es extrovertida. Trata a sus clientes por su nombre. "Decidimos abrir esta taberna porque me gusta el trato con la gente y así podíamos aprender bien el idioma". Al llegar a España a Maite le sorprendió que las mujeres guisaran en los bares. "En China no podemos con el peso de las sartenes, por eso cocinan los maridos", indica. Para su prima, Beatriz, dueña del Asador la Parrilla, en la Rochapea, confiesa que es más barato trabajar en este tipo de negocio que en un restaurante chino. "No tenemos que contratar a camareros", apunta, mientras escancia una sidra y se la sirve a Juan Santiago Polanco. En el caso de Wan Hua de 21 años, sus clientes también le aprueban detrás de la barra. "No hemos notado ningún cambio", comenta Ana Heras Vélez de 45 años que ya hace 30 años acudía de la mano de su padre a este local.
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