Quinto encierro
"Me encontré con el toro de cara"
El giro de un morlaco sembró el pánico en la bajada del callejón con un corneado y varios mozos volteados

Publicado el 12/07/2022 a las 06:00
"De repente el toro se ha girado”. En décimas de segundo, la suerte cambió para aquellos corredores que se las prometían felices con pisar la arena delante de una torada temida y temible. Toda una hazaña, con el precedente de la ganadería más peligrosa del encierro. Su ilusión se tornó en presagio funesto tan pronto cómo se encontraron cara a cara con la amenaza. A escasos metros, Cepillito, el burel de menor peso de la Feria (485 kilos) pero no menos peligroso, esperaba aturdido. “Ayer (por el domigo), durante el encierrillo ya vimos que un toro venía con la cara hacia afuera”, recordaba el extremeño David Barros.
El morlaco, castaño claro, exhibió maneras de amenaza cuando amagó con embestir a un hombre asiático. Luego se detuvo y sin que nadie en apariencia le incitara giró su cuerpo. El cambio de orientación se transformó en un muro para los mozos que corrían justo por detrás. Sin tiempo de reacción, al contacto con la cara del animal, sus cuerpos salieron lanzados por encima suyo. “El toro ha empezado a levantar gente para arriba”, corroboró David Barros.
El relato del murciano Cristian Campos Salinas no introdujo novedad más allá del susto que compartió con el resto de aficionados separados del ejemplar por unos metros que parecían salvación. “Bajaba con el cuarto cabestro y nos lo hemos encontrado de frente”, apreciaba en alusión al castaño claro. En unos instantes, que parecieron una eternidad, el instinto de superviviencia ante el riesgo convirtió la escena en un “sálvese quien pueda”, como relató el propio corredor.
La sensación de caos se reforzó con la presencia en ese mismo instante de un segundo toro, Marismeño, que recurrió a su propia fuerza para abrirse paso por un lateral ante la maraña de opositores. Por si fuera poco, cuando Cepillito encontró el rumbo adecuado, un tercer ejemplar, Peluquín, dobló sus patas traseras al lado de un grupo de mozos caídos. La secuencia de sobresaltos no quedó ahí. Nada más franquear el umbral del callejón, Hábil no hizo honor precisamente a su nombre porque perdió el equilibrio. La suma de percances fue preludio de un mal mayor, reservado al coso taurino donde se produjeron las dos cornadas de mayor impresión.
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