28-M
No me gusta

Publicado el 20/05/2023 a las 06:00
No me gusta la incoherencia, ver actuaciones que contradicen lo dicho, o al revés; no me gusta que se clave la espada ni por la espalda ni por el pecho, y menos a quien hasta hace unos segundos era más que amigo, un socio inseparable. No me gusta la amistad traicionada ni que me prometan lo que no han hecho cuando han tenido capacidad para hacerlo. No me gusta que me digan que van a cambiar las leyes, que me van a bajar los impuestos, si no lo han hecho cuando han podido. No me gusta que inviten al cine en época electoral. No me gusta el artificio de una amistad impostada e interesada, de unas palmadas, esta vez en la espalda, concentradas en unos días; no me gusta que pisen el acelerador a final de curso, poco antes del examen, como estudiantes de última hora.
No me gustan los aplausos vacíos, falsos, sin motivo, mecánicos, seguidistas e hipócritas. No me gusta que me quieran por un voto. No me gusta que me mientan, que utilicen el dolor, el hambre y las necesidades de los demás para sacar rendimiento. No me gusta una preocupación por mí egoísta.
No me gusta esa incongruente defensa de una legalidad vacía de ética para defender el inmovilismo ante la injusticia; ni que la contradicción de legalidad y ética sirva para respaldar actuaciones aberrantes ni que no se quiera modificar la norma cuando es injusta. No me gusta imaginar a asesinos gobernando. Ni siquiera que puedan ser votados. Algunas de estas cosas no solo no me gustan, sino que me repugnan.
No me gusta que conviertan en esdrújulas las palabras agudas, como ‘sólidaridad’, ‘líbertad’, ‘résponsabilidad’, como si fueran dueños, además, del lenguaje; ni que repitan expresiones ‘comodines’ como ‘hoy más que nunca’, porque siempre es hoy más que nunca; ni ‘como no podía ser de otra manera’, porque siempre puede ser de otra manera; ni escuchar tantas veces ‘tenemos que ser capaces de…’, porque si tienen que ser capaces, que lo sean.
No me gusta escuchar impostadas soluciones para salvar al planeta y para repartir recursos cuando nadie aborda la prohibición de las fiestas donde la comida es, literalmente, el arma arrojadiza para divertir al personal; no me gusta que los melones, los tomates o cualquier otro alimento se desparrame por el suelo cuando hay hambre en el mundo y que nadie tome medidas para evitarlo.
Ya, ya, es verdad, entonces ¿qué hago escribiendo de la campaña electoral? Leo a mis compañeros en el periódico que el parlamento se constituirá el 16 de junio, el día que se celebra el ‘bloomsday’ en Irlanda. El Ulises de James Joyce, que recoge las andanzas de su protagonista, Leopold Bloom, transcurre en esa jornada, elegida porque fue cuando el autor dio su primer paseo con la que luego se convirtió en su mujer, Nora Barnacle. Por eso en Irlanda esa fecha ocupa un lugar especial en el calendario. ¿Es posible imaginar mayor homenaje de un enamorado a la amada que convertir la primera cita en protagonista de una obra universal? Entonces, ¡albricias y zapatetas!, todavía es posible el amor, el sentimiento y la emoción en la política. Así que vislumbro un halo de luz. Y pienso que quizá haya motivos para recobrar la esperanza.