"Sobre esta base de frivolidad es difícil desarrollar una discusión seria"
Es extraño el poder de las revistas del corazón sobre la conciencia colectiva. Antes sus ámbitos estaban bien delimitados: de un lado, el mundo de la realidad, con sus gozos y sus sombras; de otro, el mundo del chismorreo, creado para escapar a ratos de la cruda realidad. Ahora los personajes del circo salen fuera de la carpa y se adentran en la espesura de lo real cotidiano con gran estrépito, de manera que ya no les basta con proveernos de entretenimiento: se convierten en inspiradores de debates morales de altura. Pasó con los atropellos en carretera, con el negacionismo pandémico o con las mujeres maltratadas, y acaba de pasar de nuevo. La flamante propietaria de una criatura venida al mundo con una exclusiva bajo el brazo ha sacudido la vida intelectual del país, repentinamente volcada en las sutilezas éticas, jurídicas y biológicas de la gestación subrogada, los vientres de alquiler y los bebés de encargo. Hemos llegado al paroxismo del famoseo: la fauna que pulula en las junglas de la telebasura y la prensa rosa no solo ocupa las portadas, sino que las lleva a los foros académicos, e incluso marca el paso al discurso político. Es cierto que las perspectivas de desempleo masivo aconsejan ampliar los espacios de la ficción con los que tener distraídos a los futuros contingentes de población inactiva. Pero no todo en la vida es espectáculo, si se me permite la observación. Convendría recordar que las revistas del corazón cultivan una narrativa consistente en transformar la intimidad en mercancía, es decir, en triturar carne humana para luego ponerla a la venta en diversos formatos, desde la salchicha de actriz divorciada hasta la hamburguesa de bailarín toxicómano, y desde el carpaccio de modelo en vacaciones hasta el picadillo de recién nacido, casi siempre con el consentimiento de la parte involucrada. Sobre esta base de frivolidad es difícil desarrollar una discusión seria. Pero quién sabe. En las sociedades liberales es impredecible el camino que va a tomar la conversación pública una vez echada a rodar. ¿Qué será lo próximo? ¿Un debate sobre el bienestar animal cuando Paquirrín adopte una mascota? ¿Otro sobre el cambio climático cuando Froilán estrene buga? ¿Qué apostamos?