Último día del invierno
Si ya se han encollerado las tórtolas, si cantan los verdecillos su cante como de freír un huevo en el aceite muy caliente, si los verderones hacen sus nidos con denuedo como haciendo la cama sin manos, si ha templado la tarde, concluyo que ya ha llegado el último día del invierno. Es momento de echarle las cuentas a la tristeza, las soledades, los achaques y el viejazo que me cayó con mis cuarenta y cinco hierbas. Con el viejazo, se refería Gistau a este momento en el que yo me encuentro en el que te vienen todas las edades juntas. Una mañana de aire más templado, te calzas las zapatillas y sales al parque a echar una carrera y a soñar con la Cuesta a las ocho menos dos minutos y, de pronto, tropiezas con el tapón de una botella o alguna otra cosa pequeña, no te vas al suelo de milagro, abres la zancada y te da un tirón en la espalda. Entonces, te incorporas, miras atrás, ves que no te ha visto nadie y allí, solo con el perrillo mirándote asombrado por el ridículo traspiés, te preguntas qué puñetas ha pasado en la vida, y lo que ha pasado es el tiempo.
El viejazo es ese momento exacto de la vida en el que comienzan a convivir en uno el niño y el anciano, dos formas de la persona que, en lugar de alejarse la una de la otra como sería de creer cuando uno es joven, llegado un momento van confluyendo hasta superponerse de manera perfecta en el final de la vida. Mi amigo Juan Luis Muñoz el Sabio Tarifa decía que nos vamos de este mundo como vinimos: gateando, carajotes y sin enterarnos de nada. Contaba que un día le dijo a Elena, su mujer, que había cumplido cincuenta años y ella le había respondido: “Ahora, vas y los pierdes”. Ese día, Juan Luis llegó tarde de celebrar y entrando en casa a gatas y ante la mirada censora de su mujer dijo: “Mira, Elena, esto lo aprendí yo de chico”.
Si esto es la primavera -“primavera y poesía, ¡toda la vida!”, escribía mi padre en la nota del ramo que llegaba a casa cada mañana como esta-, es que hemos vivido un año más. Si uno sobrevive al invierno, puede sobrevivir a todo.