"Algo más que un día de..."
En 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con el objetivo principal de apoyar a las mujeres y promover su vocación científica. El simple hecho de que esta fecha exista pone de manifiesto la necesidad de romper con la brecha de género. No cabe duda de que ha habido un gran avance desde los tiempos en los que muy pocas mujeres estudiaban carreras de ciencias, y las pocas que lo hacían pasaban desapercibidas o eclipsadas por sus colegas varones. Lejos quedan injusticias como la de Rosalind Franklin cuyos experimentos fueron cruciales para descubrir el ADN, hallazgo del que fue excluida y se atribuyó exclusivamente a James Watson y Francis Crick. Sin embargo, aunque la participación de mujeres, sobre todo en ciencias de la salud, es elevada en carrera universitaria y doctorado, la representación de mujeres en cargos altos y de responsabilidad disminuye considerablemente. Ahora bien, aunque las mujeres científicas españolas no siempre han recibido el mismo reconocimiento que los hombres, eso no ha impedido que contemos con pioneras mundiales como Margarita Salas.
Soy muy consciente de la suerte que he tenido de nacer en una época, un país y en una familia gracias a la que he podido disfrutar de todas las oportunidades de formación que he querido. Mi vocación científica empezó a la hora de elegir carrera universitaria donde me di cuenta de que aquellos ejercicios de genética con los guisantes de Mendel era lo que más me gustaba. Gracias a los ánimos de mi profesora del colegio, acabé estudiando Biología en la Universidad de Navarra. Al terminar la tesis en Granada me fui a Dinamarca a hacer una estancia postdoctoral. Allí las cosas fueron relativamente fáciles. Tenía el apoyo incondicional de mi pareja y de mis superiores. Tenía financiación y reconocimiento.
Conforme escalaba en mi carrera profesional, me he ido enfrentando a periodos de altibajos que hacían replantearme mi futuro. El ser madre fue un punto de inflexión, un hecho que influyó en muchas de las decisiones que he tenido que tomar. Hasta entonces, mi dedicación a la ciencia era a tiempo completo. Tras el nacimiento de mis hijos, el tiempo que podía dedicar al laboratorio disminuyó. No sólo por los periodos de baja maternal, retomar el ritmo y volverme eficiente me llevó un tiempo. El problema de los científicos es que tenemos que demostrar productividad de manera continuada durante nuestra carrera, cosa que me parece injusta. Yo no me volví incompetente, simplemente quise tomarme un respiro para formar una familia.
Pero justamente en esos momentos más críticos, he recurrido a mujeres referentes que me han inspirado y animado a continuar. A ellas (Lisa, Maite, Teresa, María, etc.) les debo el estar aquí, luchando. De vuelta en España desde 2021, continúo con la misma motivación y ganas, intentando sortear los obstáculos para consolidarme en este país. Precisamente visibilizar el papel de la mujer en la ciencia creando referentes femeninos es el objetivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. De alguna manera, se trata de borrar esa imagen estereotipada del investigador loco con pelos de punta que hace experimentos imposibles de entender. Yo creo que inspirar a niñas desde la infancia es algo positivo, para que vean que ellas son libres y capaces de desarrollar cualquier vocación. Pero también es verdad que eso no acaba ahí. La igualdad se conseguirá cuando haya una política de igualdad desde las altas esferas, algo que garantice no sólo la posibilidad de estudiar una carrera, sino más a largo plazo: cuando la mujer pueda compaginar el éxito profesional con la vida personal, sin penalizar la maternidad. Y esto, desgraciadamente, no sólo ocurre en la ciencia.
Cabe agradecer el papel de las universidades e instituciones, tanto nacionales como internaciones, que llevan a cabo iniciativas que tienen lugar el 11 de febrero. Y aunque este día es un momento para visibilizar, reflexionar y analizar los avances conseguidos, lo importante es la lucha a lo largo de todo el año. Por ejemplo, en este contexto, los grupos Women and Technology de la Universidad de Navarra o “Mujer y Ciencia” de la Sociedad Española de Biología y Biología Molecular (SEBBM) han creado programas para que las científicas se reúnan y actúen de mentoras apoyándose e inspirándose unas a otras. Proyectos como estos están consiguiendo involucrar a toda la sociedad para que podamos lograr, en un futuro espero no muy lejano, la paridad entre mujeres y hombres en la ciencia. Ojalá que llegue un momento en el que no haga falta una política especial y que se nos evalúe no por ser mujeres, sino por nuestros méritos, talento y capacidad.
Dra. Marta Montes Investigadora del Cima Universidad de Navarra
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