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"Solidaridad ante la tragedia sísmica"

"El mundo se vuelca con las víctimas de Turquía y Siria, azotadas por los efectos de los terremotos y el autoritarismo de sus gobernantes"

Avatar del Editorial DN Editorial DN09/02/2023
Las estremecedoras imágenes y los testimonios desgarradores como el de Georges Sabe, marista azul en Alepo, a este periódico, retratan la inmensa tragedia provocada por los terremotos que sacudieron el lunes gran parte de Turquía y Siria. Más de 12.000 fallecidos ya y 40.000 heridos, además de devastar localidades completas e infraestructuras de comunicación y de dejar a la intemperie a unos veinte millones de personas. La urgente reacción de la comunidad internacional se ha concentrado por ahora en tratar de salvar a los atrapados entre toneladas de escombros y recuperar los cuerpos que esperan familias angustiadas, sin posibilidad de refugio y forzadas a recorrer hileras de cadáveres en improvisadas morgues para identificar a sus seres queridos. Las temperaturas bajo cero y la nieve agravan las penurias de los que han sobrevivido y complican el trabajo de los miles de voluntarios. Al presidente de Turquía no le queda más remedio que reconocer “problemas” en la atención a las víctimas. Porque al daño causado por los temblores contribuyó la endeblez de unos inmuebles que se desplomaban y, antes que refugio para los supervivientes, se convertían en trampas mortales. A Erdogan le llueven reproches de falta de vigilancia, cuando no connivencia, con una negligente industria de la construcción, que pretende acallar restringiendo las redes sociales. La solidaridad del mundo afea un comportamiento de Erdogan con vecinos y aliados en la OTAN que a menudo roza el matonismo. En la parte siria de la catástrofe, las consecuencias del autoritarismo de los gobernantes son aún peores. Al menos tres millones de afectados ya eran refugiados de la guerra que dura desde 2011. El hecho de que Bashar el-Asad se haya apresurado a anunciar que su Gobierno controlará toda la ayuda que llegue al país representa un castigo añadido para las víctimas del último bastión rebelde. Aunque de nada le vale al dictador de Damasco escudarse en unas sanciones que, según la ONU, excluyen necesidades humanitarias.
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