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Falta Putin, al que se le está poniendo cara de alimoche

Boris Johnson se despidió como Terminator: “Hasta la vista, baby”, dijo el pollito de goma. Suponemos que celebró su caída tirándose de un trampolín a una piscina olímpica llena de cerveza rubia. Al menos, no murió matando, como su homólogo capilar, Donald Trump. Lo demuestra el interesante documental Cuatro horas en el Capitolio (Netflix), una filmación de la batalla campal, que aquí no vimos, entre una policía desbordada y una horda de alucinados, predicadores, miembros de sectas, apocalípticos y rednecks armados con bates de aluminio. Miles de seguidores de Trump, vestidos como si participaran en un videojuego, montaron un intento de golpe de estado. Un Tejero, pero a la americana, esto es, con mucho espectáculo y color. Parece que poco a poco van cayendo los pollitos. Falta Putin, al que se le está poniendo cara de alimoche. No sabemos si Pedro Sánchez se despedirá o será despedido, pero hasta el barómetro del CIS de Tezanos, experto en cocina creativa, augura una victoria del PP. Para despedirse también hace falta tener arte. Un proverbio ruso aconseja: “Nunca cierres una puerta con el culo”. Marcharse dando un portazo con el culo o con un movimiento de cadera no es de buena educación. Boris Johnson cita a Arnold Schwarzeneger y a Donald Trump hay que sacarlo con agua hirviendo; Aznar, el hombre de hielo, se emocionó en su despedida, y Rajoy se fue al bar del Congreso a meterse unos pelotazos. Rodríguez Zapatero ya dijo que se retiraba a contar nubes y a tenor de sus apariciones públicas parece que lo ha cumplido. Su versión premium le ha salido muy cara al socialismo español, un tipo capaz de salir de las situaciones más complejas haciéndolas aún más complejas de lo que eran. Parece el personaje de una serie, con la salvedad de que él es el guionista de sus enredos. De momento, posa con un fondo de bosque carbonizado. Nadie en su sano juicio desea que esa imagen sea una metáfora de lo que, como Atila, deja a sus espaldas. Pero hay quien sospecha.
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