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"Nadie de mi curso había oído hablar de las islas Malvinas, cuya población era mucho menor que la de San Adrián"

Nadie de mi curso había oído hablar de las islas Malvinas, cuya población era mucho menor que la de San Adrián. De Inglaterra sí, claro, de allí venían los discos de The Clash, Pink Floyd, los Rolling Stones y hasta de la Electric Light Orchestra. ¿Qué comían en Inglaterra para dar a tipos tan geniales como Eric Clapton, Robert Plant o Syd Barret? Muy sencillo: desayunaban alubias con tomate. No hay otra explicación a tanto talento por metro cuadrado ¿Y qué había en las Malvinas? En las Falkland, vivían 3.000 isleños y un montón de ovejas. Su mayor riqueza era la variedad ornitológica. Sobre todo, los pingüinos. Pero eso a nosotros nos la traía al pairo. Estábamos burbujeantes de hormonas y sin saber muy bien qué hacer con tanto excedente de testosterona. La mayoría nos pusimos de parte de Argentina, sin saber que aquella guerra era el último coletazo de una dictadura que tenía por cabeza a Videla, un tipejo con bigote de tango, enjuto de muertos, y con 30.000 desaparecidos a su alrededor. Al otro lado, estaba Margaret Thatcher, de quien tampoco sabíamos nada. Tenía aspecto de hombre con peluca y una frente como los acantilados de Denver. Sólo un maniaco podía excitarse con su imagen. El caso es que pronto nos decantamos por Argentina, quizá por Mario Kempes, que cuatro años antes había ganado el Mundial de Fútbol, o por Maradona, que ya despuntaba como barrilete cósmico, o porque allá en el Cono Sur, hablaban español, o porque Inglaterra, sencillamente, no lo pone fácil como aliado emocional.
Muchos años después, vimos un ejemplar documental de la BBC en el que se analizaba aquella guerra que nosotros tomamos como un partido de fútbol. Supimos que sólo entre los excombatientes argentinos hubo medio millar de suicidios. Y luego llegó Maradona, y con un gol vergonzante con la mano, y otro genial, con el pie, creyó vengar la derrota. Y más tarde Rodolfo Fowill escribió Los Pichiciegos. Y aquí seguimos, jugando a las guerras, aunque sea mucho más divertido jugar al fútbol.
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