"José Tomás es un torero sublime y a la vez temerario, dicen. Un hombre alejado de todo, que se hace de rogar y torea como si no tuviera más remedio"
José Tomás reaparece después de casi cuatro años este mes de junio en la plaza de toros de Jaén. En media hora se vendió todo el papel. En un tiempo de mentiras, de apariencias, de fuegos de artificio, de sobredosis de lo virtual, sin carne ni vísceras, se paga lo que sea por ver a un hombre con un toro mirando impávido la muerte como si nada. Por ver algo de verdad. Tomás es un torero sublime y a la vez temerario, dicen. Un hombre alejado de todo, que se hace de rogar y torea como si no tuviera más remedio. Con Tomás nunca se sabe pues, aunque tenga uno la entrada en el bolsillo, puede que la víspera termine en la enfermería. Nada nos atrae más que ese juego, ese burlar la parca, escapar de milagro, jugar cada día a la ruleta rusa. El cartel de la corrida de Jaén, como otras veces, lo va a hacer Barceló, un pintor que no hace ascos a la fiesta y que también ha reaparecido hace poco con una exposición de acuarelas y cerámicas hechas en Kiwayu, en Kenia, donde pasó el confinamiento. Allí, dice, salía todas las mañanas a bucear -algo que practica mucho, puede que ya tenga escamas- y por eso ha pintado peces, gambas, cangrejos, corales y unos autorretratos en los que se le ve con su cara de chico malo. Pintar es lo mismo que bucear, ha dicho. Estar encerrado en el taller es como estar debajo del agua: de vez en cuando hay que salir a respirar. La obra de Barceló tiene algo de arte rupestre, de primitivismo, de borrón, de animalario. Por eso el toro le gusta tanto. Hace poco dijo algo que resume su trabajo: que es más importante desaprender que aprender, lo que es una gran verdad. Que bien haríamos en salir de lo que ya sabemos hacer y empezar de nuevo sin trampas, sin modelos, sin repetirnos. Tomás y Barceló son una pareja a la contra, insólita, ingobernable, tras la que van quienes buscan un muletazo que les transporte a otro mundo, el cuadro de un pulpo que no se quitarán de la cabeza. Barceló debería pintara el cartel de la Feria del toro alguna vez. En cuanto a traer a Tomás, se necesita silencio.
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