"No son los locos quienes matan, somos los humanos como usted y como yo, que buscan la venganza como solución a su enorme frustración"
Tres reflexiones, que nos dan altura para encajar e interpretar el golpe que cada vez es menos excepcional, de la matanza de los niños en Uvalde. No es el primero, ni desgraciadamente será el último. Nos vamos acostumbrando a que de repente a alguien se le “cruza el cable” y destruya con una ráfaga de balas a los más desprotegidos, y posiblemente a los más inocentes. A los humanos, en el dolor, no se nos ocurre otra cosa que decir: “¡Ese loco de mierda!” No señor, no es un loco. Será lo que quieran, pero no un loco. Los locos no existen, los locos son personas como tú y como yo, pero que tienen un trastorno que se puede llamar de tipo esquizoide, paranoide, hipomaníaco…, o con su nombre genérico psicótico, pero para nada loco. El lenguaje coloquial es muy agresivo y falto de información técnica y clínica; normal para el común de los mortales. Pero no son los “locos” los que matan y empuñan armas. Precisamente no son las personas enfermas mentales quienes cometen más actos delictivos. Nuestros enfermos mentales no son quienes matan y quienes hacen daño -que también-, más frecuentemente que la población que nos llamamos normales. Sé y entiendo que se diga como desahogo, vale, pero empecemos a aclarar conceptos que están ya muy estudiados.
La segunda reflexión es la prevención. Ahora que han muerto 19 niños y dos profesoras, es cuestión de rezar y de analizar los datos con frialdad y con mesura y sobre todo con caridad, si no quiere cristiana, pues simplemente humana. Por supuesto que no conozco al joven de la matanza, pero se necesita conocer los pormenores para pensar que algo no estamos haciendo bien para que estas matanzas sean frecuentes. Hemos de prevenir, educar, orientar con más medidas preventivo-educativas de las que hoy tenemos a nuestro alcance. Hoy sabemos bastante para observar un niño que evoluciona de manera atípica, que no se relaciona bien, que no tiene habilidades de grupo, que no supera la frustración, que evoluciona con pasiones y heridas profundas y no las expresa y se las guarda... y guardándoselas, la herida no cicatriza, y se hace más profunda y al final ha de explotar de alguna manera. Invertimos poco en prevención, no sirve de mucho saber lo que sabemos y no transmitirlo a la sociedad.
La tercera reflexión es la libertad y las armas. El acceso fácil a armas de fuego, sin control apenas, con una cultura ancestral de defensa personal, cuando la policía era escasa en los grandes estados de América, hace que se facilite mucho más los suicidios y otras atrocidades en masa. Esto ocurre en cualquier sociedad que llamamos civilizada y tiene armas en su poder fácilmente. Está más que comprobado que quienes usan el arma como “material obligado de trabajo”, tienen mayor incidencia en la muerte, sea la suya o de quien comparte la vida. Parece que es una guerra perdida en EE.UU a pesar de las ideas claras de muchos presidentes. Libertad y armas son dos palabras que parece que una depende de la otra, y en esa educación están inmersos desde temprana edad los americanos del norte.
Son reflexiones que pueden aclararnos que no son los locos quienes matan, somos los humanos como usted y como yo, que no habiendo resuelto un problema emocional, personal y socio-familiar, buscan la venganza como solución a su enorme frustración.
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