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Bolantes de Valcarlos

Los Bolantes llenan Valcarlos de danza y colores

Un año más las danzas tradicionales y la música han sido las protagonistas en la localidad pirenaica
este Domingo de Resurrección, con unas temperaturas que han acompañado al buen ambiente que se respiraba

Ampliar Imágenes del día de los Bolantes en Valcarlos
Imágenes del día de los Bolantes en Valcarlos/ J.A.Goñi
  • Asier Aldea Esnaola
Actualizado el 09/04/2023 a las 21:12
“Es el día grande del pueblo”, aseguraban varios vecinos de Varcarlos minutos antes de las doce, la hora señalada para que comenzasen a danzar por las calles los más de cien bolantes hasta la plaza de Santiago, epicentro de la fiesta. Algunos llevaban desde las once en la plaza, como María Ángeles Caminondo, de 54 años, sonriente, con cuatro hijos, el hermano y los sobrinos entre los dantzaris: tradición familiar; como en el caso de otros muchos locales. Porque en Valcarlos la danza se pasa de generación en generación, lo que supone una fábrica de nuevos bolantes cada año. Julen Larrañeta, de 11 años, debutaba este Domingo de Resurrección algo nervioso, pero contento. Su tío es bailarín desde hace 25 años y ahora él sigue sus pasos.
Tras un almuerzo a las nueve de la mañana, los bolantes fueron a Arnegui a bailar, una demostración de hermandad con los pueblos fronterizos. Hacia las doce llegaron a Valcarlos y realizaron el pasacalle hasta la plaza de Santiago, donde bailaron hasta la una y media. A las cinco de la tarde regresaban los bailes en el frontón. Los zaldikos —personas a caballo— encabezaban el desfile y abrían el paso, seguido de los zapurrak, con largas barbas postizas y hacha en mano. Los gorris dirigían al resto de los integrantes del desfile, los makilariak lanzarían posteriormente la makila (palo) al aire y los dantzaris deleitaban con sus movimientos. La vestimenta típica de los bolantes se basa en camisa con pechera adornada, pantalones con cascabeles, todo cosido por gente del pueblo, junto con cintas de colores, txapela y makila.
“Se ponen primero las chicas por la altura, de menor a mayor. Luego los chicos —explica Aimar Etchepare, de 16 años— En medio suelen estar los makilariak. Entramos a la plaza, hacemos los tres bailes básicos que se les enseñan a los chiquis y se quedan los mayores para hacer las jauziak”.
La plaza se llenó de bailes al son de Egi, Antxoriz y la infaltable Muxikoak, con la que da comienzo todo. Terminadas estas, se dio paso a las contradanzas. El espacio no permitía que salieran todos juntos a danza, así que iban y venían en diferentes grupos. Durante la celebración se notaba una mayoría femenina entre los dantzaris. Nahia Oteiza, Iraide Pagola y Ane Arrosagaray charlaban entre descanso y descanso junto con el resto de amigas de la cuadrilla, un grupo que rondaba entre los 17 y 13 años. Ya llevan varios años participando . “La mayoría empiezan a los cinco y seis”, aseguraron. Ane Arrosagaray es otro ejemplo de pasión heredada, en su caso gracias a Orreaga Pomés y Juan Carlos Arrosagaray, sus padres. Juan Carlos también baila y reconoció que no ha podido dormir. “Muy orgulloso de que haya cantera”, expresó. “Es bonito que cada vez bailen también más niñas”, agregó Pomés.
La mañana gozó de buen tiempo, con 20 grados aproximadamente y el cielo despejado. El sol brillaba y acentuaba el color de las cintas y cascabeles, aunque el calor provocaba más de un sofoco entre el público.
“Cuando te toca bailar al sol se nota un poco, pero no pasa nada. Los trajes lucen más y hay más colorido en la fiesta”, comentaron Itxaso Lapeire y Elena Alegría, dantzaris de 27 y 26 años respectivamente.
En su origen, esta fiesta se celebraba en carnavales. Mikel Etxarri tiene 64 años, el más veterano de los bolantes, y recordaba cuando en la época de su hermana mayor todavía se celebraba por aquellas fechas. “En carnavales la mayoría de personas estaban fuera — rememora Etxarri—. Entonces, respetando la Cuaresma, se decidió pasarlo al Día de Pascua”. Etxarrí ha notado un aumento una “evolución muy grande” en cuanto al número de participantes y el repertorio de bailes. “Mientras pueda y no me digan que estorbe, seguiré. No sé cuándo será el último”, afirmó.
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