Paseo y pincho
Dos molinos del Arga que permiten disfrutar de la gastronomía con vistas al río
El Molino de San Andrés y el Molino de Caparroso poseen espectaculares terrazas en plena naturaleza

Publicado el 18/04/2023 a las 06:00
Cincuenta minutos a pie o un cuarto de hora en bicicleta. Esto se tarda en recorrer los 4 kilómetros entre el Molino de San Andrés de Villava y el Molino de Caparroso, en Pamplona, por el paseo Fluvial del Arga. Edificios que nos hablan de la historia y la actividad económica de la comarca, de antiguos oficios, de la flora y la fauna. Ahora ambos edificios albergan otro tipo de actividad, divulgativas, deportivas o de ocio. Y otras condiciones laborales. Bien lo saben las hosteleras y hosteleros que regentan el bar y terraza de San Andrés y el bar restaurante de Caparroso. El ruido atronador de turbinas y las ruedas de molino ha dado paso a los sonidos de la naturaleza y también de la música.
En la desembocadura del Ultzama con el Arga, San Andrés fue un molino harinero construido en 1541. A principios del siglo XIX fue reconvertido en central eléctrica para iluminar las viviendas de Villava. En 1985 cesó su actividad y con los años quedó en estado de ruina. Fue reconstruido en 2011 y abierto al público como Centro de Información del Parque Fluvial de la Comarca. En la planta baja se instaló una barra de bar que se eleva al techo cuando el Arga se sale de madre. En la fachada se van marcando las históricas inundaciones de la última década.

El bar cafetería funciona de abril a octubre, con una bucólica terraza a la sombra de los plataneros. Desde 2022 el negocio de hostelería lo regenta El Fogón Herrante, servicio de catering de Nabut Navarra, empresa de inserción sociolaboral perteneciente a la Fundación Secretaria Gitano. Fritos, raciones, tostas, bocadillos y repostería conforman la oferta gastronómica. “Cosas sencillas pero de elaboración casera, con producto local y buena presentación”, destaca Estela Rubio, gerente coordinadora de Nabut y de El Fogón Herrante. Los muebles y artículos de decoración, entre vintage y rústico, son de Traperos de Emaús y están a la venta. Las papeleras, ceniceros, etc. son de productos reciclados.
No venden agua envasada y monodosis sino que ofrecen agua del grifo, “que es muy buena”. Y tienen un colillómetro para evitar que las colillas terminen en el suelo. “Esta es nuestra filosofía, apostar por la sostenibilidad y la economía circular”, comenta Estela Rubio. La plantilla ha participado en itinerarios individuales de formación y su estancia en el Molino de San Andrés le permitirá abrirse a otros horizontes. “La hostelería tiene muchas salidas y un alto grado de empleabilidad”, comenta Rubio. El Fogón Herrante tiene su cocina en Mutilva y organiza caterings para eventos, coffeebreaks, cocktails, lunch o picnics.
Siguiendo el curso del Arga y después de atravesar Burlada y las huertas de la Magdalena se llega al Molino de Caparroso, donde la Escuela de Piragüismo organiza sus actividades. Bajo la ripa ha existido un molino desde hace al menos un milenio, según las investigaciones del doctor Arazuri. Primero fue el molino de San Miguel. En 1485, el prior de la Catedral lo cedió a Pedro de Caparroso. Fue lugar de espías en la Guerra de la Independencia y durante la tercera Guerra Carlista el industrial Salvador Pinaquy ideó un sistema de bombeo para subir el agua a la ciudad. A mediados del siglo XIX fue fundición de hierro, en la que trabajó el tenor Julián Gayarre, y en el siglo XX central eléctrica. Tras medio siglo de abandono, fue rehabilitado en 2009. Sobre sus muros se colocó la estructura metálica de 44 metros de largo para hacer el restaurante mirador.
Ione Ayerdi se siente una privilegiada de poder trabajar con vistas al río. “Este es un rincón inspirador. Hay gente que viene por primera vez y se sorprende de que exista algo así en Pamplona”, comenta. Desde la barandilla de la terraza y con un poco de paciencia se disfruta de la fauna. “Viene la garza y ocasionalmente es posible ver al castor”, señala. Ayerdi gestiona el restaurante desde septiembre de 2021. Tiene como jefe de cocina a Andoni Garzón. “Traemos muchas verduras y hortalizas de la Magdalena y el pescado de Nemo. Nos gusta apoyar a los negocios locales”, comenta. Tienen menú del día y de fin de semana. Los viernes y sábados dan cenas. Al producto local le dan un toque de innovación, como el wok de verduritas al teriyaki o el bacalao gratinado al ali oli de lima.
El comedor tiene un piano y dos guitarras para el que se anime a mostrar su dotes musicales. “El 8 de abril, después de la Ceremonia del Río vinieron del secretariado gitano a tomar algo y no veas cómo se animó la cosa y qué buen ambiente hubo”. Los viernes hay sesiones de micro abierto. Y el último viernes de mes, micro abierto de poesía con la asociación Zerokotan. Además, hay exposiciones temporales de artistas locales. Ahora están colgados los óleos de Ángel Ciganda.
Aprovechando algún momento tranquilo, Ione Ayerdi coge el ukelele y se quita la “txirrinta”. Su vena artística comenzó en la orquesta de Olazti, su pueblo. Después ha participado en varios grupos locales. “Ahora hemos montado un pequeño grupo. Todavía no le hemos puesto nombre. Nos juntamos en Buztintxuri a ensayar. Esperamos este verano poder hacer algunos bolos”, expresa.