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Pamplona

Una alumna aventajada en Robótica con 98 años

Amelia García Alonso participa en la Casa de Misericordia de Pamplona en los talleres de Lego: Construcción creativa y Robótica. Este le entretiene especialmente y la responsable destaca “su aptitud para resolver instrucciones complicadas”.

Ampliar Amelia supervisa el robot que ha montado con piezas de Lego y que al rato consigue mover desde la tableta electrónica.
Amelia supervisa el robot que ha montado con piezas de Lego y que al rato consigue mover desde la tableta electrónicaEDUARDO BUXENS
Actualizado el 11/04/2023 a las 08:23
¿Qué tal, Amelia? “¿Yo bien y tú? ¿No teníais nada mejor que hacer? Estaba esperando que tronara o algo”. Es su manera sutil de mostrar cierto reparo hacia la entrevista. Dura una frase. Nada más tomar asiento aflora inevitable su empatía.
Amelia recita cuatro cuando se le pregunta por sus apellidos: “García Alonso Elguezabal Canales”. Es solo un anticipo de una conversación repleta de citas, fechas, nombres, pasajes. Podría ser algo anecdótico. Pero sucede que Amelia tiene 98 años y participa en el curso de Lego con Robótica de la Casa de Misericordia de Pamplona. Es una alumna aventajada. Lo percibió desde el primer día la responsable del taller, Erika Ainaga. Desde que Amelia encendió la tablet, montó paso a paso el robot con las piezas de Lego “y era capaz de resolver instrucciones complicadas”. “En cuanto coge el concepto, ya no se le escapa”, subraya Ainaga.
El taller se imparte en la Casa desde hace tres años. Además del de Robótica, está el de construcción creativa con Lego. En el primero hay cinco personas este lunes 3 de abril; en el segundo se reúnen unas doce. Cuenta Erika que es muy evidente la diferencia entre las personas que utilizan smartphone, teléfono móvil con internet y de uso táctil en su actividad cotidiana, y las que no. “Esa es una barrera tecnológica grande y se nota aquí”, sostiene. Amelia es una de las alumnas más recientes, lleva poco en la Casa. Nacida en Bilbao, ha vivió durante décadas en Legazpi, en Guipúzcoa, y desde 1994 es vecina de Pamplona. Una trayectoria azarosa, como tantas en su generación, con la Guerra Civil en la puerta de casa cuando era adolescente: “Hemos pasado de todo, de vivir muy bien y regular, hasta que llegó la Guerra y ...”.
“Aunque soy mayor, me gusta saber”, despliega maneras en la luminosa sala de la Casa de Misericordia, donde los alumnos le echan ganas hasta que consiguen mover la moto acuática que han montado, el robot de Lego, desde la tableta. Amelia abre bien sus ojos azules y toca suave la pantalla con los dedos. “A ver qué nos indica que hagamos, de momento hay que esperar un poco hasta que cargue la aplicación”, explica paciente. Se desenvuelve en el lenguaje tecnológico. Su aptitud y su actitud sorprenden. “No sé por qué les llamó la atención, esto es algo normal”, considera ella, desde la atalaya de una mente privilegiada. “Criada en el siglo XXI, Amelia hubiera sido una alumna de altas capacidades”, apunta Mariano Pascal, responsable de Participación y Dinamización en la Casa de Misericordia y evidencia así tantos talentos perdidos para la ciencia o las humanidades en una generación entera. Le tocó nacer en un tiempo difícil: “No pude ir a la escuela hasta los 14, qué va. Llegó la Guerra y mi madre nos enseñaba en casa. Era un edificio de seis plantas y vivíamos varias familias, muchos niños que jugábamos por las escaleras y ella nos explicaba con libros de naturales, dibujo, lenguaje, matemáticas....”, recuerda Amelia. Ahora viaja en su andador con una libreta donde apunta retazos de las cosas importantes, “porque a veces” se le olvidan. “Es más lista que el aire”, interviene otra alumna de Robótica. “Soy espabilada, lista no”, matiza Amelia. “En Legazpia aprendí a utilizar el ordenador y esto es parecido”, razona.
Amelia maneja la tableta desde la pantalla táctil.
Amelia maneja la tableta desde la pantalla táctil en el taller de Robótica.EDUARDO BUXENS
Muy amiga de la lectura acaba de terminar ‘Quien soy y cuántos somos”, ensayo filosófico del alemán Richard David Precht. “También me interesa leer sobre Física, pero ahora ya no se me queda casi nada”, desarman de nuevo sus 98 años colmados de naturalidad y lucidez.
Es asidua en los dos talleres de Lego, aunque le entretiene más el de Robótica. Y tiene otras pasiones. El ganchillo le divierte especialmente. Ha terminado un gorro que envidiarían en cualquier escaparate de renombre. Ya tiene destino. Lo regalará, como casi todo lo que hace. Su brazo izquierdo está en rehabilitación y le han recomendado que reduzca el ritmo de la labor.
Amelia García no pierde el hilo del taller, logra concentrarse y compartir al tiempo pinceladas de su biografía. Describe aquellos años novelescos de la guerra, con días oscuros y ásperos y ratos felices. Como aquel enero en que sabían que n habría regalo de Reyes y por eso él y su hermano no se levantaban de la cama. “Pero teníamos un vecino farmacéutico, Alejo Albisu, muy majo, que le dio a mi madre algo de dinero para comprarnos un regalo; a mi hermano un balón, a mí una imprentilla. No pude tener mejor regalo. Cuánto la utilicé”, sonríe todavía al echar la vista atrás.
Su memoria recorre con detalle cada una de las casas en las que vivió con su familia en Bilbao, en Urretxu, en Legazpi;las salidas al monte, la tienda que abrieron en un bajo de 60 metros, mostrador de frutas y ultramarinos que ella atendió hasta su jubilación. Y de nuevo regresa a su padre, a la Guerra que esquilmó vidas y cercenó sueños. “No se portaron bien con mi padre los nacionalistas cuando entraron los nacionales en el pueblo. Habían cargado en su camión toda la vajilla y la cristalería del Batzoki; total que nos quedamos sin camión y al principio sin padre. Cuando volvió no le dieron trabajo. No había ni comida, íbamos un tiempo a un comedor para los que no tenían padre, ponían puré de habas. No me gustaba, pero como tenía hambre, lo comía”.
Su hermano se trasladó a Pamplona y Amelia siguió en Legazpi. Cuidó de su madre con Alzheimer. Para entonces ya conducía su “4 latas” y visitaba a la familia en Navarra, “sobre todo cuando nacía un niño”.
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