Obituario
Sor Iluminada Urra Chaurrondo, hija de la caridad en Sangüesa

- Javier del Castillo
La caridad es gozo, paz y misericordia, y eso fue sor Iluminada Urra Chaurrondo desde aquel 1925 en el que nació en su querido Iturgoyen hasta hace unos días, cuando fue llamada a la casa del Padre. Casi un siglo de amor a Dios, de una vida de entrega, alegre y generosa, en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Una vida de servicio material y espiritual, la vida de sor Ilu.
La conocí en Sangüesa, en el Colegio de la Inmaculada, centro de gran prestigio a lo largo de todo el siglo XX, con monjas profesoras tituladas que impartían enseñanzas de Primaria, Bachiller, Magisterio, Música y un sinfín de disciplinas prácticas y artísticas. A ese colegio tenían acceso gratuito, por la Fundación Fermina de Ripalda, todas las chicas de Sangüesa. Había también internado para otras tantas que acudían de toda Navarra y provincias limítrofes. En él estudiaron Magisterio tres hermanas mías, una de las cuales, Mª Teresa, ingresó en la congregación al terminar sus estudios y después de un largo periplo vocacional en diferentes casas, estos últimos años ha compartido con ella vida, retiro, oración y conversaciones en torno a las primorosas labores que salían de la mano de sor Ilu, en sus contiguas habitaciones de Santa Catalina.
La recuerdo joven y remangada, leal, humana y resuelta, en aquella preciosa cocina del Colegio de la Inmaculada. “Entre pucheros también anda el Señor”, preparando comida para cientos de personas: hermanas, colegialas, empleados de la huerta y granja, comidas extras en Javieradas, fiestas, comidas de la merindad, ayuntamiento, etc… Y hasta en alguna ocasión festiva, muy de madrugada, dando del cafetico que estaba preparando para la comunidad a algunos amigos trasnochadores. “¡Seréis modorros y sinsustancias…!”, decía mientras fraternalmente nos servía; después, con su genuino sentido del humor, cual madre amorosa, nos mostraba la dirección de la puerta a nuestras casas, pues era hora para nosotros de dormir.
Impartió clases de cocina en la escuela dominical para cuantas personas quisieron aprender y a quienes motivó con maestría. De ahí surgieron alumnas aventajadas como Avelina y Matilde, que se convirtió enseguida en su mano derecha, en total sintonía personal y culinaria, y que hoy también la llora.
En este reconocimiento a sor Iluminada quiero incluir a su hermana sor Patrocinio, hija de la Caridad también, y a Saturnino, su hermano, y a sus sobrinos, primos y al pueblo de Iturgoyen, donde sus queridos padres les inculcaron tan grandes virtudes. Y, por supuesto, a sor Emilia, superiora (‘Hermana Sirviente’ se denominan), y a todas las hermanas de la comunidad del Colegio de Santa Catalina porque, con motivo de la despedida a sor Iluminada, una vez más me ha edificado su buen hacer fraterno y espiritual. En su funeral, concurrido de sacerdotes, religiosas y seglares, confieso que sentí una risueña tranquilidad anímica que me gustaría compartir. Un referente.
Adiós, querida sor Iluminada. Que la Santísima Trinidad, desde la sierra de Andía, y tu querida Milagrosa te acompañen al amor eterno del Padre, entre guisos celestiales de dimensión trascendente. Hasta la eternidad.
Javier del Castillo fue alcalde de Sangüesa