50 años del secuestro de Felipe Huarte

Estas fueron algunas respuestas que Felipe Huarte Beaumont, gerente de Torfinasa, de 42 años, ofreció a los numerosos periodistas que le esperaban en la puerta de Villa Adriana, la residencia familiar, después de haberse anunciado su liberación. Era el 26 de enero de 1973, una fecha que ponía fin al secuestro de diez días por parte de la banda terrorista ETA. La pesadilla para el hijo de Félix Huarte y su familia había comenzado el 16 de enero de 1973, por lo que mañana lunes se cumplirán los 50 años de un secuestro que tuvo en vilo a toda Navarra. Ha pasado medio siglo de aquel día en el que a las 19:00 horas cuatro etarras encapuchados entraron en Villa Adriana, la residencia en Beloso Alto que había hecho construir el que fuera vicepresidente de la Diputación de Navarra, Félix Huarte, en honor a su mujer, Adriana Beaumont. Felipe Huarte y su mujer, María Teresa Aizpún Tuero, habían salido a cenar con unos amigos. En la residencia estaban los tres hijos del matrimonio: Felipe, Teresa y Félix, de 6, 4 y 2 años de edad. Y con ellos, tres mujeres del servicio doméstico. Una de ellas fue la que abrió la puerta a los etarras que retuvieron a todos a la espera de que llegara el matrimonio. Antes, llegó otra empleada, que fue también retenida. Finalmente, a las 22:30 llegó el matrimonio. Felipe Huarte debió de notar algo extraño en el rostro de la empleada que les abrió la puerta porque gritó a su mujer para que no entrase, algo que no consiguió. El libro Relatos de Plomo. Historia del terrorismo en Navarra 1960-1986, de los autores Javier Marrodán, Gonzalo Araluce, Rocío García de Leániz y María Jiménez, editado por el Gobierno de Navarra en 2013, así como las crónicas de Diario de Navarra de aquellos días, permiten conocer al detalle lo vivido aquellos días y reconstruir el que fue el primer secuestro de un empresario. Un secuestro que comenzó entonces, cuando, como se relata en el libro citado, vendaron a Felipe Huarte los ojos con esparadrapo, le pusieron un capuchón, lo sacaron al exterior y lo subieron a su propio coche, un Dogde Dart verde, que salió de la residencia precedido del Mini Morris de los secuestradores. A las tres horas apareció en Lekunberri el coche de Huarte abandonado con su sombrero y abrigo. Mientras los etarras cambiaban de coche para evitar dejar pistas hasta llegar a una cueva de Itsasondo, donde permaneció Felipe Huarte hasta el 23 de enero, las personas retenidas en la residencia habían logrado soltarse de las ataduras. Pero no pudieron forzar la cerradura de la puerta hasta 1:30 de la madrugada. Fue entonces cuando dieron la alerta a las autoridades y a los hermanos de Huarte, que estaban en Madrid. A partir de ahí, la libertad de Felipe Huarte dependía de que se cumplieran sus peticiones: el pago de 50 millones de pesetas (300.000 euros) y reclamaciones de índole laboral, como la readmisión de todos los obreros despedidos en Torfinasa, un aumento salarial de 3.000 pesetas al mes, 100% del sueldo en caso de enfermedad, un mes de vacaciones y 44 horas semanales de trabajo. En aquellos días, los 168 trabajadores de Torfinasa (Tornillería Fina de Navarra) permanecían en huelga desde el 4 de diciembre y estas eran sus reivindicaciones laborales. La familia Huarte aceptó las condiciones y pagó el rescate pedido. AL FRENTE DE LAS EMPRESAS Felipe Huarte Beaumont era el hijo pequeño del matrimonio formado por Félix Huarte Goñi y Adriana Beaumont Galdúroz. Ella recibió la Medalla de Oro de Navarra en 1991 por su labor de promoción social , especialmente a través de su obra en Nuevo Futuro. Él, constructor, industrial y mecenas, fue también vicepresidente de la Diputación entre 1964 y 1971. Desde este cargo, y junto con el también diputado Miguel Javier Urmeneta, que había sido alcalde de Pamplona, además de director de la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona (CAMP), impulsó la industrialización de Navarra a través del Programa de Promoción Industrial (PPI). Por este motivo, tanto él como Urmeneta recibieron la Medalla de Oro de Navarra, a título póstumo, en 2014. Además recibió en 1964 la Medalla al Mérito del Trabajo, condecoración que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha anunciado retirar. Antes de su etapa política, Félix Huarte (1896-1971) había creado su propia constructora, Huarte y Malumbres, que vivió una rápida expansión en plena II República. Desde la constructora diversificó y constituyó un gran grupo industrial capitaneado por Imenasa, con empresas como Papelera Navarra, Inasa, Perfrisa, Torfinasa... muchas de las que hoy, ya en otras manos, continúan con un peso específico en la industria navarra. La gestión del conglomerado industrial se repartió, con el tiempo, entre sus hijos. Jesús (el único que vive) presidió la constructora, Juan se centró en la cultura (de la editorial Alfaguara al cine, y apoyó al escultor Oteiza) y Felipe (1929-2017), el pequeño, se encargó del grupo industrial encabezado por Imenasa. En el momento del secuestro ocupaba la gerencia de Torfinasa. María Josefa, tercera y la única hija, continuó Nuevo Futuro, la obra de su madre y la donación de su colección de arte contemporáneo a la Universidad de Navarra fue el germen del museo de este centro. Fue precisamente en la inauguración del museo, en 2015, cuando Felipe Huarte hizo su última aparición pública, ya que no acudió a la concesión de la Medalla de Oro a su padre en 2014. La cultura siempre ha estado muy ligada a los Huarte y de hecho, un año antes del secuestro, la familia promovió los Encuentros de Pamplona del 72, un hito revolucionario cultural en aquella época. El secuestro fue una razón definitiva para que Ford eligiera Valencia y no Navarra para su planta. Con los terrenos ya conseguidos a través del PPI, el día de la llegada del personal de Ford a Pamplona secuestraron al industrial. A partir de aquel 27 de enero, cuando ofreció una rueda de prensa para relatar su secuestro y su liberación, Felipe Huarte y su familia redujeron su presencia en Navarra. Aquella comparecencia ante los medios celebrada un día después de la liberación, se había producido a las 20:45 en Irún, aunque Felipe Huarte no llegó hasta la una y cuarto de la madrugada a Villa Adriana, la residencia familiar que, construida en 1934 por Víctor Eusa, lleva unos años en venta. Allí le esperaban un numeroso grupo de periodistas, fotógrafos y curiosos que se habían enterado del fin de una pesadilla que había durado diez días. Antes de que Felipe Huarte regresara, una vez liberado de su secuestro, a su domicilio en Villa Adriana, la residencia familiar en Beloso Alto, José Manuel Ayesa esperaba a diez metros de la puerta su llegada. Esa noche había estado cenando con su mujer y otros dos matrimonios, los formados por sus amigos Javier Baleztena y Jaime Sagüés. Escucharon por la radio la liberación del empresario y acudieron a esperarle. Les detuvo un control policial, pero al constatar que acudían para apoyar al empresario les dejaron pasar. 50 años después, el que fuera presidente de la Confederación Empresarial de Navarra de 1989 a 2010, lo recuerda con nitidez. Ayesa Dianda, director general de la compañía de autobuses La Roncalesa desde 1970, entre otros cargos que ha ostentado a lo largo de su trayectoria empresarial, en aquel momento de 1973 era vocal del Consejo Provincial de Empresarios del sindicato vertical. “No había entonces otros cauces de representación empresarial más que los establecidos por la dictadura de Franco, además de la Asociación de Industria de Navarra (AIN), que ya llevaba años funcionando y que representaba a los empresarios. Era lo que teníamos para canalizar nuestras inquietudes empresariales”, explica. “Cuando secuestraron a Felipe Huarte, el consejo, que estaba formado por algo más de una veintena de personas, se reunió para ver qué podíamos hacer. Pero solo estuvimos cuatro o cinco porque había mucho nerviosismo. Vimos que, ante una situación que era totalmente nueva, no podíamos hacer nada y que solo cabía dejar actuar a la familia y a las autoridades”, relata al cabo del tiempo. Ayesa, posteriormente, desde su cargo al frente de la CEN, se caracterizaría por la defensa del empresariado ante las amenazas de ETA y ante las peticiones de dinero a través del llamado impuesto revolucionario. FACETA DEPORTIVA “Felipe Huarte era el miembro de la segunda generación de la familia más conocida en Navarra. Además, fue un gran pelotari (fue campeón del mundo en varias ocasiones) y se le conocía por esa faceta deportiva”, explica el expresidente de la CEN. “Después del secuestro, dejó su participación pública pero mantuvo el cariño y la proximidad con Pamplona”, añade. Fueron varias ocasiones en las que José Manuel Ayesa recibió personalmente su felicitación cuando la CEN mostraba su firmeza en la lucha contra ETA. “En el XXV aniversario de la constitución española, la CEN y la CEOE organizaron un acto en el Palacio de Congresos de Baluarte en Pamplona de apoyo al texto, en el que intervinieron el vicepresidente segundo y ministro de Presidencia, entonces, Javier Arenas, el presidente de la CEOE, José María Cuevas. Felipe Huarte me llamó a los días para felicitarnos por la adhesión de los empresarios a la Constitución”, recuerda. Para Ayesa, el secuestro de Felipe Huarte marcó un hito. “ETA trató de justificarlo con el conflicto laboral de Torfinasa, donde Felipe Huarte era el gerente. Se creó un estado de temor en la sociedad, no solo se trataba de amedrentar a una familia concreta. Además del beneficio económico que se buscaba, se quería aterrorizar a la sociedad”, añade.

50 años del secuestro de Felipe Huarte

El primer secuestro de ETA de un empresario se produjo el 16 de 1973. Felipe Huarte, hijo del industrial y vicepresidente de la Diputación, fue liberado diez días después

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