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Ola de incendios

Tranquilidad contenida tras ver que el fuego se quedó a las puertas de Ujué

Ujué amaneció desierto y con el silencio como único acompañante de unas calles que velaron ocho vecinos que se quedaron para ayudar y vigilar

Ampliar Alberto Jurío, vecino de Ujué, habla por teléfono mientras observa el campo quemado alrededor del pueblo. Un paisaje desolador que se repite en todo el entorno de Ujué
Alberto Jurío, vecino de Ujué, habla por teléfono mientras observa el campo quemado alrededor del pueblo. Un paisaje desolador que se repite en todo el entorno de Ujuémontxo a.g.
Publicado el 21/06/2022 a las 06:00
La noche del domingo al lunes no fue fácil en Ujué. Aún no había amanecido cuando un cambio en el viento hizo temer lo peor llevando las llamas hacia el pueblo. El fuego alcanzó los alrededores del cementerio pero finalmente no llegó al casco urbano aunque se acercó bastante. Testigo de todo ello fueron un grupo de ocho vecinos que, tras la orden de desalojo del pueblo el domingo, decidieron quedarse para echar una mayo a los bomberos y estar alerta. El resto del pueblo permanecía en silencio. No había nadie. Tras el desalojo, parte de los vecinos se trasladaron a Murillo el Fruto. El resto fue acogido en casas de familiares o amigos. El colegio ayer permaneció cerrado.
Una de las personas que se quedó en Ujué fue Francisco Javier Berrade. Cansado tras pasar prácticamente toda la noche en vela, se mostraba no obstante satisfecho por no tener que contar daños materiales ni personales. “Con el viento y la temperatura del domingo la verdad es que nos poníamos en la peor de las situaciones. Afortunadamente, la climatología nos ha dado una tregua y aunque hubo un momento angustioso por la noche finalmente el viento ha alejado el fuego”, relataba. 
El incendio rodeó prácticamente todo el perímetro del casco urbano tras declararse en la zona del Alto de la Peña se propagó después hacia la zona del Canal de Navarra. “Pero después giró hacia San Martín de Unx y volvió a rodear Ujué por la parte de atrás, al otro lado de donde se había iniciado”, relataba este lunes por la mañana el alcalde, Rubén Sánchez.
Visiblemente cansado, recordaba la angustia vivida al tener que desalojar el pueblo el domingo. Con una población mayormente envejecida, una de las mayores preocupaciones radicaba en la salud de estos vecinos y vecinas. “Algunas son dependientes, lo que complicaba todo más pero lo primero era la seguridad de la gente. No ha llegado a las casas pero hubo algún momento en que sí lo temimos”, confesaba. Sin poder cuantificar con exactitud las pérdidas, Rubén Sánchez estimaba que una quinta parte del término de Ujué podría haberse visto quemado. Entre las piezas afectadas, muchas se encontraban todavía sin cosechar. También ha ardido pinar y monte bajo.
Con desolación e impotencia divisaba algunos de los focos todavía activos Alberto Jurío. Él también pasó la noche vigilante y apagando fuego con ramas ayudando a los bomberos cuando era necesario. Antes de que cayese la noche les acompañó para enseñarles el terreno y ver por dónde moverse llegado el caso. Colaboró también Jurío en el traslado de algunos animales ubicados en perreras a las afueras de Ujué. “Afortunadamente se han salvado”, respiraba aliviado.
Más tranquilo viendo que los focos que quedaban activos se encontraban alejados de Ujué pero con la incertidumbre y cautelas exigidas hasta que no se diera por extinguido, este vecino del pueblo se mostraba bastante crítico con quienes coordinan y se encargan de los temas agrícolas desde sus despachos. “El campo no está bien, cada vez hay menos pastoreo y no se permite limpiarlo. Ahora ha llegado este fuego y ha arrasado. Esto hay que tomárselo en serio y ver que algo hay que hacer”, refería.
A todas estas personas voluntarias, Juana Rosauro, de Casa Urrutia, les preparaba ayer café y les servía agua. El establecimiento estaba cerrado oficialmente pero con las puertas abiertas a quien necesitase algo. El domingo, cuando desalojaron, Rosauro marchó a Murillo el Fruto aunque volvió por la tarde un rato. Tras regresar por la noche para “dormir solo un poco”, volvió ayer a las siete de la mañana. A nadie de quien ayer le pidió un café o un refresco quiso cobrarle. “Yo negocio hago el resto de días del año, hoy no es el momento. Si puedo ayudar aunque sea en una pequeña parte…”, decía. Pequeños gestos que quienes ayer estaban sin dormir todavía agradecían con cariño.
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