Incendios
San Martín de Unx, noche y día entre llamas
Desde la medianoche del sábado al domingo, el fuego no dio tregua a una población de 400 habitantes que debió ser desalojada de madrugada

Actualizado el 19/06/2022 a las 22:13
El domingo ha sido duro y largo en San Martín de Unx. El fuego fue inclemente con sus 400 habitantes, sumidos en una espiral de impotencia y desesperación como los círculos que describía el humo en diferentes puntos de su casco urbano. Mirado desde la distancia, asemejaba una estampa bélica. Desde la medianoche del sábado al domingo, no hubo tregua de las llamas en un carrusel de emociones de sus vecinos que comenzó por una inquietud al avistar a una distancia prudente “un resplandor”. “Se veía superlejos, viniendo desde Beire y Olite”, rememoraba, con la luz del día, Felipe López Dosantos.
A eso de las doce de la noche, la prudencia empujó a los primeros agricultores a cercar el avance con cortafuegos y riego de agua. “El incendio está al otro lado del canal, a cuatro kilómetros de distancia”. El temor se apoderó del pueblo cuando la lengua de fuego empezó a tomar forma y a avanzar. “Se vio cada vez más naranja, más naranja”.
Antes de que el incendio se bifurcase por los barrancos de Valgatuna y Bayoral, a eso de las tres de la madrugada, la precaución aconsejó a particulares a poner fuera del asedio a familiares mayores. Su ejemplo fue secundado entre las cuatro y las cinco por la hilera de voluntarios que pusieron sus coches a disposición de la residencia Santa Zita para evacuar a sus 36 mayores. Una veintena de turismos se encaminaron a Lodosa, destino de acogida de los desplazados. Martín Valencia Berruezo fue los que participó en el improvisado convoy humanitario. “No tengo ni sueño”, confesaba ayer sin haber pegado ojo durante toda la noche.

Cuando la situación se volvió compleja y llegó la orden de desalojar el pueblo, una mayoría acató la indicación y se desplazó hasta el velódromo de Tafalla, habilitado como acondicionamiento temporal. Eran las seis de la mañana. La conciliación del sueño resultó una quimera para quienes no podían dejar de pensar en la suerte de sus propiedades, a kilómetros de distancia.
Con el amanecer, la preocupación fue en aumento. Un mensaje, vía whatsapp, lanzado desde la bodega Beramendi impulsó a un grupo de desalojados a regresar a San Martín de Unx con la voluntad de ayudar a que el fuego no acabase con el depósito de vino. Daniel Bueno Ibáñez fue de la partida, junto a su cuñado José Fidel Valencia y otros, que respondieron a la llamada de auxilio. Sus intenciones se toparon con un primer obstáculo en la carretera que enlanza Tafalla con San Martín de Unx. Un retén de Policía Foral impedía el paso a cualquier persona ajena a los dispositivos de extinción.
“EL PUEBLO ESTÁ SALVADO”
En ese momento, desde la cuesta de la Casilla, a poco más de dos kilómetros y medio, el pueblo estaba envuelto entre brotes de humo. El desánimo cundió en el ramillete de voluntarios que había acudido en ayuda de la bodega Beramendi. Daniel Bueno y otros decidieron entonces dar un rodeo por una pista paralela al Canal de Navarra con la intención de llegar al centro urbano, a través de la carretera de Olite. Lo consiguieron, dispuestos como estaban a coger sus tractores para hacer cortafuegos y regar la tierra seca. La bodega logró salvarse.
Dos hidroaviones se sumaron al equipo de apoyo aéreo, del que participaron otros tantos helicópteros. La sensación de impotencia que se adivinaba entre los asistentes a un espectáculo triste recibieron con alivio una notificación verbal que fue corriendo de boca en boca entre agentes y personal de bomberos. “El pueblo está salvado”. Así como sus alrededores de cereal, monte y matorral se redujeron a cenizas, las viviendas pudieron sortear la amenaza. La feliz noticia estimuló a no pocos a dirigirse hacia el núcleo residencial con el ánimo de comprobar el estado de sus bienes.
A medida que avanzaban por la carretera, su optimismo cedió a la precaución. A la altura de la bodega de Máximo Abete, los bomberos -incluidos los desplazados del Ayuntamiento de Bilbao-, se afanaban por apagar brotes en llama o humeantes. “El fuego ha rodeado la bodega”, significó uno de ellos.
A merced del viento cambiante, las llamas volvieron a poner en alerta a San Martín de Unx. La desesperación sumió a bomberos, particulares y agentes de la Guardia Civil y Policía Foral cuando, a eso de la una del mediodía, se formó un remolino en un extremo de las calles 13 de septiembre y San Salvador. “Nos ha venido un golpe de calor y hemos tenido que salir corriendo”, observó Carlos Pérez López. El fuego encontró en un matorral de la parte posterior de la calle 13 de septiembre un filón para propagarse con rapidez. Alcanzó las terrazas de tres viviendas. Los bomberos se repartieron en un doble cometido: rociar de agua los edificios por su parte anterior y atacar el avance de las llamas por su posterior. Los esfuerzos de los servicios de extinción y el ímprobo esfuerzo de vecinos se centraron en salvar el pueblo.
