Sucesos
La Policía atiende cada año 35-40 casos de mayores desorientados en Pamplona
En la mayoría, presentan síntomas de enfermedad neurodegenerativa

Publicado el 19/04/2022 a las 06:00
Un sábado de abril. 16.30 horas de la tarde. A un grupo de personas les llama la atención el caminar, el deambular más bien, de un hombre de 93 años en una plaza con varios bares y restaurantes del barrio pamplonés de la Rochapea. Alguien toma la decisión de acercarse a él y el hombre, en buen estado, les manifiesta que no sabe dónde está, ni tampoco dónde vive. Los ciudadanos dan aviso a emergencias y en muy poco tiempo una patrulla de Policía Municipal se desplaza al lugar. Los agentes comprueban que efectivamente el hombre presenta un aparente buen estado de salud, por lo que no es necesario movilizar una ambulancia para que se le haga un reconocimiento sanitario.
Lleva documentación con él y comprueban su nombre y domicilio. Se encuentra en San Jorge, por lo que no resulta complicado deducir que el hombre probablemente ha caminado varios kilómetros hasta la Rochapea. Los policías lo llevan con ellos a casa en un vehículo camuflado, para evitar llamar la atención de vecinos o viandantes. En el piso lo esperan su mujer y una hija. Estas les confirman que el hombre padece alzheimer y que seguramente se ha marchado de casa en un descuido. Muy agradecidas, expresan su alivio a los implicados en la gestión, ciudadanos y policías. El señor ya descansa en su sillón.
Con matices, pero similar a esta en gran medida, la Policía Municipal realiza unas 35-40 actuaciones cada año en las que acude en ayuda de una persona de edad avanzada que camina perdida por la ciudad. Representan apenas un puñado de entre las casi 1.400 actuaciones relacionadas con la prestación de ayuda a personas en necesidad que los agentes de este cuerpo llevan a cabo un año cualquiera en Pamplona, pero son intervenciones que evitan momentos complicados a ancianos muy vulnerables. En el cómputo global, los policías prestan su servicio a personas ebrias, menores desamparados o emergencias sanitarias, entre otros. En el abanico de mayores desorientados, la casuística es variopinta, pero muchas veces son ancianos con indicios de sufrir una enfermedad neurodegenerativa o una demencia que les hace perder la conciencia de quiénes son y dónde se encuentran, dificultando su vuelta a casa. En los casos más graves, estas ‘desapariciones’ se alargan durante horas o incluso días, con gran sufrimiento para los propios protagonistas y familiares.
De cara a minimizar esas situaciones, desde Policía Municipal se agradece cualquier esfuerzo ciudadano por detectar estos perfiles, así como el aviso que pueda trasladarse a emergencias ante la sospecha de toparse con ancianos vulnerables, especialmente en épocas como el invierno o durante la noche.
En los tres primeros meses de 2022 se han registrado 9 actuaciones similares a la descrita en el arranque del texto. En ese mismo periodo de 2021 hubo 7. En algunos, la alerta ante la situación la dieron ciudadanos. En otros, el caminar de estas personas o su vestimenta (un pijama o manga corta en invierno) llamó la atención de policías que patrullaban las calles. En todos ellos se pudo resolver la situación sin que la persona mayor sufriera problemas agravados de salud.
ALGUNOS PERFILES RECURRENTES
Los informes revelan además cómo incluso hay perfiles recurrentes que han sido hallados en más de una ocasión en barrios alejados del suyo. Ya conocidos por los agentes, son acompañados por la patrulla y devueltos a sus residencias o domicilios. En la zona del Soto de Lezkairu se intervino dos veces con una mujer de 90 años, vecina de una localidad de la Comarca, que ha sido encontrada en dos ocasiones “caminando sin rumbo fijo, sin saber decir a ciencia cierta ni su nombre”. A través de una serie de informaciones que sí pudo dar, como dónde residía una hija, la patrulla contactó con una policía local y finalmente pudo ser llevada con ella.
También hay casos complicados, con personas solitarias, que viven solas, como otra mujer de 79 años que paseaba llorando por la avenida de Barañáin y a la que dos jóvenes preguntaron cómo podían ayudarla. Ante su estado de ansiedad, los chicos dieron aviso a la Policía Municipal, cuyos agentes que comprobaron que no tenía hijos, vivía sola y se resistía a que otros parientes la cuidasen. En este caso, como en otros, la intervención policial pura y dura no termina con acompañar a la mujer de vuelta a su domicilio, sino que se redacta un informe para que pueda hacerse un seguimiento desde otros ámbitos a ese perfil.
Al llevar de vuelta a esa persona mayor con sus familiares, la reacción mayoritaria suele ser de sorpresa y agradecimiento. Fue el caso de un hombre de 89 años atendido por varias personas que se toparon con él un mediodía en la calle Conde Oliveto, en pleno centro de la ciudad. A los viandantes les llamó la atención que parecía perdido, sin mascarilla, y que a preguntas de estas personas solo acertaba a decir que había salido “a comprar lotería”, pero se había perdido. Su hijo acudió a recogerle. Desde la Policía Municipal indican que en muchos casos los familiares no llegan incluso ni a percatarse de la ausencia o no le conceden la gravedad que tiene, bien porque la persona está en un estadio inicial de la enfermedad y comienza a revelar los primeros indicios de no poder valerse por sí mismo, o bien porque se ha ido de casa en plena noche, y siguen durmiendo.
Eso ocurrió recientemente cuando el aviso a los agentes llegó desde una cafetería del barrio de San Juan. No habían dado las 7 de la mañana cuando una empleada del establecimiento reconoció al marido de una clienta, ambos habituales, en pijama, accediendo al local. Cuando los policías llevaron al hombre de vuelta a casa, la mujer, también una persona mayor, no se había enterado todavía de la escapada del marido.
SITUACIONES QUE NO ENCAJAN
El relato de intervenciones parte en más de una ocasión de situaciones que no encajan, revelando la posible existencia de un riesgo para su protagonista. Pasó por ejemplo a unos policías que circulaban por la calle Irunlarrea, en Mendebaldea, una fría mañana de invierno con el termómetro bajo cero. Apoyada en una farola, una mujer de unos 70 años permanecía de pie vestida tan solo con un jersey. Extrañados, los policías se tomaron la molestia de preguntar. Ella les comentó que esperaba un transporte para ingresar en una residencia, vehículo que no llegó nunca a recogerla. Los agentes finalmente fueron quienes la desplazaron hasta el lugar donde tenía previsto su ingreso.
Otro policía con ‘olfato’ fue quien se percató con extrañeza de la presencia de una mujer de 88 años en las inmediaciones de una discoteca una madrugada de sábado a domingo de febrero, a las 3.28 horas de la madrugada. La señora, bien vestida, arreglada, con un bolso, se sorprendió cuando el agente le preguntó a ver qué hacía allí, si esperaba a alguien y si se encontraba bien. Según comentó, se le debía de haber estropeado el reloj, que se le quedó parado a otra hora más propia de la tarde o comienzo de la noche, y ella se había confundido sin explicarse qué hacía allí en ese momento. “Desde luego, no es para estar por la calle”, señaló a la patrulla, que la llevó hasta su piso en Iturrama.
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