Ibone Olza: "Debe haber profesionales de la salud mental en el embarazo y el postparto"

Ibone Olza era una psiquiatra joven embarazada de su primer hijo, cuando una colega le espetó una de esas frases que se recuerdan toda la vida: "Ya verás. Es como la nariz. No te lo quitas de encima", resumió en referencia al futuro bebé. Y así sucedió. Veinticinco años han pasado y Olza es ahora una psiquiatra especializada en niños y bebés y madre de tres hijos adultos de 25, 23 y 21 años, “nacidos por cesárea”, recalca. En este cuarto de siglo, su experiencia como madre ha ido siempre de la mano de su profesión sanitaria. Ha criticado malas prácticas durante el embarazo, el parto y el postparto y se ha convertido en activista de realidades relacionadas con el nacimiento (como ‘El parto es nuestro) o la lactancia (’Vía láctea’). Todas estas vivencias, unidas al papel de las ‘comadres’ (las vecinas, amigas, hermanas... presentes en la crianza de un bebé) y la mujer como mamífera, las ha plasmado en su último libro Palabra de madre. El poder de la maternidad (Planeta, 18,90 euros). Autora de otros títulos como Parir, Lactivista o Psicología del embarazo, Ibone Olza Fernández (Pamplona, 1970) dirige ahora el Instituto Europeo de Salud Perinatal y es consultora de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La presentación de su último libro será en Diario de Navarra (Cordovilla), en el marco de las actividades de educación y familia que organiza el rotativo. La cita será el miércoles a las 19 horas. La entrada, gratis previa inscripción en Mundo DN. Decidió escribir este libro cuando su hija menor cumplió los 18 años y ya, supuestamente, había terminado su función como madre. ¿Qué le llevó a recordar sus embarazos y los partos de sus hijos? Me notaba un poco triste, con pena. Como casi ya no tenemos ritos de paso, el llegar a la mayoría de edad yo lo viví así, como un rito. Veía a los niños que tengo cerca (sobrinos, hijos de amigas...) y me maravillaba de lo bien que lo hace la gente cercana. Pero, al mismo tiempo, lo comparaba conmigo. “Yo lo hice peor”, me machacaba. Y aquella inquietud me motivó a escribir este libro para saber si estaba siendo justa o no con la madre que era entonces. ¿Y lo fue? Hay una palabra muy bonita que es la ‘compasión’. Sentí esa compasión hacia la madre que fui, con todas las dificultades que tuve. Cuando tienes esa mirada más compasiva, sales mucho mejor parada. Aunque los hijos cumplan 18 años no quiere decir que haya terminado tu función como madre. Cada vez, hay adolescencias más tardías, por lo de que al cumplir la mayoría de edad se cambia algo es un mito. Maternar hoy, aquí y ahora sigue siendo difícil con hijos de cualquier edad. Buena parte del libro es una crítica al sistema de salud materno infantil en España. Algo que, según dice, empezó a constatar cuando se convirtió en madre... Me empezó a chirriar lo que veía. En psiquiatría siempre se culpa a las madres de los problemas de los hijos. El conflicto que yo vivía con los míos, de querer criarlos con apego y al mismo tiempo escuchar que los dejara llorar para que no se acostumbraran a estar en brazos, era similar a lo que me sucedía como médica. A mí me salía dar la mano o un abrazo a un paciente pero estaba muy mal visto. Era el mismo sistema el que rompía los vínculos, en vez de permitirnos la ternura y el cariño como algo bueno. El amor era considerado como algo negativo que había que dosificar. Pero algo habremos mejorado en las dos últimas décadas desde que fue madre... Un poquito (se ríe). En la atención al parto empieza a haber más sensibilidad hacia los cuidados pero aún existe mucha confusión. Ahora parece que da lo mismo quién cuide. Pero no es igual que sea la madre o el padre ni que te cuiden en casa o te lleven muy pronto a una guardería. Es distinto. ¿Por qué es tan importante el parto en la vida posterior de la madre y el bebé? El primer encuentro es fundamental y queda grabado. No tiene nada que ver empezar la vida en un camino bonito y floreado que hacerlo escalando una montaña, descalza, con frío y temporal. Obviamente, puedes llegar a querer a tu hijo igual. Pero un inicio adverso (tras una cesárea, un parto doloroso o dificultades con la lactancia...) es mucho más complejo. Sin embargo, existe una solución. Cuando ponemos palabras a lo que ha ocurrido, se sana la herida. Y al hablarlo, pueden sanar las de otras mujeres de la familia (madres, tías...) LOS HOMBRES Y SALIR AL MUNDO Además de sobre la familia, también habla de las ‘comadres’, esas mujeres cercanas. ¡Qué importancia tienen esas mujeres en la vida de una madre que cría!Sobre todo, en estos tiempos en los que te sientes tan sola y no cuentas con el respaldo de la ‘tribu’ de madres, abuelas, tías, vecinas... Muchas mujeres estamos deseando volver a trabajar tras la baja maternal pero ¡no por el trabajo! Sino para ver a alguien. Porque estar todo el día sola con un bebé es durísimo. Sin las ‘comadres’ no podríamos criar. ¿Y qué lugar ocupan los hombres? El papel del padre es imprescindible. Pero el problema es que pretendemos que los hombres ocupen el lugar de las ‘comadres’ y no puede ser porque son cosas distintas. El papel del padre es diferente y complementario al de la madre. Y empieza a tener más fuerza cuando los bebés ya están saliendo de nuestras faldas. Para salir al mundo. El postparto es un desencuentro y muchos hombres transitan por la paternidad con sufrimiento. Aunque no lo digan. ¿Qué ocurre con la depresión postparto? Hay que diferenciar la dificultad generalizada de una madre tras el parto (sentir ganas de llorar...) de una depresión, que son palabras mayores. En ese caso, hay una pérdida en la capacidad de disfrute. La diferencia entre una madre deprimida y otra que no lo está es que la primera no consigue dormir nunca y siempre está angustiada y la segunda lo logra cuando el bebé duerme. Esta depresión tiene un gran componente social por la falta de apoyo. Para prevenirla, hay que ofrecer cuidados en el embarazo y el postparto. Debe haber profesionales de la salud mental en todos los equipos. Psiquiatras y psicólogos expertos en perinatalidad. Pero no existen en la mayoría de los hospitales públicos. A mí la maternidad me transformó y reorientó mi vocación profesional ser psiquiatra especializada en perinatalidad. MAMÍFERAS Y 'LACTANTES' Dedica un capítulo del libro a las mujeres como mamíferas y recuerda una idea interesante: 'Una mamífera cuando más peligrosa resulta es tras el parto'. ¿También ocurre con la especie humana? Resulta curioso ver cómo los veterinarios lo saben y lo aplican en los partos. Son conscientes de que no hay que separar a las madres de las crías y que no deben cruzarse con ellas porque son súper agresivas. Sin embargo, a muchos bebés humanos se los llevas tras el parto sin que haya ninguna urgencia médica. Desde lo cognitivo, las mujeres sabemos que si quién se lleva al recién nacido es un sanitario no decimos nada y no matamos a nadie. Pero seguramente en nuestro cerebro se producirá la misma reacción agresiva de "quiero matar a alguien". En parte, luego volvermos contra nosotras mismas con ese sentimiento de culpa de "no he sabido proteger a mi crío" y tenemos miedo de que le pasen cosas malas. Además de ser activista del parto, también lo es de la lactancia materna. Usted misma tuvo una experiencia de lactancia prolongada con su hija menor... Se ha perdido la cultura de la lactancia. Muchas de nosotras, de niñas, tampoco la vivimos. No tomamos apenas teta y nunca vimos a niños mayores lactando después de comer un bocadillo. Tenemos interiorizadao que lo normal es dar al bebé un chupete y un biberón. ¡Yo nunca hubiera pensado en que daría la teta tantos años! Y si llegué ahí es porque me pareció mucho más fácil y divertido que hacerlo con bebés. Dar de mamar después de los seis primeros meses, cuando la alimentación de tu hijo ya no depende solo de ti, es una liberación. La lactancia de los primeros meses de vida puede ser bonita pero es agotadora. Yo misma tenía mis prejuicios para la lactancia prolongada. Y ni en la Facultad de Medicina ni en la especialidad de Psiquiatría se habla de ello. ¿Cómo es posible que haya estado tan denostada? Tenemos que recuperarla y compartir nuestras historias: las buenas y las difíciles. Usted nació en los setenta, cuando no existía la cultura de la lactancia materna. ¿Puede suponer la lactancia acutal un conflicto familiar? ¡Es un gran conflicto! Muchas madres te dicen: 'Dale un biberón, que te tiene esclavizada'. Y muchas mujeres, ante esa presión, renuncian a la lactancia. Mi madre, que a mí no me dio el pecho, me dijo que le parecía una maravilla que mis hijos se criaran así solo con mi leche. A veces, es un recoloque a nivel familiar que puede ayudar a hermanas o cuñadas que vengan después... Pero muchas feministas critican la lactancia. ¿Por qué? Quiero pensar que debajo de esas críticas hay mucho dolor. Son mujeres que han peleado por otros temas, como que podamos trabajar, y perciben la lactancia como un peligro de que volvamos a quedarnos atrás. PANDEMIA Y GUERRA DE UCRANIA ¿Cómo ha afectado la pandemia de la covid a las mujeres embarazadas y en los partos? Todavía, cuando ya llevamos dos años de pandemia, hay lugares en los que las embarazadas no pueden entrar acompañadas a hacerse una ecografía, cuando pueden decirles que algo va mal o que ha dejado de latir el corazón del bebé. No entiendo cómo los padres no han salido a las calles a manifestarse. También, ha habido muchas separaciones inneceesarias de los recién nacidos y sus madres. Al principio, podía tener su razón de ser pero no está justificado que se haya prolongado tantísimo tiempo. Terrible es ahora la situación de las mujeres pariendo en sótanos o en las estaciones del metro en Ucrania... Es insportable, durísimo. Son momentos de gran desconsuelo. Para prevenir la guerra habría que empezar por cuidar a las embarazadas y los bebés. Putin y Hitler son los dos hijos que llegaron después de que sus padres hubieran perdido varios niños. Cuando una madre pierde bebés seguidos y no puede hacer esos duelos de forma sana, lo que se sabe desde la psicoterapia es que no es posible hacer bien el vínculo con los hijos siguientes. Ahora hay que seguir pensando cómo vamos a sanar todos los traumas de las embarazadas, los bebés, los refugiados de Ucrania... Si no los sanamos ahora, los volveremos a ver dentro de cuarenta o cincuenta años. Hay que volver a lo mismo: al consuelo y al acompañamiento. Otro problema relacionado con la maternidad en Ucrania son los bebés nacidos tras una gestación subrogada, que esperan en hospitales a ser recogidos por sus padres adoptivos. ¿Qué opina sobre esta situación? Ya lo vimos con la pandemia, que se quedaron allí un montón de bebés. Y ahora, con la guerra, ha sido más de lo mismo. Esta situación confirma que esta práctica nunca está justificada. Y es lo peor que le puede pasar a un bebé. Porque es arrancarlo de su madre. Un bebé tiene clarísimo quién es su única madre. Lo demás son cuentos chinos.

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Acaba de publicar su último libro, 'Palabra de madre. El poder de la maternidad'

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