Linajes del reino
Los Urroz; la hora de los Torreblanca (y II)
El quinto linaje de ricoshombres de Navarra tuvo una importante representación desde antiguo en Córdoba. De esta familia descendió probablemente el escritor Miguel de Cervantes, cuya abuela paterna fue Leonor Fernández de Torreblanca

- Begoña Pro Uriarte
Como muchos caballeros navarros, Los Torreblanca participaron en los hechos de armas que sucedieron a la batalla de las Navas de Tolosa y se unieron a las huestes de Fernando III de Castilla que se adentraron por tierras cordobesas. Hacia el año 1240, ya se debieron de asentar allí los primeros representantes de este linaje, constituyendo a partir de entonces una gran familia, en cuyo seno todo indica que se engendró la figura de Miguel de Cervantes.
Cuando en 1300 el rey Mohamad II de Granada atacó Baena, Alonso Fernández de Córdova socorrió la plaza con un pequeño ejército, entre cuyos miembros se encontraba Fernando Alfonso de Torreblanca, por aquel entonces, cabeza del linaje. Adentrado el siglo XV se constata la presencia en Córdoba de Rodrigo Díaz de Torreblanca, casado con María Alonso. Fruto de este matrimonio nació un hijo, de nombre Juan Díaz de Torreblanca, quien fue un médico destacadísimo en la Córdoba de finales de ese siglo. Muy bien relacionado, llegó a ser el médico personal de Luis Méndez de Sotomayor (uno de los cordobeses más influyentes de aquel tiempo), y trabó amistad con el librero Juan de Castilla y con el mismísimo Cristóbal Colón. “…es bastante conocido que fue en la botica de Leonardo, situada en la collación de San Salvador, donde Torreblanca conoció a Cristóbal Colón durante la estancia de éste en Córdoba, pues, como afirma J. de La Torre, el futuro almirante, además de sus conocidas relaciones con los Enríquez de Harana, fue amigo de los Díaz de Torreblanca…”, afirma Margarita Cabrera Sánchez en Juan Díaz de Torreblanca, un médico olvidado de la Córdoba del siglo XV.
Tanto Cabrera como Krzysztof Sliwa en Leonor Fernández de Torreblanca, heredera de la insigne saga de los médicos y abuela paterna de Miguel de Cervantes Saavedra barajan la posibilidad de que Juan fuera un judío converso por su dedicación a la medicina, aunque la primera matiza: “Por otra parte, sus testamentos expresan, a través de las mandas pías, que Torreblanca estaba lo suficientemente compenetrado con las prácticas religiosas cristianas como para encargar un número bastante elevado de misas tanto por sí mismo como por el alma de sus antepasados, como, incluso, por las almas del Purgatorio, en general, todo lo cual no es frecuente en los testamentos de los judaizantes”. Sabiendo del posicionamiento preeminente de los Torreblanca navarros en esta ciudad, lo más lógico es concluir que Juan sea uno de sus miembros.
Este médico disfrutó de una situación económica desahogada y fue poseedor de varias propiedades, terrenos y olivares. Se sabe que comerciaba con aceite, orujo y esclavos. Aunque exquisito en su profesión médica, manejó sus actividades económicas sin muchos escrúpulos. Llegó incluso a ser acusado de cohecho y su mujer, Isabel Fernández, declaró que su esposo la había obligado a firmar unas fianzas en contra de su voluntad.
Juan e Isabel tuvieron nueve hijos: Rodrigo (que tuvo a su vez a Isabel y Francisco), Juan, Cristóbal (seguramente nombrado así en honor a Cristóbal Colón), Catalina, María, Juana, Isabel, Constanza y Leonor Fernández de Torreblanca, siendo esta última la más conocida, puesto que se casó con Juan de Cervantes y fue la abuela de Miguel de Cervantes Saavedra. Leonor no tuvo una vida fácil. Le tocó bregar con un esposo de brillante carrera en la administración, pero de maneras violentas, que llegó incluso a ser encarcelado tras una radicalización en su conducta que le llevó a cometer injurias, intimidación, robos e incluso un intento de vender a su hija María. Además, Juan de Cervantes decidió vivir por su cuenta en Córdoba, dejando a Leonor, que le había seguido a los distintos destinos que le habían tocado, en una situación económica muy inestable. Tuvo este matrimonio al menos otros tres hijos, Juan, Andrés y Rodrigo. Este último se casó con Leonor Cortina y fueron los padres de Miguel de Cervantes.

LOS TORREBLANCA EN NAVARRA
En plena guerra civil entre beaumonteses y agramonteses el padre del Príncipe de Viana se hizo con el control de Urroz en 1456. La plaza se encontraba en esos momentos en manos de Menauton de Santa María, uno de los hombres más fieles y próximos a Carlos, quien sufrió en sus carnes la furia agramontesa, perdiendo entonces su palacio, pasto de las llamas. Una vez tomado el control, para asegurarse la fidelidad de la villa, don Juan negoció un matrimonio entre Isabel, la heredera del palacio de los Torreblanca, con uno de sus partidarios: Juan Martínez de Oricin. Isabel era hija de Martín Martínez de Beortegui y María Martínez de Torreblanca y nieta por vía materna de Gil Martínez de Urroz y Blanca de Beaumont (hermana del condestable Luis de Beaumont). Ana Zabalza en No hay en el reino de Navarra casa más ilustre ni conocida por grandes caballeros como la de Urroz de Torreblanca: Vecinos y palacios en busca de equilibrio llama la atención sobre la posibilidad de que Isabel hubiera estado casada antes de la llegada de don Juan a Urroz con uno de los hijos de Menauton; Juan, Arnaldo o Guillermo, y estuviera ya viuda, heredando el patrimonio de los Santa María, Pedro, fruto de su primer enlace.
Isabel y Juan Martínez de Oricin plantearon entonces el matrimonio entre Pedro y una hija de Juan, Violant. Sin embargo, endeudado por su afición al juego, Pedro se reveló como un hombre violento y despilfarrador. Juan se vio obligado a intervenir para que su nieta, Brianda, no perdiera su herencia.
La unión entre Isabel y Juan de Oricin dio lugar a una nueva familia. Su hijo Juan Martínez de Torreblanca fue un hombre de armas muy activo. Participó en las guerras en Navarra, estando presente en la batalla de Noáin y en la toma de Maya, y pasó a Castilla cuando tuvo lugar la revuelta de los Comuneros. Zabalza señala que cuando se terminó el enfrentamiento civil en el reino los Torreblanca habrían retornado a la fidelidad beaumontesa, “y desde su nueva posición iniciarían una dilatada trayectoria de servicio a la corona castellana, reiterando sus pruebas de servicio y de fidelidad a lo largo de generaciones, tanto dentro como fuera de Navarra”.
Juan se casó dos veces, buscando entretejer fuertes alianzas con las familias más importantes del reino. Su primera esposa fue María de Ayanz, perteneciente al linaje de los señores de Guenduláin. Tras enviudar se desposó con Leonor de Beaumont. Juan y Leonor tuvieron un hijo de nombre Luis, del que se sabe gustaba la caza, los juegos de naipes y de pelota, y era dado a organizar encuentros con sus amigos en los que no le importaba derrochar su patrimonio.
QUERELLAS
Los Torreblanca protagonizaron una existencia conflictiva en Urroz. Mantuvieron pugnas con muchos vecinos y también con sus primos, los Berrio-Santa María, alcanzando también sus disputas a términos y a vecinos de la Valdorba, de donde Oricin era originario. Los desencuentros iban “desde discusiones por el lugar que debían ocupar dentro de la iglesia y por el uso del escudo de la villa como si fuese propio del linaje, hasta, en el caso más grave, el intento de asesinato de 1537, perpetrado ya contra el hijo de Oricin, Juan Martínez de Torreblanca, quien le había sucedido al frente de la casa a su muerte, en 1522”, señala Zabalza. En un momento determinado, el palacio fue asaltado produciéndose numerosos robos y Lope Martínez de Urroz llegó a disparar una ballesta contra Juan, quien resultó herido.
En 1540 se abrió un proceso judicial por el que Juan Martínez de Torreblanca se querellaba contra la villa de Urroz por “la tasación de daños por la demolición de una presa de su molino”. La causa estaba pendiente en marzo de 1542. En 1556 hay un procedimiento abierto de Juan contra Juan de Unzué, vecino de Sansomain, Miguel de Unzué, vecino de Amatriain y otros vecinos de Unzué y Enériz sobre “la posesión y restitución de una casa y su pertenecido en Unzué”. Sus hechos de armas le acarrearon numerosas pérdidas. De hecho, al morir Juan en 1558, los Torreblanca se encontraron en serias dificultades económicas. Las continuas querellas y la dilapidación de los bienes erosionaron a la familia, que tuvo que marcharse de Urroz tras el incendio de su palacio, en el que perdieron muchos bienes, incluida su probanza de hidalguía. Se instalaron entonces en Tafalla, donde se le ve a Luis ejercer el cargo de alcalde.
A pesar de su declive, la familia consiguió asiento en Cortes en 1618 por la rama militar, brazo en el que muchos de sus miembros destacaron sirviendo al rey en lugares tan dispares como Nápoles. Continuaron el linaje Juan de Torreblanca y Altarriba, su hijo, Pedro de Torreblanca, a quien se le nombra en 1627 a raíz de otro pleito con Agustín Martínez de Lacarra por la “partición de unos bienes”; y sus nietos, Luis y Baltasar de Torreblanca (hijos de Agustina de Zuría y Ezpeleta), que murieron sin descendencia.
En 1723 el palacio de los Torreblanca en Urroz pertenecía a Isabel de Torreblanca, prima de Luis y Baltasar. Ella tampoco tuvo herederos, a pesar de casarse en dos ocasiones. En 1758, el palacio ya está en manos de Martín Ibañez de Ibero Eusa y Torreblanca.

Dos palacios cabo de armería
El palacio de Torreblanca que todavía se levanta en la villa de Urroz es un edificio gótico construido con refinados sillares. Sobre la puerta principal se puede ver un escudo en el que aparecen las armas de los Beortegui y las de la villa de Urroz, bajo una cruz patada. La puerta está hoy tapiada y sobre la fachada, en el segundo piso, se aprecian las dovelas y ventanas tan características de las casas de la villa.
Por su parte, el de Beortegui fue reconocido como palacio cabo de armería en 1514. Se encontraba situado al lado de la iglesia de Santa María. Aunque no tenía un acabado tan noble como el de Torreblanca, en él destacaba la presencia de una torre lateral. Tras sufrir un incendio en 1770, fue rehabilitado poco después. En el siglo XIX ya no vivían en él los Beortegui, sino que Ramón Oñagüe llevaba el palacio en nombre de la familia. El viejo edificio se encontraba en ruinas en el siglo XX y en 1998 se levantó una nueva casa en su lugar. En El palacio cabo de armería de Beortegui y sus linajes, Iñaki Garrido dice que los únicos testimonios de su existencia son unas fotografías de los hermanos Javier y Gabriel Villanueva. A diferencia del palacio de Torreblanca, el de Beortegui no disfrutó de la prerrogativa de asiento en Cortes.