Arte
Un capitel del Museo de Navarra muestra la primera representación artística de la viruela en Europa
En el Capitel de Job de la Catedral románica de Pamplona, fechado en el siglo XII y conservado en el Museo de Navarra, “aparece la primera representación de esta enfermedad en la estatuaria”, según el virólogo Nájera Morondo

Publicado el 14/06/2022 a las 23:31
La viruela fue la enfermedad más mortal en Europa desde el siglo XVI hasta el XIX. Más que la peste o el cólera. Sin embargo, se conocía –en su versión menos virulenta– desde muchas centurias antes, sobre todo en la India y el norte de África. Desde allí llegó posiblemente a la Península Ibérica acompañando a la invasión árabe del 711. Sin embargo, según el historiador George Kübler, no se han encontrado registros de la viruela en el arte clásico, y eso a pesar de ser una enfermedad que deja señales y secuelas distintivas y duraderas en quienes la padecen. El virólogo español Rafael Nájera Morondo, exdirector del Instituto de Salud Carlos III, refrendaba esta afirmación ampliando incluso el marco temporal: él defendía que no existen representaciones pictóricas o escultóricas de ella “hasta el Códice Florentino de 1550”. Salvo por una excepción. El propio Nájera Morondo, en un artículo publicado en 'Mundo Científico' en 2003, sugería que en el Capitel de Job de la Catedral románica de Pamplona, fechado en el siglo XII y conservado en el Museo de Navarra, “aparece la primera representación de esta enfermedad en la estatuaria, basándonos en las características de las pústulas que el artista representó en las imágenes de Job”.
El médico y profesor José Javier Viñes Rueda, un referente en el estudio de la historia de la viruela y de los efectos de las enfermedades en el siglo XIX, daba por buena la teoría de Nájera Morondo en un artículo de la revista 'Pregón' (nº49, marzo 2018): “El testimonio más antiguo de la presencia de la viruela en Navarra, y posiblemente de Europa, nos lo acredita el capitel de la Catedral románica de Pamplona, datada por Luis Vázquez de Parga entre 1140 y 1150, que representa a Job mostrando cuerpo y manos cubiertas de pústulas de viruela con gran realismo”.
Al hilo del realismo al que Viñes Rueda hace mención, Nájera Morondo remarca en especial el detalle de que las pústulas que cubren el cuerpo de Job cumplen con un rasgo “característico” de la viruela, como es el de afectar en abundancia “a la cara, donde aparecen primero, y también a la palma” de la mano. Según este autor, los dos cuerpos cubiertos de llagas pertenecerían a Job, en dos momentos diferentes: en el primero, el que las marcas son más visibles -sobre todo en la cara-, estaría recibiendo la visita de su mujer y de sus amigos, mientras que en el segundo, situado justo a la derecha del anterior en el capitel, estaría postrado ante “una figura de Dios con nimbo crucífero, que se dirige a él saliendo de una nube para anunciarle el fin de las pruebas”. Esta segunda imagen presenta menos llagas, como si la enfermedad estuviera remitiendo.
HISTORIA DEL CAPITEL
El Capitel de Job debió formar parte del claustro románico de la Catedral de Pamplona durante siglos, si bien su estado de conversación no siempre fue óptimo. El periodista y arqueólogo Manuel Pérez Villamil lo describió del siguiente modo en 1846, según una anotación que dejó escrita el historiador Luis Vázquez de Parga: "Cuando visitó (Pérez Villamil) la catedral pamplonesa, los capiteles estaban olvidados sobre la bóveda de la capilla Barbacana, donde debían llevar tiempo porque, según su opinión, fueron descubiertos y rescatados del olvido por el acompañante de Pérez Villamil". El propio Vázquez de Parga fue el primero en estudiar el capitel a fondo, en la década de los 40 del siglo XX; poco después, en 1954, la pieza llegó al Museo de Navarra como una donación del cabildo catedralicio para compensar una deuda contraída con la Diputación Foral de Navarra.
Durante décadas, los historiadores investigaron el capitel, pero quizá por estar menos versados en el ámbito de las enfermedades contagiosas que Nájera Morondo o Viñes Rueda, no se atrevieron a ponerle nombre a la enfermedad de Job. Es el caso, por ejemplo, del prestigioso medievalista francés George Gaillard, quien analizó el Capitel de Job de Pamplona y lo comparó con otro que se conserva en Notre-Dame de la Daurade, en Toulouse. Él habló de “llagas”, pero no mencionó la viruela.
“En el capitel de Job, el escultor navarro sigue el texto bíblico más estrictamente que el artista tolosano… En las dos primeras escenas, muestra el escultor una habilidad teatral… No se puede ser más exacto ni más realista… La última cara (de los cuatro lados del capitel) es menos hábil: Job, cubierto de llagas, está representado dos veces. Se trata de dos escenas yuxtapuestas, Job recibe a sus amigos y Dios le habla”, describió.
En lo que sí hay unanimidad es a la hora de valorar la calidad de la obra. Siguiendo con Gaillard, “el escultor de Pamplona nos aparece como un artista fuerte y un creador original. Su obra es a la vez pintoresca, expresiva, movida, violenta, apasionada, pero siempre monumental. Se relaciona más con la de los artistas aragoneses que con los escultores tolosanos, pero sobresale por la calidad de su técnica y la grandeza de su estilo. Los dos capiteles de Job son completamente diferentes uno del otro: el de Toulouse es una joya, el de Pamplona un monumento”.
Contradiciendo a Gaillard, si Nájera Moronda y Viñes Rueda dieron en el clavo, de hecho tendríamos en Pamplona, además de un momento, una joya única: la primera representación artística de la viruela en Europa.
