Una conversación con
Concha Buika es una lección de vida. El optimismo y la vitalidad que desprende cuando habla de los buenos y malos momentos que jalonan su carrera artística son una muestra de que
le gusta subirse al escenario para sincerarse con el público y transmitirles “su verdad” sobre aquellos temas que le inquietan y afectan a la humanidad. Además de su carácter y una manera visceral de entender el arte, si algo distingue a la cantante es
una voz poderosa, rota y agitanada que le ha llevado a ser considerada una de las voces más personales de la música latina internacional. Con un repertorio que
no tiene fronteras y suena a flamenco, jazz, soul, reggae, pop, rock, incluso copla, y tras diez años sin cantar en nuestro país, Concha Buika, hija de exiliados guineanos nacida en
Palma de Mallorca, ha regresado a los escenarios españoles con
World tour 2021, la gira que llega hoy a
Pamplona de la mano del
Flamenco On Fire.
¿Le ha costado regresar a España desde que decidió marcharse a vivir a Miami?
Soy muy temperamental e independiente. Llevo 11 años en Miami, pero antes estuve en otros sitios. Soy nómada, toda mi vida cabe en una maleta. No tengo necesidad de parar en un sitio. Tengo un lugar donde guardo mis cosas, pero vivo en el mundo y es lo que me gusta. Las giras me llevan de un lado a otro y llevo años alimentándome de México, Turquía, España, Estados Unidos o Japón.
Las ausencias prolongadas pueden llevar al olvido del artista. En su caso, ¿cómo le ha recibido el público?
Es por ellos por lo que estoy aquí, por los que quieren ver a Buika en un escenario. Yo me debo a ellos y la gente que acude a mis conciertos son mis jefes. El público me mantiene y es quien manda.
Canta, baila y también habla en el escenario. De uno de sus conciertos, un crítico dijo que parecía más una monologuista que cantante. ¿Le molestó?
A punto de cumplir 50 años, no me voy a preocupar por lo que digan o critiquen. Que digan lo que quieran, me da igual, yo estoy con el orgullo en la NASA. Soy muy loca, muy libre de cabeza yme gusta improvisar, que cada concierto sea una experiencia única. Después de tanto tiempo sin compartir con mi gente de España, ¿cómo no voy a hablar con ellos? ¿Qué tiene de malo estar en el escenario y contarles qué me ha pasado? Se trata de estar un rato juntos y pasarlo bien.
Considera al público como el jefe de su trabajo. Y usted, ¿es la jefa de su propia vida?
Por supuesto, voy a mi aire, no me sujeto a nada. Desde hace un tiempo no necesito mánager, tengo mi propia oficina y lo hago todo sola. Las mujeres somos unas animalas y nunca tenemos miedo al trabajo.
Detrás de una trayectoria con giras, discos de oro y nominaciones a los Grammy Latinos hay unos inicios. ¿Era de esas niñas que soñaba con ser cantante?
A mi me gustaba todo: cantar, bailar, ser modelo, actriz. Era una niña y, como tal, tenía sueños y mucha imaginación. Era rebelde e inquieta, quería probar todo. Un día vino a casa una tita que vivía fuera y le dijo a mi madre: no tendrás a una niña que cante bien, pues un grupo de blues está buscando una cantante. Cuando dijo que pagaban 10.000 pesetas, allí que fui. Estoy aquí por los demás, la gente me pidió que cantara. No he tenido nunca pretensión de ser cantante y famosa. Tampoco es que naciera en un barrio y un entorno apto para sueños de princesas.
¿Fue su madre la que le inculcó el amor por la música? Tengo entendido que era una gran aficionada
En mi casa siempre había música. Para mi madre, la música es el alimento del alma y del espíritu y siempre estaba escuchando algo, le daba igual el estilo o el cantante, para ella era música que hacían los blancos y que sonaba muy bonita. Éramos 6 hijos, más primos, amigos de los primos, todos en casa... y mi madre también utilizaba la música para amansar a las fieras. También me ayudó a encontrarme con la música la colaboración que recibíamos de grupos externos. Fue una experiencia que no olvido.
¿Qué ocurrió?
En Mallorca había educadores de calle que atendían a los niños y los llevaban a un grupo de “Boy Scout”. Desde la iglesia de mi barrio hicieron un gran trabajo, pues nos recogieron de la calle, nos inculcaron el deporte, la música, la lectura, hacíamos excursiones. Fue una infancia dura, una etapa complicada vivir a pie de calle en los años 80. Era muy duro lo que vivías, lo que sentías y a lo que te exponías, pero luego también había mucha bondad y hermandad. Ahora el recuerdo es muy bonito.
Considera que el artista se debe a la humanidad y que debe cantar desde la verdad. ¿No le parece muy exigente?
Es responsabilidad. Lo que me gusta a mí es lo que quiero transmitir a los demás. Me interesa la música que, cuando la escucho, me siento bien, me hace sentirme plena, me hace vibrar. Por eso me vacio cantando, me siento libre para componer y cantar lo que me dicta el corazón. No hay que tener miedo y, si lo tienes, no hay que esconderlo porque crece y se convierte en un monstruo.
¿Su libertad creativa tiene algo que ver con que pueda tanto con el flamenco como con el jazz, el soul o cualquier otro estilo?
Los artistas vivimos de muchas músicas. Da igual el estilo, lo válido es transmitir un mismo mensaje. Y todas las músicas tienen ese hilo conductor porque todas cuentan nuestra historia y vivencias. Cambian los sonidos, pero el mensaje de fondo es el mismo.
Es una artista temperamental, que transmite mucha fuerza y energía. ¿Cómo es Concha Buika cuando se baja del escenario?
Tengo casi 50 años y estoy para la gozadera, la mía es edad para el rock and roll total y absoluto. Nuestro cuerpo tiene una limitación, pero nuestra mente no. Y cuando la mente dirige al cuerpo, de ahí al infinito. No hay cosa más divertida, erótica, calculadora, inteligente, suspicaz e intuitiva que una mujer que ha llegado a los 50 años. Empieza ese proceso de ir quitándote capas que pesan y avanzas hacia una etapa en la que ya estás completamente liberada. Es la edad para quitarse las tonterías, las bobadas, las losas que te van generando los cometarios de las personas. Esos miedos, recelos, inseguridades o dependencia de lo que digan los demás no es sano. Todos los sufrimos, pero gusta liberarse.
¿Esta forma de entender la vida es la que transmite en sus conciertos?
Nos han metido muchas tonterías y prejuicios a las mujeres en la cabeza. Hay una parte de la vida que duele y es así, hay que aceptarla. Pero hay otra parte que duele y no hay un por qué. Son muchos años de desgaste con emociones y sensaciones de culpabilidad por hechos o comentarios inútiles de otras personas que no sirven más que para hacerte daño. Mucho pensar en lo mal que estás haciendo las cosas, muchos años de estrés en la emoción y en la cabeza, hasta que hace dos años exploté. Pero alguien que estaba a mi lado me abrió los ojos.
¿De quién se ha llevado la mejor lección?
Con el parón del coronavirus me vino otra realidad. Tras el último concierto de la gira antes del confinamiento, no me encontraba bien. Me miré en el espejo y me vi horrible. Me di cuenta de que hacía tiempo que el espejo solo era un reflejo para peinarme, lavarme los dientes, vestirme, pero no para observarme a mí misma. Me vi cansada, vieja, fea, gorda, me sorprendí a mí misma y me pregunté: ¿cuándo me he convertido en esto? Llegué a estar tan mal que no podía ni cantar, me acercaba al micrófono y la voz no me salía. Fue muy duro. Pero ahí estaba mi hijo de 20 años para darme una lección. Un día me dijo: “Mamá, mi único objetivo en la vida es estar tranquilo y tú debes hacer lo mismo”.
¿Ha sido fácil seguir su consejo y afrontar una nueva etapa?
Hice un pacto de no agresión con mi mente. No hay enemigo más poderoso que el que tenemos dentro. Nadie en esta vida nos puede hacer más daño que el que nos podemos hacer nosotros mismos con la mente. Decidí que no podía seguir así, el puñal de quien te quiere agredir lo afilas tú. Así que, a partir de ahora, al que me critique o se meta conmigo, le invitaré a una cerveza.
¿La música es también su terapia, le ayuda a expresar sus emociones y pensamientos?
No necesito la música para sentirme bien conmigo misma. La música es un alimento y un medicamento que hay en el mundo para el regocijo de las personas. No puedo ser más importante que la música porque yo no soy nadie. De hecho, cuando me marche, mi música seguirá aquí si Dios quiere. Tiene una entidade demasiado grande como para alimentar a una sola persona.
¿No le parece mucha responsalidad pensar, no solo en el presente, sino en el legado que dejará con su música?
El mensaje que tengo y mi voz no es para mí, es para miles de personas. Yo no soy nada, sólo una ilusión que dentro de unos años dejará de ser. Lo importante es lo que dejes aquí y eso está muy por encima de lo que eres a nivel personal. Por ser el alimento de muchas personas, claro que me lo tomo con responsabilidad. Cuando conocí a mi pareja le dije: si tu entiendes que mi música está por encima de tu amor y de todo, voy para adelante con esta relación. Y él , que es trombonista, lo entendió a la perfección y me dijo que iba conmigo a muerte. Hoy seguimos juntos y felices.
Su voz es uno de sus valores. ¿Ha tenido que cuidarla y mimarla mucho?
Es una tontería decir solo que tienes una voz bonita. Es un mito que se saca de la parte romántico bohemio erótico festiva del arte, del mismo calibre que la que dice que para ser actor tienes que ser guapo. Eso son tonterías. La voz da igual, lo que importa es tener bien la mente y el cuerpo, estar fuerte de estructura, para que cuando les pidas tirar para adelante, te acompañen. Hay quien dice que cuando sale al escenario se cura. Las mujeres nos alimentamos más del hambre que de la comida, de esa sensación de tigre que te hace fuerte. Para cantar, más que una voz bonita, lo que hay que hacer es atreverse a comunicar, abrirte en canal y contar la verdad.
¿Cómo ha vivido la pandemia?
Nos ha marcado a todos muchísimo, creo que hay un antes y un después. Hemos pasado mucho y seguimos pasándolo, cada uno a nivel personal, pero también mirando a nuestros familiares, nuestras amistades, incluso a las personas que no conocemos de nada. Lo que pido es que esta crisis sanitaria nos sirva para algo. La pandemia nos ha venido para hacernos entender que tenemos que valorar mucho más la vida. Lo que necesitamos es aprender a estar tranquilos. La falta de control del impulso es una de las grandes causantes de los desastres.
DNI
Concepción Balboa Buika, conocida como Concha Buika, nace el 11 de mayo de 1973 en Palma de Mallorca. Hija de exiliados políticos guineanos, la comunidad gitana del barrio de Son Gotleu fue su segundo hogar. A los 17 años le contrata un grupo de blues y publica su primer disco, Mestizüo, en el 2000. Varios discos de oro, un Grammy Latino y otros premios avalan su trayectoria.