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El enemigo somos nosotros

  • ​Jaime Ignacio del Burgo
Publicado el 29/05/2023 a las 07:17
Vaya por delante mi solidaridad con Manuel Martorell por el percance que sufrió en la subida del San Cristóbal a causa de una estenosis que le produce dolores insoportables. Le han derivado a la unidad Raquis del Hospital Universitario y las listas de espera van de 250 a 300 días. Una situación desesperante, que le ha llevado a Martorell a hacer una reflexión que titula “Navarra: de Reyno a provincia” (DN, 24-5.-2023).
Dice que cuando en 1974 fue a Barcelona a estudiar Periodismo se sentía orgulloso “incluso de las migajas forales que nos había dejado la dictadura franquista” y que al menos nos permitía tener las mejores carreteras, la mejor enseñanza primaria y, sobre todo, la mejor sanidad de toda España. Ahora otras comunidades nos han “rebasado” en todo aquello de lo que nos enorgullecía. Somos “una región del montón”. Hemos pasado de ser un Reyno que defendió “toda la sociedad navarra durante la Gamazada” a una “mera provincia” Aboga por un “compromiso histórico” para recuperar aquella Navarra en la vanguardia en los principales servicios sociales”.
Pues bien, Navarra fue un Reino de la Corona española hasta 1840. En 1841, la Diputación liberal pactó con el Estado la renuncia a la condición de Reino, cuyas instituciones eran incompatibles con la libertad y la igualdad garantizadas por la Constitución de 1837. La Ley Paccionada de 1841 convirtió a Navarra en una provincia con un estatus singular. El régimen foral garantizaba un importante autogobierno abierto a sucesivas mejoras. La Gamazada de 1893 movilizó al pueblo navarro contra la pretensión del ministro Gamazo de suprimir nuestra autonomía tributaria, pero no se hizo para defender el Reino sino el estatus como provincia foral. Tampoco Franco nos concedió migajas forales. Respetó el régimen foral. A su muerte el autogobierno navarro gozaba de muy buena salud y era envidiado por quienes aspiraban al autogobierno. La fractura política de la sociedad navarra no es de hoy. Ya se puso de manifiesto durante la Transición (1976-1982). Y sigue estando ahí. El nacionalismo vasco de derechas (PNV) hizo causa común con los partidos nacionales de izquierda (PSOE y PC) y las nuevas formaciones aberzales que cristalizaron en HB como brazo político de ETA. Todos gritaban “Nafarroa Euskadi da”. Si hubieran triunfado, hoy seríamos una provincia más del País Vasco. La derecha navarra prefería dejar las cosas como estaban. Fue el centrismo navarro el que consiguió ese “compromiso histórico” que añora Martorell. Defendió que “Navarra es Navarra” y abogó por un nuevo pacto con el Estado para recuperar y democratizar las antiguas instituciones del Reino de Navarra, así como para fortalecer e incrementar las competencias forales en todo aquello que no sea inherente a la unidad constitucional. UCD en 1977 y 1979 tuvo un gran respaldo electoral. Y su inserción en el partido nacional que impulsaba la Constitución de la libertad y la concordia, le permitió poner en marcha el proceso de Amejoramiento del Fuero. UCD convenció primero al PSOE y después al naciente UPN, que ese era el camino. El resultado fue el nuevo pacto que obtuvo el acuerdo del 70 por ciento del Parlamento Foral y fue refrendado por las Cortes Generales el 10 de agosto de 1982, en ambos casos con el voto en contra del PNV y de HB, el brazo político de ETA.
Si la Comunidad Foral de Navarra está hoy en la cola de las Comunidades Autónomas de España es responsabilidad nuestra. Desde 2015 hasta el día de hoy nos gobierna un PSOE cada vez más euskalerríaco junto a los partidos que rechazaron el Amejoramiento. Por desgracia, el enemigo somos nosotros.
Jaime Ignacio del Burgo
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