La paguita
- Jon Guergué San Miguel
Plácido, la obra maestra de Berlanga, nos mostraba esa campaña de la que el franquismo se sirvió de manera hipócrita para lucir un aire compasivo y caritativo propio del buen cristiano bajo el lema “siente a un pobre a su mesa”. El empresario que hacía caja al cobijo de la dictadura española podía dormir a pierna suelta durante un año entero invitando a un pobre a cenar por Navidad a su casa. Ir al cielo por aguantar una noche a un pobre no parece un mal trato. Un maridaje de innovación y marketing social marca España. Los anfitriones disimulaban el asco que les podían dar los pobres poniendo la mejor de las sonrisas. Unas décadas después una parte de la derecha ya no esconde su indigencia moral. La promociona. No necesitan ser hipócritas ni simular que ayudan a los desfavorecidos. No necesitan invitar a los pobres a sus mesas por Navidad. Les vale con robarles las ayudas, insultarles y lucir una arrogancia sin límites. La actitud de Enrique Ossorio, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, tras saberse que se ha beneficiado del bono social térmico -a pesar de su sueldo de más de cien mil euros anuales- destinado a consumidores vulnerables es el equivalente a escupir a la cara de la gente necesitada. Desvelado el asunto, y en lugar de envainársela, declara que seguirá solicitando el bono social. Evitó referirse a la ayuda con el nombre de la paguita, término peyorativo con el que él y sus correligionarios acostumbran a definir cualquier ayuda destinada a los más desfavorecidos. Sin embargo, que Ossorio haya recibido el bono social térmico es algo que han permitido los socialistas. ¿Quién redacta leyes y decretos en el PSOE? ¿Los Pepe Gotera y Otilio del derecho? ¿A quién se le ocurre no vincular un bono social a la renta de los beneficiarios? Un becario tuerto no lo haría peor. ¿Y qué decir de Mónica García, portavoz de Más Madrid? Tras criticar a Ossorio sale a la luz que ella también ha cobrado la ayuda del bono. Bochorno mayúsculo para una formación a la que presuponiéndole una sensibilidad especial en lo social acaba retratándose en las mismas actitudes que su teórico antagonista. Con la diferencia de que el votante de Ossorio no le hará pagar esa actitud en las urnas, más aún, le aplaudirá. Con este panorama más Tamames más ‘Tito Berni’ más todas las excentricidades que nos regalan los políticos cada día no queda más que preguntarse cómo hemos podido normalizar esta basura tragicómica y qué hace falta en este país para que un político dimita. Esto no sería la paguita sería el milagro.