Opinión
Un encierro postmoderno y ancestral

Actualizado el 11/07/2022 a las 19:32
Difícil encontrar un espectáculo tan postmoderno como el encierro. Parece diseñado para los algoritmos de las grandes empresas tecnológicas y para las redes. Un vídeo de muy corta duración, trepidante en su desarrollo, con desenlace siempre incierto y lleno de sorpresas en cada recodo. Una receta con pleno al diez en la comunicación digital que se impone hoy.
Y, sin embargo, el encierro es, a la vez, todo un clásico. Un reto mañanero entre hombre y animal, buscando ambos su propia supervivencia. El de este lunes, fue el de la angustia televisada. Y eso que los Cebada Gago y su estadística no engañan a nadie. Pero la del lunes ha sido la carrera de los milagros.
Que se lo cuenten a las docenas de mozos que renacieron tras una carrera-batalla donde disparaban astas en vez de balas. Y a los tres que notaron como el cuerno les rasgaba. Al joven donostiarra arrastrado por “Marismeño” en la plaza, que parecía condenado y quedó en un susto con sangre. Al mozo valenciano que se estampó de frente con “Cepillito”, un toro vuelto bajando el callejón, plantado como un autobús en medio de la carretera. O al australiano que se vino al otro lado del planeta para que le atravesaran el gemelo a la vista de toda la plaza.
Hablar del capotico de San Fermín dicen que suena a tópico. Pues será. Pero ¡vaya trabajo que ha tenido este lunes! Y ahí seguía luego, como si nada, vistiendo al santo en su capilla. El encierro será postmoderno, seguro. Pero, sobre todo, sigue siendo un rito ancestral.