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"El escándalo de Iruña-Veleia"

Cuando, hace unos años, visité con unos amigos el vasto yacimiento romano, nos sorprendió el silencio absoluto del señor que lo custodiaba sobre el escándalo que ya había saltado a la opinión pública, aunque apenas era conocido en Navarra. No pudimos arrancarle una sola palabra sobre el caso.
Se trataba, sin embargo de “el fraude arqueológico más singular -y, en cierta medida, más espectacular- realizado en España en los últimos decenios”, según el testimonio del eibarrés Joaquín Gorrochategui Churruca, prestigioso y prestigiado lingüista vasco, director del Instituto de Estudios Clásicos de la UPV, especialista en onomástica vascona y aquitana.
¿Qué sucedió en los años 2005 y 2006 tras los hallazgos habidos en el yacimiento romano de Iruña-Veleia, entonces en territorio caristio, y ahora en el municipio alavés de Iruña de Oca?
El año 2006, se lanzaba a todos los vientos el anuncio de que habían aparecido en un resto de cerámica de los siglos III-IV d. C. unas palabras, que no eran latín. ¿En qué lengua estaban escritas? ¡En euskara! Las palabras eran: “Urdin Izar” (estrella azul). Y se añadía, con desbordada satisfacción que estas eran “las dos primeras palabras comunes de la lengua vasca que hasta ahora se conocían”.
Otro notición estallaba poco después: “La representación del calvario más antigua del mundo [siglo III] parece elevar el yacimiento romano de Iruña–Veleia (…) a la altura de arqueología internacional”. No faltaba nadie: la Virgen, San Juan, los dos ladrones, y en vez de la inscripción INRI, un vulgar RIP (descanse en paz), ¡aplicado al mismo Cristo!
Hasta 270 eran los grafitos que pretendían sus autores proceder del siglo III: lista de reyes romanos, emperadores y dioses olímpicos; abecedario; motivos de La Eneida; lista de faraones: ¡entre ellos, la reina Nefertiti, ¡descubrimiento reciente!; textos redactados en vascuence y en latín, con ortografía muy moderna, grafía anacrónica o incorrección gramatical: Baco por Bacchus, Marte por Mars… O expresiones, mucho más tardías, como “Ad Majorem Gloriam Dei” y “Homo proponit sed Deus disponit”…
La primera comisión académica multidisciplinar, nombrada por la Diputación Foral de Álava, en manos del PNV y EA, declaró en 2008 la falsedad de los hallazgos. Tres arquitectos titulares del equipo dirigido por Eliseo Gil se separaron del mismo y declararon no haber visto durante su trabajo incisiones, dibujos, textos o jeroglíficos, que solo aparecieron tras el “lavado” de las piezas y nunca más. Los embaucadores, Gil y sus colaboradores, Rubén Cerdán y Oscar Escribano, empedernidos en la defensa de su fraude, se inventaron la existencia en la ciudad romana de un “paedagogium” o centro escolar con un preceptor de origen egipcio para explicar lo supuestamente encontrado allí. Tras diez meses de inútil espera, la diputada de Cultura, Lorea López de Lacalle (EA), en una rueda de prensa, ese mismo año, quiso cortar por lo sano: “Hay que acabar con esta parodia. Podría resultar cómica, si no afectara al dinero público”. La Diputación alavesa llevó luego el caso a los tribunales.
Desde entonces hasta 2020 se sucedieron informes contra informes, polémicas sin fin en medios informativos, manifiestos contra manifiestos, retrasos judiciales, movilizaciones, hasta huelgas de hambre. “El notable éxito de aceptación del fraude de Iruña-Veleia -escribe Gorrochategui- en amplios sectores de la opinión pública antes del dictamen de la comisión [y mucho después] se debía al hecho crucial de que vendía un relato añorado ideológicamente por una parte de la opinión y, en todo caso, agradable e ilusionante para ella”.
Eliseo Gil fue condenado en junio de 2020 por el juzgado penal de Vitoria, por un delito continuado de estafa y otro de falsedad documental del patrimonio histórico cultural, a dos años y tres meses de prisión; 12.500 euros de multa por informes falsos, y una simbólica indemnización por cada una de las piezas falsificadas. A penas menores fueron condenados sus colaboradores: Escribano confesó una actuación falsificadora y llegó a un acuerdo con la fiscalía. Recurrieron los falsarios y recurrió la Diputación Foral, también esta vez en manos del PNV, que pedía siete años de cárcel e indemnizaciones mucho mayores. La Audiencia Provincial de Vitoria, en enero de 2021, desestimó los recursos; elevó de falta a delito la actuación contra el patrimonio histórico cultural, e incrementó la multa a Gil con seis meses y una cuenta diaria de seis euros. Este último, terco en sus trece, terminó pidiendo amparo ante el Tribunal Constitucional. ¿Megalomanía, interés económico, ganas de engañar? ¿O fanatismo étnico y supremacista, secundado por el nacionalismo vasco exacerbado? Esta vez, nacionalistas vascos, juiciosos y clarividentes, consiguieron que el embeleco, engaño y fraude no se confirmase para burla e irrisión universal.
Víctor Manuel Arbeloa Escritor
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