Arrimadas echa la persiana
La retirada de Inés Arrimadas de la política era un hecho consumado tras la renuncia de Ciudadanos a presentarse a las elecciones generales del 23 de julio. Pero no estuvo de más que la portavoz en el Congreso, tras ser la líder indiscutible del partido al relevar a Albert Rivera, y triunfadora de las autonómicas catalanas de 2017, compareciera para formalizar su decisión. La retirada a los 41 años de una dirigente cuya valía personal nadie parecía discutir es la última consecuencia de la debacle de la formación naranja, a la espera de que sus actuales responsables y sus afiliados resuelvan disolver una marca que no tendría sentido que se presentara a los comicios europeos de 2024 como su enésima reconversión sobre la nada. Ciudadanos se constituyó tras el referéndum del Estatut en junio de 2006. Una contestación pluralista y constitucionalista al primer tripartito catalán y ante las señales que apuntaban a la deriva independentista del pujolismo. Creció en aquella comunidad frente al procés y se convirtió en el único grupo que, con un origen periférico, fue capaz de extenderse con notable audiencia al conjunto de España hasta hacerse muy influyente. Tanto que tras las generales de abril de 2019, hace solo cuatro años, estuvo a punto de formar Gobierno con el PSOE de Pedro Sánchez. Pero su dirección, con Rivera al frente, creyó que su destino era disputar al PP el liderazgo del centro-derecha. La repetición de aquellas elecciones fue su principio del fin. Arrimadas se mostró ayer serena, cordial y agradecida, entre otros, a Rivera. Aunque no ha ofrecido una reflexión autocrítica sobre el viaje de Ciudadanos, más allá de mentar “errores” y “aciertos” sin concretarlos. Los 300.000 votantes que optaron por la oferta naranja en los comicios del domingo son imposibles de reconducir hacia otras siglas por designio de una dirección casi cesante. Pero es comprensible que haya guiños de complicidad hacia los valores del Ciudadanos más pujante en una campaña voto a voto.