"Urnas y resaca raras veces se llevan bien"
En algunas democracias consolidadas, la jornada de reflexión conllevaba 24 horas de ley seca. Había que evitar altercados y procurar que los votantes llegaran perjudicados al colegio electoral, pero sobre todo había que combatir la abstención. Urnas y resaca raras veces se llevan bien. Pero eran otros tiempos. Ahora que el consumo de alcohol es una costumbre minoritaria y casi nadie se emborracha la víspera, el precepto de un día de abstinencia resulta un anacronismo innecesario. Y tampoco se entiende bien la dimensión silenciosa de la jornada en estos tiempos en los que los marcos comunicativos tradicionales han saltado por los aires desde la irrupción de internet en nuestras vidas. Lo curioso es que el término “jornada de reflexión” no aparece en nuestros textos legales. Por lo visto fue una invención de los políticos, quienes allá por la Transición lo incorporaron a la jerga del gremio con buena acogida por parte de los medios de información, que también lo hicieron suyo. Admitamos que fue un acierto: apelar a la reflexión como remate de la campaña, aunque suene demasiado rimbombante, es como un lavado de última hora que ayuda a olvidar el encadenamiento de actos irreflexivos precedentes. Como diría un futbolista, lo que ocurre en campaña se queda en campaña. La jornada viene a consistir en un postrero propósito de la enmienda para borrar el festival de palabrería y ruido de las semanas previas, lo más parecido a un retiro espiritual en el que los políticos se recogen en el rincón del pensar. Es un decir; en la era del pensamiento débil, por pensar se entiende dejarse fotografiar en trance de pasear al perro, tomar el aperitivo con la cuadrilla, recordar que uno tiene familia, descansar en la localidad natal, ir al cine y coger fuerzas para afrontar el resultado de la noche siguiente con euforia o con deportividad, según vengan dadas. En cuanto a los ciudadanos, a esta jornada ya llegamos bastante reflexionados. Por la parte del hastío, mayormente. De manera que lo tomamos como un día de expectativa, más que de meditación, a sabiendas de que la verdadera reflexión empezará pasado mañana, a la vista de los resultados y sus consecuencias.
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