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"En el mapa de los lugares ominosos de la ciudad figura otro punto negro. Es el túnel donde hallaron muerto a un hombre de cuarenta y cuatro años"

Desde el pasado lunes, en el mapa de los lugares ominosos de la ciudad figura otro punto negro. Es el túnel donde hallaron muerto a un hombre de cuarenta y cuatro años. Aunque la policía local cuenta con un portavoz provisto de lápiz e incensario -dos herramientas con las que perfuma generosamente las noticias de operaciones con resultado feliz-, en este caso se ha mostrado parca en palabras. Todo lo que sabemos por su comunicado es que el fallecido era un transeúnte que pernoctaba en el lugar y que falleció por causas naturales. Que el hecho ocurriera a poca distancia de las dependencias policiales no ha facilitado las cosas. Tampoco parece que la ciudad en su conjunto se haya visto muy afectada, quizá porque estos días tiene el pensamiento puesto en otros asuntos de índole más primaveral. Sería una lástima que la baja de un sintecho alterara este alegre discurrir por el cartel de las fiestas, los sueños de gloria futbolera y el edénico horizonte que prometen nuestros risueños cabezas de lista, ninguno de los cuales ha tenido tiempo para expresar en público sus condolencias. Eso sí, tal vez después del suceso estén haciendo planes para la amabilización del túnel de la muerte y el borrado de las enojosas señales de duelo que han aparecido en sus paredes. El caso es que al ver la prensa del martes la ciudad apenas sintió un leve pellizco de dolor pasajero. Pero una muerte así, aunque no haya culpables, también es un fracaso municipal. Alguien en algún rincón del organigrama concejil debería ocuparse de poner los medios para que estas cosas no sucedan. Y, si por desgracia suceden, de hacer algo por la memoria del difunto para que al menos no quedara reducido a un número más en la lista de lo que Bauman llamó vidas desperdiciadas. Por eso, y porque no hay vida humana que no encierre, aunque sea secretamente, un punto de grandeza, habría estado bien un gesto funerario colectivo. Declarar, por ejemplo, un día de luto que despertara la dormida alma piadosa de una ciudad que se tiene por hospitalaria. Para que el fallecido no fuera expulsado a la oscura región de nuestro olvido. Para que los vecinos compartiéramos las penas con la misma intensidad con la que cultivamos los motivos para la alegría.
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